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Criogenizar la conciencia en la nube es la culminación del progreso

Javier López Astilleros
Javier López Astilleros
Guionista audiovisual y analista político
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análisis

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¿Es posible grabar la conciencia en algún soporte físico para revivirla tiempo después? Para ello, es preciso definir qué es la conciencia y considerar a los pensamientos como una manifestación física de la mente.  

Si la actividad mental es una realidad tangible, cabe la posibilidad de conservar esa memoria en un suporte o en una “nube” con el ánimo de revivirla en otro tiempo. Alcanzar la perennidad de la conciencia más la reprogramación celular es como poseer el elixir de la vida eterna en el olimpo cotidiano: Lázaro de Betania resucita tras un milagro de la ciencia.

Sin embargo, la posibilidad de considerar la materialidad de los pensamientos y las experiencias parece una pretensión grosera, porque la conciencia es un medio “atado” a un contexto temporal. 

En realidad, experimentar con la mente es muy humano. En el estado de guerra perpetua que vivimos es más fácil intervenir puntualmente en la memoria y trastornar la conciencia hasta malearla que intentar revivirla. Hay muchos ejemplos, y quizás el más célebre fue el dirigido por el hampa de la CIA en el “proyecto” MK Ultra (1953-1973). Nada ha cambiado desde entonces, solo que los “trabajos” son más sofisticados ahora: una intervención no consentida destinada a modificar la percepción es una completa humillación. Tal y como se explicitó tras el 11S; es preciso minar la voluntad del enemigo a través de sustancias químicas. ¿Son las calles también un gran e inmenso laboratorio?

El impulso del transhumanismo como ideología es la apoteosis deformada del libre albedrio. Sin embargo, hay dudas sobre la naturaleza de la memoria y la conciencia y si su manipulación afecta a los recuerdos reales o imaginarios.

La conciencia está vinculada a la moral, a la conducta, a los deseos de trascendencia e incluso a como nos percibimos, pero ¿cuál es el suelo donde se asienta? Si la memoria es física; ¿es posible conservarla? ¿y trasplantarla? No existe la independencia de pensamiento ni del proceso cognitivo.

La denominada ideología transhumanista se pretende universal gracias a la biotecnología, la edición genética y la “realidad aumentada”. Para la construcción de este gran hombre es preciso la potenciación de sus facultades físicas y síquicas como la culminación definitiva de los paraísos artificiales, tras la ruina de la naturaleza real. Sin embargo, ¿qué hay de universal en este credo cientificista cuando limita la imaginación del ser a un conjunto de virtualidades ilusorias, como un avatar de un videojuego? Más bien parece una estabulación de las potencias de la imaginación.

Por otro lado, la creencia de una conciencia física y transportable está asociada al progreso de la ciencia como fe y no como razón. La materialización de las conciencias en una estructura robótica informática representa el deseo de poseer la materialidad del recuerdo por medio de un soporte digital, pero no puede sustituir la potencia de un recuerdo contextualizado; por mucho que se apunte a una hibridación tecnológica con los tejidos humanos.

Si la conciencia es portable, queda liberada de todo condicionamiento nacional o religioso y cabe preguntarse si esto conduce a una experiencia desoladora. Sin embargo, este es el sueño de empresas como Humai technologíes: descargar la conciencia e implantarla en un soporte artificial a través de una multitud desensores que se integran en un cuerpo artificial con el cerebro de un ser humano fallecido. Pretenden utilizar la tecnología de clonación para restaurar el cerebro a medida que madure. Pero para eso es necesario “reparar el cerebro”.

Antes, es preciso definir algunos conceptos. ¿Es la memoria el soporte de la conciencia, está atada a un medio físico material? ¿Dónde residen los recuerdos?  Y una vez implantado el cerebro ya reparado y operativa a través de una red de nanosensores ¿es auto suficiente? ¿Sufre la conciencia sin el cuerpo físico que habita, o deja el dolor una vez implantada en un soporte digital? Si esa conciencia personal es revivida, ¿qué clase de desolación espera a esa mente en la nube al comprobar que los seres a los que amaba ya no habitan el mundo y que se tiene que adaptar a una sociedad de esclavos que consienten su propia esclavitud? Sueñan Bezos y Paris Hilton con el rejuvenecimiento de las células. Por eso, el de Amazon invierte 3.000 millones de euros en Altos Lab, una empresa dedicada al rejuvenecimiento celular. Esta opción, antes que la criogenización, parece más sensata. Si en algún momento se alcanza este hito será una decisión personal entregarse a la muerte. Sin embargo, no podrán decidir sobre su concepción-el nacimiento- aunque sean engordados en embriones artificiales.  

¿Se dañaría la conciencia de los vivos de esta manera, al ver o percibir los recuerdos reducidos a una máquina contenedor con un cerebro que expele una serie de recuerdos? Además, ¿cómo funciona un cuerpo artificial regido por un cerebro, aunque sin un corazón? ¿acaso el órgano rey-el corazón-no contiene neuronas responsables de las célebres corazonadas? Humai obvia ese centro del intelecto que es el corazón. Reconozcamos que es una idea pueril, sin embargo, un personaje como Musk asegura que pueden almacenarse e incluso restaurar una memoria-conciencia conectable. Así apunta el Prometeo de Starlink:” nuestras memorias están almacenadas en nuestros móviles y ordenadores”. ¿Es posible implantar recuerdos y vivencias ficticias con plena conciencia de lo que se hace? Formatear una imaginación, borrar un recuerdo negativo, “fijar” imágenes de amor inexistentes y hechos fascinantes que eliminan un pasado traumático o bien la posibilidad de rehacer almas truncadas por las adversidades. ¿Podrían donar aquellos seres con memorias felices y conciencias pulcras parte de sus recuerdos y vivencias con un fin solidario?

Así, la muerte deja de ser biológica y se convierte en un acto radical de la elección del ser. El deseo de permanencia es pueril, pero es una posibilidad real. Al principio hay resistencias, pero son tantos los beneficios que poco a poco los recelos se superan hasta abrazar con entusiasmo la doctrina de la resurrección.  Sin embargo, plantea muchas dudas. La consideración de que la conciencia se asienta en el cerebro es como creer que las palabras residen en la materialidad de la tinta que las dibujan.

El mítico periodista Larry King dijo que prefería ser criogenizado a la espera de una posible resurrección. No creía en la vida después de la muerte, por lo que deseaba ser inmortal; parece bien argumentado, aunque es un pensamiento ilusorio. Si el cerebro funciona a escala cuántica, ¿cómo esperan revivirlo? Y si la conciencia es una realidad física ¿cómo aislarla de su medio original?  Este embrollo hizo que pidiera opinión a mi hija de 9 años sobre la posibilidad de revivir la conciencia junto al cuerpo. La niña, extrañada, respondió con incredulidad: pero papá, ¿puede un río volver hacia atrás?

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