¿Qué relación podrían tener dos enfermedades surgidas con 40 años de diferencia? Nos referimos al Covid19 y al síndrome tóxico del aceite de colza y, aunque pueda parecer extraño, sí que podría haber un punto de relación: que esas enfermedades fueran consecuencia de experimentos o de maniobras de guerra bacteriológica en la que los intereses geopolíticos confluyeran para tapar lo que en verdad pudo ocurrir, sobre todo si existe documentación que pueda soportar las sospechas.

Respecto al Covid19, existen las mismas dudas el origen del virus por más que la versión oficial pretenda incidir en que su origen es natural. Se ha hablado de que la transmisión ha sido a través de animales como los murciélagos o el pangolín. Sin embargo, el problema no está en cómo ha llegado a transmitirse a los humanos sino dónde y cómo se creó, porque la versión de una mutación natural, viendo su evolución a lo largo de este último año, se hace insostenible, sobre todo después de que este medio haya hablado con prestigiosos médicos e investigadores que, de manera confidencial, señalan la mano del hombre como causa del nacimiento del Covid19.

Principalmente, estos profesionales médicos señalan que las mutaciones que tiene son casi perfectas, lo cual podría descartar cualquier origen natural del virus, además de por la letalidad que sigue produciendo y por la resistencia a diferentes escenarios fisiológicos, meteorológicos o farmacológicos.

Por otro lado, tal y como publicamos en Diario16 en el mes de abril de 2020, uno de los laboratorios señalados como origen del virus, que no de su propagación, recibió financiación de varios millones de dólares por parte de Estados Unidos.

Nadie ha descartado aún que la expansión de ese virus tuviera una relación con una operación de inteligencia norteamericana contra China a través de un ataque bacteriológico y que se les fuera de las manos, provocando la pandemia mundial. Lo que está claro es que nadie lo va a reconocer porque los intereses globales se pondrán por encima de la transparencia.

Eso mismo ocurrió en la España de 1981 y la epidemia de la colza. No habían pasado ni 3 meses del 23F, cuando el pueblo español se sobresaltó nuevamente por la aparición de una enfermedad nueva y de origen desconocido: el síndrome tóxico del aceite de colza, que se inicia en algunas localidades aledañas a Madrid pero que se extendió hacia el noroeste de España. Sin embargo, después de 40 años, hay muchas incógnitas que aún no se han desvelado sobre el verdadero origen de la enfermedad.

La OMS reconoció que no la había podido reproducir en laboratorio a partir de las muestras del aceite. La versión de la colza no se sostenía, sin embargo, fue la oficial porque, presuntamente, había intereses geopolíticos que proteger.

Silenzio stampa desde los organismos estatales y prohibiciones de realizar una investigación por parte de los responsables de la inteligencia militar. Sin embargo, según apunta el libro La CIA en España, de Alfredo Grimaldos, los agentes del CESID sí que investigaron y presentaron un informe al general Emilio Alonso Manglano en el que, en primer lugar, señalaron que la versión del aceite adulterada no se sostenía, como ya había dicho la OMS, y, en segundo término, encontraron datos concluyentes de que todo apuntaba a un experimento de guerra química como el principal detonante de la epidemia. Fue la razón de Estado la que impidió profundizar en las verdaderas causas y en colocar como versión oficial que el culpable fue el aceite.

Todo apuntaba a la CIA y a Estados Unidos puesto que una investigación realizada por el doctor Francisco Javier Martínez Ruiz y la doctora María Jesús Clavera descubrió que, ya en el mes de enero de 1981, se habían encontrado varios cuadros clínicos con los mismos síntomas en la zona de Torrejón de Ardoz, localidad cercana a Madrid en la que se ubica una base militar de utilización conjunta de España y Estados Unidos. Además, se constató que en la zona norteamericana de la base se había desatado una importante onda epidémica.

«Testigos presenciales afirman que han llegado aviones hospitales para evacuar a los enfermos a Estados Unidos y a la base alemana de Wiesbaden. Durante los meses siguientes hay un gran movimiento de personal, de modo que la dotación de la base queda renovada prácticamente por completo. Además, también hay militares españoles destinados en la base de Torrejón que han sido hospitalizados. Pero cuando el Tribunal que juzga a los aceiteros pide sus historiales clínicos, el Ejército se niega a entregarlos, a pesar de que se constata la existencia de unas «encuestas» en Torrejón de Ardoz, la Clínica Sears y el Hospital del Aire», escribe Grimaldos en su libro. La URSS también señaló a la instalación militar como origen de la epidemia y apuntó a un accidente con armamento biológico.

Sin embargo, el gobierno de Calvo-Sotelo lo tapó todo y lanzó como versión oficial que se trataba de una enfermedad que viajaba por el aire y se transmitía por las vías respiratorias. ¿Les suena de algo?

Sin embargo, científicamente esa versión era insostenible, sobre todo si se tiene en cuenta que los contagios se produjeron entre grupos familiares y no en lugares masificados, además de que su expansión fue en áreas geográficas distantes.

El doctor Antonio Muro presenció la autopsia de una de las personas fallecidas por la enfermedad y encontró en el intestino delgado una hiperplasia propia de la reacción del cuerpo ante un organismo tóxico y fue entonces cuando, para tapar la verdadera razón de la epidemia, el gobierno encuentra al chivo expiatorio: el aceite de colza. Sin embargo, ni el aceite estaba desnaturalizado ni se habían utilizado anilinas, como se pretendió hacer creer, incluso sabiendo la comunidad científica que los síntomas de una intoxicación por anilinas no se correspondían con los que sufrían los enfermos. El doctor Muro continuó investigando.

