En el PSOE hay bronca y todo parece que pueden pasar a las manos. No es la primera vez ni será la única en su historia. En otros momentos fue entre marxistas y socialdemócratas, hoy no lo tengo claro o si lo tengo por ahora me lo callo. He militado en la organización socialista demasiados años como para tomar partido en la contienda. Otra cosa es que como socialista practicante y confeso, de mi opinión, que puede sonar a consejo, sobre como podrían las partes en conflicto llegar a algún acuerdo. Me remonto al Programa Máximo, donde figuran las aspiraciones del partido en 1880, para evidenciar las aspiraciones que tiene el PSOE en la actualidad.

Se conocía como Programa Máximo del Partido Socialista Obrero Español, el que fue aprobado en el año 1880. Pese al tiempo transcurrido sigue estando vigente. Hay que adaptar algunos términos aquí y allá, darle algún retoque conceptual; incorporar algunas medidas sociales y medioambientales de actualidad y tenemos una propuesta de programa para el siglo XXI. En lo fundamental, intrínsicamente, es totalmente válido.

¿Piensan qué me he quedado encastillado en la concepción del siglo XIX?, Pues no. En el estricto sentido de lo que quiero decir no estoy anclado en el pasado, sino todo lo contrario. Salvando las distancias históricas, muchas de las circunstancias de entonces, políticas, sociales y económicas, siguen estando vigentes y vigente es la necesidad de cambiarlo todo.

El Programa al que me refiero no es una antigualla del pasado. Han transcurrido casi dos siglos y algunas de las reivindicaciones de entonces, se pueden seguir haciendo hoy. Ha cambiado el modelo social. Ha surgido la llamada “clase media” y al proletariado se le denomina productor o trabajador y trabajadora. Pero la clase dominante sigue siendo la misma de entonces: los que tienen todo y todo lo pueden.

Es cierto que la esclavitud del XIX (abolida en España en 1865), como la conocemos por las películas coloniales y de la Norteamérica del sur, ha desaparecido. Pero ha surgido otra esclavitud; la de quienes sin tener nada, lo deben todo; esclavitud intelectual y política, frente al poder financiero; esclavitud al fin y al cabo con otras connotaciones económicas, políticas y sociales, teniendo siempre la libertad como principio.

Los privilegios de la burguesía y del poder político siguen estando tan vigentes, como vigente están la dominación de los “mercados financieros” sobre la economía de la ciudadanía y de los propios Estados.

La justicia social, la desigualdad y la solidaridad siguen siendo proclamas y reivindicaciones necesarias y urgentes de conseguir para el mayor bienestar y dignidad de hombres y mujeres.

En fin, al buen entendedor le sobran información y elementos de juicio como para entender que las circunstancias históricas no son las mismas; pero si lo son determinadas situaciones que hacen que las mujeres y hombres de hoy, sigamos estando sometidos al poder político y económico. Necesitamos alternativas para subvertir esa realidad.

El Programa en cuestión, aprobado en 1880 decía:

Considerando:

– Que esta sociedad es injusta, porque divide a sus miembros en dos clases desiguales y antagónicas: una la burguesía, que, poseyendo los instrumentos de trabajo, es la clase dominante; otra, el proletariado, que, no poseyendo más que su fuerza vital, es la clase dominada.

– Que la sujeción económica del proletariado es la causa primera de la esclavitud en todas sus formas: la miseria social, el envilecimiento intelectual y la dependencia política.

– Que los privilegios de la burguesía están garantizados por el poder político, del cual se vale para dominar al proletariado.

– Considerando que la necesidad, la razón y la justicia exigen que la desigualdad y el antagonismo entre una y otra clase desaparezcan, reformando o destruyendo el estado social que los produce.

– Que esto no puede conseguirse sino transformando la propiedad individual o corporativa de los instrumentos de trabajo en propiedad común de la sociedad entera.

– Que la poderosa palanca con que el proletariado ha de destruir los obstáculos que a la transformación de la propiedad se oponen ha de ser el poder político, del cual se vale la burguesía para impedir la reivindicación de nuestros derechos.

En aquel entonces el Partido Socialista declara cuatro aspiraciones:

  1. La posesión del poder político por la clase trabajadora.
  2. La transformación de la propiedad individual o corporativa de los instrumentos de trabajo en propiedad colectiva, social o común. Entendiendo por instrumentos de trabajo la tierra, las minas, los transportes, las fábricas, máquinas, capital-moneda, etc.
  3. La organización de la sociedad sobre la base de la federación económica, el usufructo de los instrumentos de trabajo por las colectividades obreras, garantizando a todos sus miembros el producto total de su trabajo, y la enseñanza general científica y especial de cada profesión a los individuos de uno u otro sexo.
  4. La satisfacción por la sociedad de las necesidades de los impedidos por edad o por padecimiento.

Finalizaba resaltando que el ideal del Partido Socialista Obrero es la completa emancipación de la clase trabajadora; es decir, la abolición de todas las clases sociales y su conversión en una sola de trabajadores, dueños del fruto de su trabajo, libres, iguales, honrados e inteligentes. ¡Que tiempos!

¿Y qué aspiraciones tiene ahora el PSOE?

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