En estos tiempos de farsantes y tahúres, España exige una dirigencia diferente a la que tiene. Tal vez, y sólo tal vez, considere quien escribe esto que no se la merecen sus habitantes. Porque la han votado. No sólo una vez. Vienen haciéndolo desde hace décadas con una perseverancia más propia de los pueblos suicidas. De las comunidades degradadas. De los pueblos que merecen terminar con cadenas. Todo ello no obsta para no concluir que tal vez España necesite, como en el cine, una política de autor. Una política disruptiva con los métodos y prácticas que nos han traído hasta esta decadencia en la que estamos. Los países se degradan cuando los valores que dicen defender, y los principios que los identifican, en realidad solo son pretextos para que notables delincuentes se apropien del esfuerzo colectivo en beneficio propio. Donde la Justicia es un pretexto para consolidad la impunidad del poder.

Las almas sencillas quieren creer. Las personas buenas, que son mayoría, desean que la mentira se termine y los abusos se acaben. Esos individuos llevan adelante su vida con un esfuerzo enorme, en un escenario en el que los miserables los desprecian. No es menor mi convencimiento de que el futuro aún nos depara mayores verdades en forma de traiciones a los valores, principios y convicciones, que esa camarilla dice defender. En esta España de Pokemon, la grandeza se ha vuelto una ingenua pretensión de aquellos que creemos que es posible construir un futuro más justo, más equitativo y menos pervertido. Duele observar como la textura social se deteriora lenta pero inexorablemente con el propósito cierto de lograr la aceptación de lo inevitable. Como era antes del 15M. Desmovilizados. ¿En que nos hemos equivocado?

Creo que, en primer lugar, en subestimar el poder del oponente. En segundo lugar, creer que las personas, en general, le dedican atención a la manipulación que se lleva a cabo con el fin de consolidar sus creencias de que somos una sociedad fallida. No lo somos, pero ¿cómo explicárselo a los familiares de aquellos pacientes terminales que no reciben la atención adecuada por razones económicas? Están indefensos. Los recortes se hacen recaer en las víctimas del sistema, no en aquellos que provocan deliberadamente su desgaste. Seremos daños colaterales de las iras de los jerarcas de la UE pero, lo que no se dice, es que el descalabro en el que estamos se origina en los ingresos no en los gastos. Se produce, por no recaudar los medios necesarios en aquellos grupos de interés que se han escudado en un régimen fiscal pernicioso para los intereses generales. Los conocidos patriotas que no terminan nunca de compensar a los españoles por sus negligencias, complicidades o, directamente, acciones delictivas.

En el cine de autor, se manifiesta un afán de sorprender y salirse de la norma buscando nuevas formas de contar las cosas. Estos directores lo que pretenden es imprimir en sus películas su sello personal, su punto de vista sobre la vida, dejando a un lado la historia y centrándose en la psicología de los personajes. Los directores-autores se sirven de técnicas de montaje más arriesgadas, utilizan música o imágenes que a priori no guardan relación con la historia, incluyen personajes ambiguos, dejan los finales abiertos, utilizan símbolos. Son innovadores. Resuelven las tramas de manera diferente a los preceptos comerciales. En general, tienen en cuenta más al individuo que a las cuentas de resultado de los grandes estudios y productoras.

Como en el cine, España requiere de una política de autor que afronte de modo novedoso el conjunto de desastres que nos han dejado estos dirigentes. Dejando de lado el interés de los grandes grupos mediáticos y financieros, para centrarse en el interés de los que habitamos este país.

Creamos que es posible, antes de sumirnos en la desesperación de la realidad inmediata.

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