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Como un rebaño

Miguel Ángel Cerdán
Miguel Ángel Cerdán
Licenciado en Historia. Profesor de Secundaria en la enseñanza pública. Articulista en diversos medios digitales e impresos de la Comunidad Valenciana.
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análisis

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No sé si algún día se alcanzará la tan comentada “inmunidad de rebaño” en España, pero si algo ha dejado meridianamente la pandemia de Coronovirus en nuestro país es que el gobierno, los que mandan, nos tratan como a tal, como a un rebaño. Y además lo hacen con total descaro, sin ningún pudor.

Lo que ha pasado con la segunda dosis del personal esencial es un signo más de la consideración en la que nuestro Gobierno nos tiene. Desobedecer las indicaciones de la EMA y de la OMS, hacer un experimento ad hoc con 600 participantes que causa el bochorno de cualquier científico y basarse en él para tratar de imponer una segunda dosis diferente a la primera a más de un millón de personas, y hacerlo todo sin despeinarse y con el rostro pétreo en prime time, es tratar a los españoles como una manada de ovejos. Ha sido el penúltimo ejemplo de lo sucedido en toda esta terrible pandemia donde han muerto más de 80.000 compatriotas, y donde hemos visto que el portavoz sanitario era capaz de salir un día y decir lo contrario que el día anterior, y eso sin movérsele un párpado por la vergüenza.

No ha sido sólo en el ámbito sanitario. Hemos visto también cómo se articula una subida brutal de la luz, cómo se nos manda a poner la lavadora de madrugada para  intentar que no se dispare la factura y cómo se nos dice que cuestionar eso es prácticamente de machistas. Hemos visto presentar un plan de empobrecimiento masivo con el horizonte 2050 y exhibirlo como si fuera la leche. Hemos asistido a la desvergüenza de pretender cobrarnos por circular por autovías y carreteras, o subir la edad de jubilación, y darlo por algo hecho a lo que los españoles nos tenemos que limitar a  responder con el típico “ver, oír y callar”. El ver, oír y callar típico del rebaño por el que nuestros gobernantes nos toman.

De todas maneras, esta consideración hacía el pueblo español por parte de sus élites no es algo coyuntural. Es más bien estructural. De siglos diría yo. Tal vez el punto de inflexión donde nos definieron nuestros gobernantes fue aquel en el que una serie de españoles desengancharon las mulas del carruaje de Fernando VII  y se pusieron ellos a arrastrar el carro. Fue el punto de derrumbe de cualquier posibilidad de triunfo de un proyecto Ilustrado en España, donde a los españoles se nos tomase por ciudadanos y no por meros súbditos, y la antítesis perfecta del triunfo de la Revolución en Francia. Desde entonces, sólo ha habido breves llamaradas de creencia en una España Ilustrada, inmediatamente ahogadas por nuestras élites. Lo de ahora pues no viene de nuevo. Ni siquiera de Franco. Es la continuación de esa España eterna donde las élites mandan y el rebaño obedece. Y pobre de aquél que se salga del mismo.

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