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Cómo cortar correctamente una hemorragia nasal

Antonio González Aguayo
Antonio González Aguayo
Licenciado en Historia, Escenografía teatral y con estudios de periodismo. Escribo en diferentes medios digitales.
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análisis

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La hemorragia nasal se produce en los vasos sanguíneos de la mucosa de la nariz, la membrana que recubre el interior de este órgano. Puede salir por una o por las dos fosas y suele durar de unos segundos a unos diez minutos. Es más común que ocurra en niños de entre 2 y 10 años (a los que pueden sangrarles la nariz incluso cuando están dormidos) y en adultos de entre 50 y 80 años. Normalmente cesa de manera espontánea y sin necesidad de aplicar ningún tipo de tratamiento.

Cuando el sangrado se produce en la parte anterior de la nariz, generalmente en el tabique nasal, son suficientes medidas conservadoras que podemos aplicar nosotros mismos. El sangrado, en estos casos, no es grave. Por el contrario, cuando la hemorragia es posterior (menos comunes pero más graves), es decir, cuando se origina en una zona más profunda de la nariz, puede llegar a requerir atención médica.

Según datos de la Academia Americana de Otorrinolaringología-Cirugía de Cabeza y Cuello, casi el 60% de las personas sufrirá alguna vez en su vida un sangrado de nariz. De ellas, solo el 6% requerirá tratamiento médico. Y según la Sociedad Española de Medicina de Familia y Comunitaria (semFYC), este tipo de hemorragias pueden estas causadas por diferentes motivos. Caso, por ejemplo de los ambientes secos provocados por el aire acondicionado o la calefacción. O de un catarro o un resfriado, ya que las infecciones del aparato respiratorio superior causan una inflamación en la nariz, y esto puede aumentar el riesgo de sangrado.

Otros motivos frecuentes son la rinitis, debido a su carácter inflamatorio, o la sinusitis en los niños. Los traumatismos relativamente fuertes. La introducción de objetos. El uso de ciertos medicamentos o la presión arterial alta, sobre todo en personas mayores. El uso excesivo de aerosoles descongestivos nasales esteroides. Los trastornos de la coagulación de la sangre, como la leucemia, y el abuso de drogas ilegales por vía nasal, caso de la cocaína.

Si se produce un sangrado de nariz debemos mantener la calma, sobre todo si se trata de un niño. Esto evitará que aumente la tensión arterial y, por tanto, la hemorragia vaya a más. Después es importante sentarse con el cuerpo y la cabeza un poco inclinados hacia delante, para reducir esa presión arterial en los vasos sanguíneos de la nariz, y proceder a limpiar las mucosas para eliminar la sangre que se haya podido coagular.

A continuación, presionar suavemente durante cinco minutos la parte blanda de la nariz con los dedos índice y pulgar, como si fuera una pinza, para que se cierren las fosas nasales, respirando por la boca. Si, pasados los cinco minutos, la sangre aún sale, volveremos a aplicar la operación. La mayoría de las hemorragias suelen ceder con esta medida. Por último, aplicar frío por encima de los huesos también puede ayudar a controlar la hemorragia.

Nunca debemos echar la cabeza hacia atrás, porque esto provocaría náuseas y vómitos, debido a que la sangre, en lugar de salir por la nariz, corre por la parte posterior de la garganta. Tampoco debemos obstruir el interior de la nariz con una gasa o algodón. Cuando la hemorragia ya esté controlada, es importante en las 24 horas siguientes, no hacer ejercicio ni esfuerzos físicos; tampoco es recomendable tomar medicamentos con efecto anticoagulante, como la aspirina, no estornudar con la boca cerrada ni sonarse fuerte.

Los casos más severos pueden necesitar otros tratamientos como el taponamiento posterior, la cauterización con nitrato de plata, después de limpiar bien las fosas nasales, y la intervención quirúrgica o embolización.

Es por ello que debemos acudir al médico si el sangrado persiste a los 20-30 minutos de aplicar las medidas conservadoras o es muy abundante. También si este tipo de hemorragias son periódicas y frecuentes (más de una vez a la semana), o van acompañadas de otras molestias como dolor de cabeza, fiebre, mucosidad, vómitos o fiebre; si afecta a niños menores de dos años, o si se produce después de un golpe en la cabeza o en la cara.

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