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Contra la tradición

Hipertrofias de los rasgos de poder

Francisco Silvera
Francisco Silverahttp://www.quenosenada.blogspot.com.es
Escritor y profesor, licenciado en Filosofía por la Universidad de Sevilla y Doctor por la Universidad de Valladolid. He sido gestor cultural, lógicamente frustrado, y soy profesor funcionario de Enseñanza Secundaria, de Filosofía, hasta donde lo permitan los gobiernos actuales.
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análisis

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Hace algún tiempo que vengo barruntando espaciar lo más posible mis artículos o dejar la prensa. La imposibilidad de todo cambio me desesperanza. Una sensación de hastío me acompaña con los años, cada vez tengo más claro que la única importancia de la Cultura consiste en su radicalismo racional y que la minoría que la profesa y defiende consciente y coherentemente, no hablo de elitismo sino de sentido común, ha existido siempre como lo ha hecho la estulta mayoría; añadan al guiso circunstancias históricas y cambios de presión a uno u otro lado, con momentos de hervor… inclinados a la calaverada peor, la mayor parte de las veces.

Cada céntimo que se invierte en tradición se detrae del conocimiento. Si los países, si España reconvirtiera su modelo y no dedicara ni un euro a fiestas y folklores sin justificación investigadora, tendría un porcentaje alto de su presupuesto preparado para acciones relevantes y necesarias, transformadoras.

Vendrán a decirnos que las tradiciones suponen ingresos y puestos de trabajo para muchísima gente; la pregunta es ¿entonces, en realidad, estamos poniendo todos la inversión para mantener negocios privados? Precisamente no suelen ser comunistas los que defienden el tradicionalismo, ¡vaya una forma guay de entender el liberalismo!; liberal para que no intervenga el Estado en los contratos privados, para quejarme del sueldo mínimo o de las obligaciones impuestas en esa contratación, pero, por favor, que se ponga el trabajo y el dinero públicos para que yo pueda jugar a ser empresario…

No va el asunto encaminado a prohibir nada, aceptemos que se celebren con todos sus negocios detrás, pero que no me lo disfracen de popular cuando los intereses son otros: se supone que las empresas invierten y ganan dinero, así es como debe funcionar. Desde mi punto de vista, esta financiación pública es irregular, si se analiza con atención.

Estas tradiciones, que dicen merecer respeto, consolidan los valores que han hecho posible la explotación económica, la medioambiental, el racismo, la violencia de género o la gestación de guetos a los que se deja, literalmente, a su deriva… paliando sólo aquello que pueda terminar molestando a la extremista sensibilidad de estos tradicionalistas, cuando la delincuencia, la suciedad, o el desprestigio de la imagen afean lo “bonito popular”, al salir de sus “corrales”; mejor aislados.
Nadie lo va a decir, pero yo sí. De más está poner una fortuna para luchar contra el machismo si no se puede explicar en los colegios que pasear la representación esculpida de una mujer para exaltar como virtud su virginidad, para adorar su capacidad de negación de su propia sexualidad, no como opción personal sino como modelo ejemplarizante de comportamiento, es una manera de conformar la sumisión y el desprecio por la libertad femenina en las mentes de la criaturas no educadas, niñas y niños; nótese que no entro en si debe haber o no procesiones, o si se debe usar o no un pañuelo en la cabeza, lo que digo es que el delito perseguible está en intentar que no se expliquen los significados de las tradiciones.

Por eso creo que no se deben financiar, ni promover, ni entrar a valorar, sino que deben ser analizadas en los foros educativos como lo que son: hipertrofias de los rasgos de poder de las sociedades establecidas. A partir de ahí, y cumpliendo las Leyes, cada cual que viva como quiera y pueda.

Nótese una diferencia, tradición y Arte se fundamentan en la representación simbólica; el debate sobre éste último es libre, aquélla impone las condiciones de interpretación. Por tanto no cuestionamos la capacidad simbólica del ser humano, sino su intolerancia.

Abundemos: como ocurre con el ateísmo, que no existe como posición intelectual, sólo un creyente entiende qué es ser ateo (y lo estima enemigo de la fe), esto no es antitradicionalismo, porque ni la creencia concreta ni las costumbres son naturales en ningún sentido; nada hay contra lo que estar, salvo la defensa irracional de lo tradicional. La espiritualidad es humana, el atavismo o el ritualismo son humanos, mas sus plasmaciones son sociales y por tanto arbitrarias, nadie puede pretender que la crítica, el análisis vaya en su contra porque es al revés: quien propone algo contra la naturaleza humana común es quien profesa una fe concreta o promueve una costumbre singular, y es quien debe defender con argumentos su publicidad o mantenerlas en la esfera privada, y siempre con la legalidad por encima de ellas.

No, aquí no hablamos de prohibir sino de establecer el marco para evitar que el tradicionalismo, en nombre de supuestas esencias, pueda permitirse censurar o prohibir, porque ellos sí lo harían en nombre de una verdad… imaginaria. Te reescriben hasta la Historia sacando conclusiones desde sus juegos de lógica insufrible, en vez de analizar hechos y derechos. El futuro en manos de gentuza criminal, no se debe decir de otra manera.

Por eso el hartazgo. Empiezo a notar presión tradicionalista en mis clases, veo que ensayar, analizar, diseccionar es poco rentable intelectualmente más allá de la coherencia personal, que para mí es irrenunciable, pero esto es otra forma de presión: ¿para qué escribir si la indiferencia es el premio del compromiso, mientras la más vana superficialidad interesada tiene cancha para correr? Agota, y se debe ser claro: la repetición, aquí sólo cabe repetir… sirve para nada.

No reclamo, no me tomen por egoísta, asumo la realidad. Hasta pronto.

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