María Dolores de Cospedal, ex ministra de Defensa y hasta hace solo unos meses todopoderosa número 2 del Partido Popular de Mariano Rajoy, se ha reincorporado a la Abogacía del Estado en la Sala de lo Contencioso-Administrativo del Tribunal Supremo. En declive tras las primarias del PP ‒donde Pablo Casado se hizo con las riendas del partido‒, acosada por las grabaciones del excomisario Villarejo y con su marido, el empresario Ignacio López del Hierro, ocupando portadas de los periódicos con noticias sobre supuestos escándalos, la exministra ha decidido regresar a sus orígenes en la carrera judicial. Y no lo ha hecho precisamente en un puesto de segunda categoría y sin relevancia pública, sino en la más alta magistratura jurídica, en la Sala del Supremo que recientemente se vio envuelta en la polémica sentencia de las hipotecas.

A Cospedal, una mujer ambiciosa, siempre le ha gustado estar en el epicentro del poder, y a nadie se le escapa que el Alto Tribunal es una plaza apetecible para cualquiera que, desde la Justicia, pretenda seguir influyendo en las decisiones más importantes para el país. De hecho, su labor como abogada del Estado consistirá en defender la posición del Gobierno de turno en los litigios que particulares y empresas inicien contra la Administración. Por ahora, y tras la moción de censura que descabalgó a Rajoy, no están los “suyos” en la Moncloa, pero quizá ‒y teniendo en cuenta la tendencia evolutiva del país hacia la ultraderecha‒, el PP vuelva a recuperar el poder a corto plazo con la ayuda de Vox. Será entonces cuando, desde su puesto de abogada del Estado, la exministra tenga que tomar decisiones trascendentales no solo para el futuro político de su partido sino también para el de algunos de sus antiguos compañeros, incluido Casado. Y será también en ese momento cuando Cospedal vuelva a estar de nuevo en las primeras páginas de los periódicos, quién sabe si ajustando cuentas con el pasado.

De entrada, una vez que tome posesión de su plaza, Cospedal deberá defender ‒paradojas del destino‒, decisiones que ella misma adoptó en su día en Consejo de Ministros, cuando era la mano derecha de Mariano Rajoy. Es lógico que también pasen por sus manos importantes decretos del actual Gobierno de Pedro Sánchez, casos tan cruciales para la democracia española como la exhumación de los restos de Franco. Que una decisión tan importante dependa de una ministra que se atrevió a cantar en público el El novio de la muerte, auténtico himno de la Legión, no supondrá precisamente una imagen de exquisita independencia e imparcialidad para la Justicia española. En aquel acto de la Semana Santa malagueña en honor al Cristo de la Buena Muerte o Cristo de Mena no solo cantó fervorosamente Cospedal, sino los entonces ministros del Interior, Juan Ignacio Zoido; de Educación, Cultura y Deporte, Iñigo Méndez de Vigo; y el de Justicia, Rafael Catalá. Los cuatro tenores del ala dura del PP. De modo que con una abogada del Estado simpatizante y guardiana de las esencias patrias más añejas puede estar tranquilo el prior del Valle de los Caídos, ya que los huesos del dictador seguirán en su sitio.

Nadie sabe qué caprichosos tiene deparado el destino de la judicatura para Cospedal. Lo único cierto a fecha de hoy es que vuelve a su antigua profesión, que ejerció durante cinco años desde 1991. Reanuda de este modo en el Alto Tribunal su carrera de toda la vida, que inició como asistente jurídica en el País Vasco y después en el Servicio Jurídico del Ministerio de Obras Públicas, Transportes y Medio Ambiente, antes de ser asesora del gabinete de Javier Arenas, ministro de Trabajo y Asuntos Sociales, en 1996. La exministra solicitó el reingreso en su puesto tras formalizar su renuncia al escaño el pasado mes de noviembre. Días antes había anunciado su salida del comité Ejecutivo del PP, del que era vocal designada por el presidente del partido, Pablo Casado. Su carrera política culminó en el Ministerio de Defensa tras ser durante diez años secretaria general del partido y ocupar puestos como la presidencia de la Junta de Castilla-La Mancha. Todo eso ya forma parte del pasado. El poder político quedó atrás para la exministra. Pero para ella se abre una nueva etapa profesional en otro poder tan importante o más, la Justicia, donde sin duda volverá a ser noticia más pronto que tarde.

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