Viñeta de Iñaki y Frenchy.


El 28 de enero de 2011, el juez Santiago Pedraz llegó al Hotel Palestine de Bagdad. Eligió a un hombre, el intérprete de la embajada española en la capital, y lo situó en la ventana de la habitación 1403, la misma ante la que el 8 de abril de 2003 un misil norteamericano hirió de muerte al cámara José Couso.

Lo contaba la periodista Cristina Ónega en RTVE. El juez “quería ver con sus propios ojos la distancia real entre el punto del lanzamiento y el punto de impacto”.

Sólo dos meses antes, Olga Rodríguez, que también hizo aquel viaje, escribía: “Washington sabe que si el caso Couso prosperara se abriría la caja de los truenos. Si los tres militares acusados fueran juzgados se crearía un precedente que podría sentar jurisprudencia y, de ese modo, otros soldados estadounidenses podrían ser juzgados por casos similares”. Pedraz estaba empeñado en que así fuera.

“si les matan o les atacan mientras realizan su trabajo, su país no hará justicia, ni los defenderá”

Los tres militares eran el sargento Thomas Gibson, el capitán Philip Woldford y el teniente coronel Philip de Camp. Y no, no fueron juzgados. El Tribunal Superior, como ya explicamos ayer, decidió cerrar el caso Couso la semana pasada, tras comprobar que, con la modificación de la Ley llevada a cabo por PSOE y PP, carece de las armas necesarias.

“Es un claro mensaje a los periodistas”, afirma David Couso, hermano del asesinado. “Si les matan o les atacan mientras realizan su trabajo, su país no hará Justicia, ni los defenderá”.

Los periodistas

“En España, el caso Couso marcó un antes y un después”, afirma la reportera y escritora Olga Rodríguez. “Los propios directivos de los medios de comunicación optaron por no enviar más periodistas a lugares muy peligrosos”.

Y por lo tanto, se podría deducir que, sin informadores, no hay información.

Sin embargo, en los últimos 8 años, más de 375 medios de comunicación han echado el cierre en España, y se ha despedido a más de 12.000 periodistas. Algunos de ellos, conscientes de que en su país no volverán a encontrar trabajo dentro de la profesión, han decidido acudir a los lugares de conflicto a ganarse la vida informando desde los escenarios más difíciles, más peligrosos.

“Los propios directivos de los medios de comunicación optaron por no enviar más periodistas»

Los directivos a los que se refería Rodríguez, “ahora tiran de freelances, que cobran a tanto la pieza”. Poco, muy poco. “A lo mejor, estando en Siria cobran 40 euros por pieza, o 50 en el mejor de los casos”.

El freelance es un profesional que trabaja absolutamente desamparado: sin seguros mínimos, sin chalecos antibalas ni cascos, pagándose el viaje, el sustento y el techo. Todo para acabar cobrando 40 euros por pieza, si logra colocarla. “Todo se lo tiene que financiar él –Rodríguez lo conoce bien–, y si lo matan, el medio de comunicación puede decir ‘Yo no lo envié’, y se queda con la conciencia tranquila”.

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En la página web de Reporteros sin fronteras, en la columna de la derecha, bajo otros anuncios se puede leer:

“SEGURIDAD REPORTEROS. Chaleco antibalas y seguro médico”

Si entras en el aviso, la organización te ofrece: Préstamo gratuito de chaleco antibalas y casco. Y añade: “Si eres freelance y viajas a zonas de conflicto, no te vayas sin protección adecuada. Reporteros sin Fronteras presta chalecos antibalas y cascos de forma gratuita a los reporteros independientes. Se trata de equipos de seguridad fiables, imprescindibles cuando se cubre información ‘empotrado’ con un ejército”.

Los chalecos y los cascos son cortesía de la Fundación Miguel Gil Moreno, dedicada a la memoria del reportero del mismo nombre, asesinado en Sierra Leona el 24 de mayo de 2000.

 

La información

“Los directivos nos dieron la espalda en nuestra reivindicación de justicia para José Couso, en vez de decidirse por dar esa batalla, nos dieron la espalda”, explica Rodríguez. Un “dar la espalda” que se traduce en una merma dramática de contenidos internacionales en los medios de comunicación españoles. “En realidad, la información internacional en España ya casi no existe, tenemos la que nos ofrecen las agencias internacionales, y poco más”.

«si lo matan, el medio de comunicación puede decir ‘Yo no lo envié’, y se queda con la conciencia tranquila»

Continúa la reportera: “Si no vamos los periodistas a las guerras, ya de por si marcadas por una propaganda tremenda por parte de los bandos implicados, si encima no hay testigos, las sociedades estarán mucho más engañadas y mucho más manipuladas, porque solo tendrán la propaganda”.

Con ocasión del Día Internacional de la Libertad de Prensa 2014, la Unesco publicaba: “En tiempos de conflictos violentos, los peligros a los que están expuestos los periodistas son más apremiantes que en tiempos normales. En esas circunstancias es primordial una información independiente, precisa y profesional”.

Esa información “independiente, precisa y profesional” requiere, según dicho organismo, de la protección y la vigilancia de los gobiernos. En caso contrario, la labor del periodista se convierte en un acto heroico, cuando no un imposible.

Con los recortes del Gobierno de España a la Justicia Universal, la situación en la que quedan los profesionales de la información en territorios de conflicto es de total desamparo. El caso de José Couso muestra cómo el asesinato de un periodista español puede quedar impune a causa de las trabas puestas por el gobierno de su propio país.

“Por tanto”, concluye la periodista, “los que seguimos viajando a lugares de conflicto, muy a menudo nos lo pensamos dos veces antes de ir, porque pensamos que, después de Couso, la impunidad es tal que supone que se abre la veda”.

“Somos un objetivo porque contamos lo que ocurre, y por lo tanto somos molestos”

Después de la semana pasada, después de que el Tribunal Supremo de España decidiera cerrar el caso Couso y no llevar la reforma de la Justicia Universal ante el Constitucional, los profesionales quedan con la sensación de que cualquiera puede ser el siguiente. “Somos un objetivo porque contamos lo que ocurre, y por lo tanto somos molestos”, afina la que fue amiga del cámara.

Aquel trayecto que realizaron hasta Bagdad el juez Pedraz y los periodistas el 28 de enero de 2011, su ejercicio de situar al traductor en la ventana antes de llegarse hasta el puente desde el que los militares estadounidenses asesinaron a Couso, los años de investigaciones y denuncias, parecen no haber servido de nada.

Por ahora.

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