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Contaminación turística

Jesús Ruiz López
Jesús Ruiz López
Miembro del colectivo Calle Viva de Cadiz (colectivo que lucha contra la turistificación y aboga por el derecho a la vivienda) y miembro del colectivo Marea Café con leche (colectivo que lucha contra la precariedad laboral en el sector hostelero).
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análisis

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El pasado viernes 5 de Junio se celebró el día mundial del medio ambiente y me vienen a la cabeza unas anecdóticas imágenes que pudimos ver por televisión durante el periodo de aislamiento provocado por el covid19, los canales de Venecia limpios con bancos de peces campando a sus anchas al igual que animales por todo el mundo que se atrevían a adentrarse a pueblos y ciudades ante la ausencia de humanos intentado apropiarse lo que un día fueron su hábitat. Y es que paradójicamente durante la crisis pandémica provocada por el coronavirus la tierra se tomó un aliviado respiro.

Los niveles de emisión de CO2 se redujeron drásticamente y en España, por ejemplo, la contaminación del aire se redujo un 64% de media. La ausencia de aviones, cruceros, coches, aglomeraciones de personas en eventos y sobre todo una nula ausencia de turismo masivamente contaminando el entorno dejaron a nuestro planeta darse un descanso.

Durante años el impacto social y medioambiental en las políticas turísticas han estado escondidas en el último cajón, buscando mas bien la ambiciosa rentabilidad y crecimiento en un sector que cada día crecía y crecía masificando sus destinos que producían terriblemente un alto impacto en el medio ambiente.

Sé que éste puede ser un debate difícil de abordar, sobre todo con personas sin conciencia ecológica,  pero es una realidad. Un crucero, por ejemplo, según un estudio realizado el año pasado contamina igual que 5 millones de coches debido principalmente al tipo de aceite del combustible que usan sus motores que contiene hasta 3.500 veces más azufre que todo los demás vehículos en Europa y España ocupa tristemente el primer puesto como país europeo con mayor exposición a los efectos causados por los cruceros. El avión es el medio de transporte que mas contamina, sus negativos efectos según estudios de AEMA es de 285 gramos de CO2 por pasajero y kilometro, mucho más que un autobús o un coche, por tanto, el incremento de vuelos “low cost” hacia los destinos vacacionales en nuestro país ponen en peligro nuestra salud ambiental.

La huella del ser humano en el sector turístico no es el más recomendado en la tierra y sufre  un profundo impacto medioambiental en el aire, bosques, playas, caladeros… evitemos convertir Tarifa o el Mar Menor en el desastre que vive Posidonia actualmente así como asumir los costes públicos que no se suelen cuantificar como residuos, limpieza, cogestión del tráfico, sanidad… son la cara oculta de dicha política turística que no quieren que sepamos. Hablamos de una realidad, la industria del turismo es una de las más contaminantes y según un estudio de la universidad de Sídney en 2018 contamina cuatro veces más de lo que se pensaba ya que es responsable de una decima parte de las emisiones de gases de efecto invernadero en el mundo. Y tras estos escalofriantes números y sabiendo los efectos negativo que llega a tener el “overtourism” sobre las ciudades (expulsión de las vecinas y vecinos de sus ciudades, subida del precio del alquiler, estancamiento del parque inmobiliario…) las distintas administraciones no han tardado en actuar y comunidades como Andalucía, Región de Murcia, Cataluña, Islas Canarias o Castilla y León han aprovechado el discurso de una reanimación económica post-covid para reactivar paquetes normativos y proyectos en busca del Ladrillo como antídoto a la crisis sin evaluar el impacto ambiental que conlleva. En Andalucía por ejemplo eliminaron hasta 100 tramites burocráticos levantando restricciones ambientales y urbanísticas donde sabemos que los edificios turísticos destruyen el ecosistema que les rodea  y un proceso erosivo costero que arrasa con la fauna y Flora del entorno.

En diciembre del 2019 Úrsula von der Leyen, presidenta de la comisión europea presentó un Pacto Verde de la UE, un plan que incluía cincuenta acciones concretas para la lucha contra el cambio climático tras la emergencia climática declarada en el mes de noviembre y que se pretende entre otros asuntos la reducción de emisiones en el transporte, la energía o las industrias. Seis meses después este Green deal se puede ver que es papel mojado tras la apuesta de nuevo en el turismo masivo y el ladrillo.

Y tras leer estos escalofriantes datos nos preguntamos ¿porqué no reemplazamos los elementos contaminantes de los cruceros por otros mas sostenibles? ¿Por qué no elegimos mejor el medio de transporte que menos contamine? ¿Por qué no eliminamos el turismo de borrachera “low cost” por turismo de calidad sin tener que atosigar las ciudades con cantidades ingentes de personas sin conciencia medioambiental? ¿Porqué no construimos un turismo sostenible con edificios turísticos eficientes?

Casi 70 días después de las imágenes que antes detallé y los datos de la bajada de emisiones provocadas por la pandemia desgraciadamente tendrán un efecto rebote si no nos comprometemos a un turismo más ecológico.

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