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Contra el progreso

Contra la Cultura (IX)

Francisco Silvera
Francisco Silverahttp://www.quenosenada.blogspot.com.es
Escritor y profesor, licenciado en Filosofía por la Universidad de Sevilla y Doctor por la Universidad de Valladolid. He sido gestor cultural, lógicamente frustrado, y soy profesor funcionario de Enseñanza Secundaria, de Filosofía, hasta donde lo permitan los gobiernos actuales.
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análisis

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Un tren a 1.200 kilómetros por hora… No quisiera parecer un viejo recalcitrante con lo de antes vivíamos mejor, pero ¿quién cojones necesita ese aparato? Nuestra adicción a la telefonía móvil e internet es una muestra: cuando no existían no las echábamos de menos… éste es el mecanismo, la creación de necesidades: llamamos progreso a la creación de necesidades.

Tengo en mente una frase anecdótica que ahora no logro localizar pero que marcó mi visión de la vida, es de Nietzsche y venía a decir que Epicuro era feliz porque viendo la fuerza del vapor en una olla no tuvo la ocurrencia de aplicarla a una máquina. La máquina es una necesidad relativa del ser humano, no promuevo la mortificación a través del esfuerzo pero cuidado que detrás de la tecnología se esconde la explotación del medio y de las personas, jamás la filantropía.

Me hace gracia la identificación de la felicidad con la posibilidad de viajar cuanto más rápido mejor, mientras no somos capaces de observar la belleza a nuestro alrededor, en una simple maceta; hemos sustituido nuestra capacidad de asombro con la compra de imágenes prediseñadas, eso es el turismo actual: e incluirse en ellas a través de la cámara del móvil. En realidad la capacidad de asombro que nos llevaba a viajar ha desaparecido: aunque se nos vende la idea de que viajar es cultura, nada hay más contrario a ser culto que el turismo: el turismo es uno de los males más flagrantes de nuestra época, es un síntoma de la decrepitud cultural del capitalismo, si usted viaja: hágaselo mirar, quizá se esté volviendo idiota.

La clave es el conocimiento y su utilidad, y citamos de nuevo a Epicuro: la única finalidad del conocimiento, decía el de Samos, es evitar la creencia en lo sobrenatural, tapadera del miedo y puerta abierta para el control de nuestras vidas. Leo sobre la estructura de la materia o sobre el tiempo y me quedo alucinado con lo que el ser humano ha conseguido saber, todo para demostrar que la materia no es más que una especie de fluctuación del vacío (la nada es sólo un concepto lógico) y que el tiempo no existe sino que todo es un presente relativo porque la existencia no se da sin relación, no hay un marco de los acontecimientos, no hay realidad sino interacción (Carlo Rovelli). Y seguimos ahondado. Pero las hostias duelen igual. Deberíamos plantearnos: ¿es necesario saber tanto? Descartadas las estupideces extrasensoriales, ¿para qué?

Aceptar la muerte, evitar el sufrimiento, disfrutar del placer… la paz y el afecto, la comida, el sexo, la tríaca o panacea que nos permitan ensoñarnos y morir tranquilos, sin dolor… nada más.

Desde el Renacimiento, lentamente conocimiento y tecnología se han ido fundiendo sustituyendo al ideal de la sabiduría, que era un saber vivir. Hoy la Ciencia no es necesariamente sabia. Infectada con el virus del progreso tecnológico, es nuestra contribución mayor al deterioro del planeta. Si un tren puede viajar a la velocidad del sonido ¿qué posibilidades de negocio abre? ¿Cuántas empresas asociadas de desarrollo podrían implantarse? ¿Cómo podríamos atraer a la inversión para una determinada región? Es el caso de la Alta Velocidad, negocio rentabílisimo, dicen, que sólo usa sistemáticamente un porcentaje menor de la totalidad de la población, mientras los servicios públicos, que deberían ser una de las soluciones para el medio ambiente y un foco de puestos de trabajo enorme, languidecen o existen como residuo más allá de las grandes ciudades; yo vivo en la provincia de Huelva, donde es casi imposible moverse sin un vehículo privado y, sin embargo, la política escudándose en la idea de progreso ha convertido en reclamo público la llegada del AVE y la construcción de un aeropuerto… la estupidez disfrazada de dignidad provinciana, sin saber que así consolidamos las diferencias cada vez mayores entre las clases.

Todo esto que les digo no sirve para nada. Los dados están jugados. Esto no lo para ni Dios. Nos queda el recurso literario de pensar cómo fue el mundo antes, de melancolizarnos añorando la lentitud en el paso de la vida, el silencio rumoroso del campo o el rumor silencioso de un solitario mar. Algunos buscamos el retiro, mientras las grandes urbes no paran de crecer y demandar tecnología… como grandes tumores malignos que nos harán cagar nuestras tripas. Yo estoy en contra del progreso, en contra del turismo, de la medicina, de las comunicaciones, de la tecnología, pero lo consumo todo… como usted. La contradicción. Me abruma, es demasiado grande. Pesimismo. La destrucción.

 

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