Cristina Vallés, presidenta de Derecho a Morir Dignamente en Cataluña: “No se han de alargar las agonías”

Tan solo 2 de cada 100 personas han solicitado durante el último año el testamento vital

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Hace un año que salió adelante la Ley de Eutanasia y más de 20 de la aprobación del testamento vital. Pero el número de personas que se acogen al derecho a tener una muerte digna es residual. Según los datos del último año, tan solo 2 de cada 100 personas han solicitado el documento de voluntades anticipadas. La presidenta de la Asociación Derecho a Morir Dignamente en Cataluña, Cristina Vallés, hace balance y explica a

Diario16 el porqué de las reticencias a realizar el testamento vital cuando todavía estamos a tiempo.

En el último año solo el 2% de la población a solicitado el documento de voluntades anticipadas. ¿Qué supone esta cifra para ustedes?

Estamos en unas cifras de personas que han hecho el documento que son patéticas, risibles.

¿Por qué?

Porque las personas no saben ni que existe y es un documento que está aprobado desde 2002.

¿Este documento facilita a los profesionales administrar la atención médica al final de la vida?

Por supuesto. es muy distinto saber lo que quiere la persona al final de la vida. Sobre todo si esta ha caído en una situación vegetativa. Es muy importante saber si la persona querría que se le alargara su vida con una sonda gástrica o con un aspirador externo o si, al revés, querría que no se alargará su vida cuando está fuera una agonía.

¿Y que supone el testamento vital para las familias?

Es un regalo porque evita que la familia tenga que ponerse a discutir en un momento tan delicado sobre lo que querría su familiar.

¿Y para la persona que solicita el documento?

La persona vive su final de vida con la garantía de que será según sus valores. Hay un estudio que indica que las personas que han muerto, habiendo hecho el documento, no han sufrido al final de su vida. Y los estudios hablan también de un hecho muy desagradable: el encarnizamiento.

¿De qué se trata?

Se trata de que a una persona, cuando ya está en agonía, se le realizan pruebas o se le administran tratamientos que quizá ya son innecesarios.

¿Por qué este tormento innecesario?

A veces, las intervenciones y pruebas se hacen porque por miedo a la reacción de la familia y a que alguien pueda decir que no se ha hecho todo lo posible por mantener con vida a la persona.

¿Pero se sigue alguna pauta?

Si. A menudo se hacen por protocolo. Hay personas que mueren en un ascensor cuando las llevan a hacer una prueba, esto no puede ser. Es una indignidad para la persona.

¿La solicitud del testamento vital varía según el territorio?

El tanto por ciento es más o menos igual en todo el Estado. Aunque en este momento hay algunas zonas como Navarra que ha tenido un incremento de demandas de documentos de voluntad anticipada

¿Por algún motivo?

Porque han cambiado los requisitos y es más simple solicitarlo. Desde las administraciones se ha de facilitar que se pueda hacer este documento y a veces esto no ocurre por desidia.

Siguiendo con el tema del encarnizamiento

ahora lo llaman la adecuación terapéutica, que quiere decir que a cada persona se la de hacer lo que necesita, pero no todas las personas al final de la vida necesitan una biopsia nueva. Sobre todo, cuando ya sabemos que tiene un cáncer avanzado

Hay personas que no saben que tienen derecho a pedir morir dignamente cuando ya no pueden valerse por sí mismas

Cierto. Una de las primeras personas que murieron por eutanasia en Euskadi lo había dejado escrito en su documento de voluntades anticipadas.

¿Y qué era lo que especificaba?

En el documento decía: “cuando yo esté en una situación de demencia que ya no reconozca a mis hijos etc. etc. Y que esté en la cama sin poder hacer nada y con falta total de autonomía; yo quiero que se me aplique la eutanasia”.

¿Uno debe anticiparse a estas situaciones?

hay personas que dicen: “ya lo haré”, pero entonces llega un momento en el que ya no lo pueden hacer porque están en una situación de demencia. Y para hacer el testamento vital se ha de estar con total capacidad mental. Además de ser mayor de edad y que lo hagas libremente.

Usted ha vivido en primera persona una situación de estas características

Si. Mi madre murió 10 años después de una terrible situación de demencia. Yo en mi documento he puesto esta circunstancia de la demencia, porque para mí es importante.

Da la sensación de que este dilema de alargar o no la vida de las personas se produce con más frecuencia.

Claro. La esperanza de vida cada vez es más larga, y esto es una cosa que está muy bien, pero con este incremento también han aumentado los casos de enfermedades neurológicas y las demencias.

Los familiares lo pasan mal

Es duro ver a una persona cercana padecer. Pero los familiares hemos de insistir en que no se alarguen situaciones que no sean vida biográfica

¿Biográfica?

Hay que defender esta diferencia entre la vida biográfica y la vida biológica. Sobre todo, cuando una situación de demencia se alarga años y años.

Suena algo kafkiano.

Si. Normalmente, el último año de vida de una persona que está en una situación grave es: tiene neumonía, vamos al hospital y le ponemos una tanda de antibióticos para que pueda volver a la residencia. Y así  hasta la próxima neumonía o hasta la próxima infección de orina. Es un ciclo que no acaba.

¿Y qué puede hacer una persona ante la dinámica de mantener a uno vivo a cualquier precio?

En un momento dado puedes decir: bueno, tengo 90 años y ya me han hecho 40 sesiones de quimio, no quiero más. El rechazar un tratamiento es uno de los derechos que tenemos en España.

Ya nadie muere de muerte natural.

Mi abuelo murió a los 94 años de un resfriado, de una manera natural. Hoy en día mi abuelo hubiese tardado medio año en morir porque lo hubiesen llevado al hospital para administrarle una tanda de antibióticos. Lo hubiesen mareado durante seis meses para acabar igual.

Pero ese protocolo de recuperar a la persona a veces merece la pena.

Es distinto alargar la vida a un chaval de 35 que ha entrado en estado vegetativo, quizá puntual, y la persona de 94 años que está en demencia y que se le ha de dar el alimento por una sonda; esto ya no es una vida, es una agonía y no se han de alargar las agonías

Al final se trata de morir sin dolor.

La persona puede decir no quiero más antibióticos, quiero una sedación y morir tranquilamente. Es una vergüenza que aquí todavía se muera con dolor y con angustia, esto podemos evitarlo.

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