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Congreso del PSOE: la última oportunidad del socialismo español ante el auge de la extrema derecha

Líderes del partido coinciden en la necesidad de dar respuesta a los grandes retos del siglo XXI para que el socialismo no se vea superado por el populismo demagógico

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análisis

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Hoy, mientras arrancaba el 40 Congreso del PSOE en Valencia, los socialistas del SPD, los verdes y los liberales anunciaban la formación de un Gobierno tripartito en Alemania que ha sido interpretado como la resurrección de la socialdemocracia europea. El embrión alemán parece gestado con un acuerdo preliminar que sienta las bases funcionales de lo que tiene que ser el nuevo Ejecutivo de Berlín. “Hemos conseguido efectivamente ponernos de acuerdo sobre un documento. Es un muy buen resultado, ello muestra claramente que se puede formar un gobierno en Alemania”, asegura el más que probable nuevo canciller socialdemócrata Olaf Scholz.

Apenas unas horas después de que Angela Merkel recibiera de manos del rey Felipe VI el XIV Premio Europeo Carlos V en el Monasterio de Yuste (Cáceres) por su contribución y su compromiso con la UE (en lo que es el reconocimiento último al legado de toda una obra política), los vientos parecen soplar otra vez a favor de la socialdemocracia, superándose los tiempos del conservadurismo merkeliano que ha marcado el paso en las últimas décadas en el viejo continente. Derrotada la derecha alemana en las urnas, constatado el hastío de la población ante un liberalismo anclado en los dogmas del pasado que no puede afrontar con garantías los desafíos del siglo XXI, solo la socialdemocracia puede dar respuesta a los problemas de la clase trabajadora europea. Pero una socialdemocracia real, potente, fuerte, no el aguachirle en el que había caído el PSOE en los últimos años de felipismo y también, por qué no decirlo, de zapaterismo continuista. Eso lo sabe Pedro Sánchez, que se encuentra ante una encrucijada histórica no solo para el partido, sino para el país, para Europa misma. El presidente es plenamente consciente de que no puede fallar porque de hacerlo el futuro de la izquierda española sería más bien negro. La catástrofe ya ha ocurrido antes en otros lugares, en Francia, en Italia, en Grecia, países donde los diferentes partidos socialistas languidecieron entre el conformismo, la renuncia a unos ideales, la desconexión con el pueblo y la ineficacia. Esa debacle puede ocurrir también en el partido socialista español. Desde ese punto de vista, el 40 Congreso debería ser la última estación de un viaje decadente y la primera de una nueva etapa mucho más fértil.

Si la izquierda se muestra incapaz de responder a los retos del futuro (desempleo, reactivación económica, prestaciones sociales tras los estragos de la pandemia, cambio climático, sanidad, educación, feminismo y otros) la extrema derecha ocupará el espacio vacío con sus cantos de sirena. La propia Merkel lo advirtió ayer: “Solo una Europa unida es una Europa fuerte”, y alertó de que la UE “acabará teniendo problemas si no frena los extremismos”. Éric Zemmour, el nuevo rostro de la extrema derecha francesa, ya está dando muestras preocupantes de un posfascismo todavía más agresivo y violento que el de Le Pen. El nazismo muta rápido en su intento de usurpar el papel de la izquierda (cautivando a la famélica legión) y las últimas imágenes de los camisas negras de Fratelli d’Italia asaltando las sedes de los sindicatos en Roma no son precisamente tranquilizadoras.

El tripartito alemán que empieza a formarse estos días va a servir de inspiración a la izquierda europea sobre cuál puede ser el camino a seguir con el objetivo de frenar a la ultraderecha. Aglutinar el espectro o espacio democrático, desde el centro izquierda hasta la izquierda más radical contando con los liberales moderados, será fundamental en la batalla política que va a librarse en los próximos años entre democracia y populismo, entre libertad y autoritarismo, entre futuro y pasado. En España el experimento de Gobierno PSOE/Podemos está resultando fructífero a la hora de demostrar que hay otra forma de gobernar más allá de las políticas ultraliberales que apuestan por las mismas recetas fracasadas de siempre (contención del gasto público, privatización y recorte al Estado de bienestar). De la derecha española, carpetovetónica y sectaria, ya no se puede esperar nada. Pablo Casado se ha escorado descaradamente hacia posiciones ultras para acercarse a Vox y hacer realidad, algún día, su gran sueño de una derecha hispana unida. Solo un socialismo valiente y eficaz, estructurando la democracia, convirtiéndose en la médula espinal del sistema de libertades, puede hacer las veces de bastión contra el reaccionarismo de nuevo cuño.

Durante el 40 Congreso del PSOE, Santos Cerdán, secretario de Organización, se ha referido a ese necesario “impulso de la socialdemocracia” que ya comenzó con el 39 Congreso de la mano de Pedro Sánchez. A su vez, el secretario general del PSPV y presidente de la Comunidad Valenciana, Ximo Puig, ha destacado la importancia que para los socialistas tiene la recuperación de los viejos principios socialdemócratas que, dicho sea de paso, fueron abandonados en su día por un felipismo demasiado pragmático y condescendiente con un modelo de socialismo financiero o bancario que en los años noventa llevó al PSOE a la peor crisis de su historia. El partido de la rosa no debería caer en los viejos errores de antaño. “Lo que aquí se debate es aquello que queremos seguir haciendo para transformar este país”, asegura Puig. “Será un congreso de unidad y de mirar hacia delante” porque “estamos viviendo un momento socialdemócrata en Europa en la salida de la crisis, queremos que haya una etapa socialdemócrata, una consolidación de lo que funciona bien en nuestra sociedad”, insiste el presidente valenciano. La esperanza en un futuro mejor no falta entre los asistentes al Congreso, ahora falta que las buenas intenciones del cónclave sanchista, los sueños, la ilusión, se traduzcan en hechos, en realidades, en políticas realmente progresistas. Los tiempos del confusionismo ideológico, del socialismo líquido ochentero, deben quedar atrás, y no solo por la amenaza inminente del posfacismo rampante, sino porque hoy por hoy existen otras alternativas, otros partidos de izquierdas como Podemos, Más País o Compromís que ofrecen políticas imaginativas para mejorar la vida de la gente.

En las sociedades del siglo XXI, la socialdemocracia pasa por materializar programas contra la desigualdad y la pobreza, impulsar la atención a las personas mayores, el cuidado infantil, la educación, la atención médica mediante un sistema sanitario potente y mejoras laborales. Socialdemocracia significa no dar la espalda a los sindicatos, negociación colectiva, pensiones, más Europa, cobertura ante los abusos de las eléctricas, protección de la mujer (ni un paso atrás en la ley del aborto), participación ciudadana, transición industrial ecológica, medio ambiente e integración de las minorías étnicas y sociales. Es decir, un discurso totalmente opuesto al que mantienen los nuevos gurús de la derecha ultra como Isabel Díaz Ayuso. El PSOE será una vuelta a los orígenes primigenios de aquella vieja socialdemocracia que triunfó tras la Segunda Guerra Mundial, dando una nueva esperanza a las clases obreras, o no será. Y si no es ya sabemos la terrible alternativa que nos aguarda: un posfascismo que seduce en los barrios marginales allí donde el socialismo fracasa y que conviene no tomarse a broma.

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