El pasado sábado los aficionados ultras del Olympique de Lyon dieron un espectáculo bochornoso en la grada durante el encuentro de la Ligue 1 que enfrentaba al Lyon contra el Lille y que acabó con un 1-2 a favor del equipo visitante.

Los aficionados que se auto denominan más fieles al club de sus amores exhibieron una doble pancarta de carácter machista. En ella se podía apreciar la figura de un hombre, indicando con una flecha que éste debe permanecer en el estadio, y la de una mujer, mandándola directamente a la cocina con el mismo signo de puntuación. Como si el fútbol sólo fuera un deporte de hombres y las mujeres debieran quedarse en casa, lejos de los terrenos de juego.

Curiosamente, mientras la sección masculina del Olympique de Lyon está lejos de aquel club dominador de la Ligue1 que logró 7 campeonatos de liga consecutivos (2000-2008), esta temporada lucha por quedar en puestos europeos a 12 puntos del Mónaco, el líder. Un equipo que va perdiendo fuelle y donde sólo brilla con luz propia el delantero francés Alexandre Lacazette. Todo lo contrario que en la sección femenina, donde las mujeres, a las que deleznaban los ultras, hacen brillar al Lyon a nivel mundial.

Mientras un sector de la afición ondea pancartas de corte machista, la directiva del Lyon apuesta por el fútbol femenino. Hace un mes el Olympique femenino fichaba a Alex Morgan, una de las mejores jugadoras del mundo. Y es que las mujeres lejos de la cocina rinden mucho, y en el caso de las francesas, incluso dan miedo. Las féminas de “los leones” tienen 3 Ligas de Campeones (2011, 2012 y 2016), han sido 2 veces subcampeonas (2010 y 2013), tienen 1 Mundial de Clubes y han ganado 11 Ligas y 5 Copas de Francia. En cambio sus aficionados “más fieles” las quieren lejos del Parc OL, muy coherente todo.

Pero este no es un caso aislado, pues en España también pasa. La pasada semana fue noticia un partido de la Primera División Andaluza entre el Torre del Campo y el Vilches, y no precisamente por la brillantez de las jugadas, sino por los insultos que recibió la linier del mismo, Soraya Leiva. No por su mal desempeño como trencilla, sino por un pecado imperdonable: ser mujer. Verla en el lateral hizo que buena parte del público se dirigiese a ella con expresiones del tipo: “Las mujeres no servís para nada”, “Z***, vete a tu casa que es lo que tienes que hacer y no estar aquí rodeada de tíos”, o “Te voy a meter la p*** en la boca”.

Ante semejantes lindezas, Soraya denunciará la agresión verbal con el respaldo del Sindicato de Árbitros de Fútbol español. No sólo la colegiada, sino también la fisioterapeuta del conjunto visitante recibió numerosos insultos por parte de los espectadores.

Pese a estas acciones machistas, el auge del deporte femenino atrae cada vez más el interés informativo y el del público. Tanto es así, que patrocinadores como Iberdrola, que da nombre a la Liga de Fútbol Femenino, y televisiones como MediaPro, BeIn Sport y Gol TV, que retransmiten cada fin de semana tres encuentros de fútbol femenino, apuestan por el fútbol que practican las chicas, y todo ello dice mucho del potencial y de la sinergia entre lo que pueden brindar las féminas en un deporte todavía para muchos considerado sólo para hombres. Ya caerán del burro, tiempo al tiempo.

Pero también existen aficiones que apoyan incondicionalmente a las féminas de sus equipos. Claro ejemplo de ello fue el encuentro disputado entre el Atlético de Madrid y el Barcelona el pasado 11 de diciembre de 2016 en el Vicente Calderón. Dicho partido, aparte de otorgarle la victoria y el liderato a las colchoneras, lo presenciaron más de 15.000 hinchas, llenando así gran parte de las gradas del feudo rojiblanco en su último año de existencia.

Por suerte, y pese a mentes cerradas que no superan mentalidades de siglos pasados, la mujer pisa los terrenos de juego con las mismas ganas con las que comenzaron a jugar los primeros futbolistas a finales del siglo XIX.

Está claro que el deporte rey en su sección femenina está en auge, pero como afirma Lola Romero, directora del Atlético de Madrid Femenino: “Hay que seguir trabajando, porque aún nos queda mucho camino”.

 

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