Por eso el doctor Martínez Ruiz y la doctora Clavera mantienen su posición crítica a la versión oficial después de sus investigaciones. La respuesta gubernamental a dichos informes fue el de cerrar la Comisión de Investigación Epidemiológica. No obstante, una investigación continúa en el CDC de Atlanta y, como afirmó Rafael Pérez Escolar, fue como si la autopsia «se la encargaran al asesino». Las memorias del jurista y financiero cuentan lo siguiente: «Pedro Sabando, consejero de Sanidad cuando Joaquín Leguina presidía la Comunidad de Madrid, mantenía una estrecha amistad con el doctor Muro y, cuando éste se encontraba a punto de fallecer, el consejero socialista le hizo una visita. El moribundo, obsesionado por el «síndrome tóxico» y sus trágicas consecuencias, le reprochó la actitud fraudulenta del Gobierno al atribuir la epidemia al aceite de colza. Y el socialista le dijo con sinceridad: “Déjalo, Antonio, no le des más vueltas, este asunto es la CIA y el KGB juntos”».

«La razón de Estado y el pacto de silencio entre los grandes partidos impidió que se aclarara quién estaba en realidad detrás de aquel envenenamiento masivo, que pudo ser provocado por la mano negra de los servicios de inteligencia norteamericanos», afirma Grimaldos.

10 COMENTARIOS

    • No le gusta a usted la verdad? Uno más. Que no se hable, que no se diga nada.

      A ver por que no se va a poder hablar, porque lo diga usted. Seguramente ni siquiera tendrá intereses para que no se investiguen las cosas, será uno más de los que colaboran gratis como censores de los lavadores de cerebros. Yo desconozco si esto es así o asau, pero desde luego que hay que investigar todo y decir todas las hipótesis bien altas. Hay científicos y médicos muy reputados y con algún estudio más que el suyo que sostienen precisamente esto, pero claro, como usted dice que todos a callar y que no se hable, pues todos calladitos y a tragar lo que digan en la TV… Si es que no cabe uno más….

      Gracias por su valentía señor gran periodista José Antonio Gómez. A ver si no le borran el artículo en unas horas, por el bien de la sociedad y para tranquilidad de muchos ovejunizados.

      • Esos científicos, que usted cita sin nombrarlos, carecen de reputación, honor y dignidad. En el mundo conspiranoico en el que sus teorías se desenvuelven cualquier atrocidad científica cabe.

        • Es cierto, solo hay algún premio novel entre ellos, o gentes tan poco fiables como alguno que tiene registradas numerosas patentes sobre medicamentos en EEUU… Por supuesto que no se los voy a nombrar, si quiere infórmese usted, y si no quiere, pues a mi me da exactamente igual, pero no se quiera otorgar la potestad de censor y de guardián de la verdad absoluta… La verdad que le digan en la TV, claro está.

    • ¡Que poca historia sabe usted para decir que «cómo se pueden escribir esa serie de atrocidades»!. ¿No se ha enterado usted de los cientos de experimentos realizados con cobayas humanos en casi todos los países del mundo? Y, sobre todos ellos, por la Alemania nazi. ¡Alma cándida!

      • Es bien cierto que se han utilizado a seres humanos como cobayas desde el inicio de la medicina y seguramente la humanidad. A veces no le quedado más remedio que hacerlo. Pensar que en el siglo XII los experimentos científico-médicos hechos en ratones, por poner ejemplos, fuesen extrapolables al ser humano es fantasía. Aunque, créame, científicos ha habido en todas las civilizaciones que lo han sospechado y usado.
        Es el día de hoy que las circunstancias han obligado al «cobayismo» humano. Pero entre eso y el contenido científico profundo del artículo media un abismo: El que separa la verdad y la mentira. Así de simple.

  1. Oye Jose Antonio y los LGBT? Te olvidaste de mencionarles.
    Cual fué su papel en todo esto? No has tenido en cuenta al MOSAD tampoco.
    Podemos estar seguros que la unidad LGBT del MOSAD no haya metido cuchara aquí?
    Pero admiro tu increible valor en publicar un artículo tan rompedor.
    Gracias

  2. El papel de los LGTBIQ en todo esto fue servir de cobayas en los experimentos nazis.
    Y también en alguno franquista.
    Y, desde luego, no sería descartable la intervención del MOSAD en alguno para intentar acabar con los palestinos sin que atacara a los judíos puros.

  3. En mi humilde opinión, los culpables son los animalistas. Quieren eliminar a la raza humana de la faz de la tierra ya que estan convencidos que somos nocivos para Mama Tierra.
    Tengo tantas pruebas o más de ello que Jose Antonio Gómez.

    • Corre a encender la TV, a ver que dice ana rosa, que ella sí que tiene la verdad, no como los negacionistas, conspiranoicos, terraplanistas, terroristas, que quieren que se investigue a fondo todo este asunto, como solicitó Australia hace tiempo, aunque esos también son muy raros, como el Nobel francés ese que decía lo mismo o muchos otros doctores y gentes sin la cualificación que tiene la gente seria y con saber estar y conocimiento absoluto de la verdad como usted. Ilumínenos a todos los que queremos saber con su saber.

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