Claves para escribir un microrrelato

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El microrrelato es un texto narrativo cortísimo, que oscila entre la frase y la media página, capaz de despertar emoción en el lector. Se caracteriza por la concisión, sugerencia y precisión extrema del lenguaje, a menudo al servicio de una trama paradójica y sorprendente. Actualmente recibe nombres muy diversos que van desde el «minicuento», «microcuento» o “nanorrelato” hasta el «relato hiperbreve» o los «cuentos/historias mínimas».

Si quieres iniciarte en el apasionante mundo del microrrelato, sigue estos consejos básicos:

Hecho o anécdota. Busca una historia muy corta y visual sobre la que ya hayas meditado. Aquel hecho que destaque por su intensidad y contundencia. “Soñé que un niño me comía. Desperté sobresaltado. Mi madre me estaba lamiendo. El rabo todavía me tembló durante un rato” (El sueño, de Luis Mateo Díez).

Libertad. Debes sentirte libre para navegar entre géneros. En el microrrelato cabe de todo al ser un subgénero narrativo poco convencional. La poesía, el misterio, la filosofía, lo existencial… todo es posible en pocas frases.

Profundidad. Deja algún significado oculto, ya que, en el microrrelato hay siempre una intención irónica, paródica, humorística o crítica. Lo aparentemente frívolo debe descubrir un sentido trascendental que haga pensar al lector. “Lanzaba con presteza uno tras otro los cuchillos a su mujer, quien los recibía con el trapo para secarlos” (Escena conyugal, de Luis Felipe Hernández)

Condensación. Cuenta la historia en pequeños brochazos, como si fuera un cuadro impresionista. 5 claves: Estructura simple, 1 ó 2 personajes, espacio etéreo, tiempo elíptico y escasez de diálogos. “Mientras subía y subía, el globo lloraba al ver que se le escapaba el niño” (El globo, de Miguel Saiz Álvarez).

Referencias conocidas. Puedes recurrir a personajes históricos, grandes acontecimientos o escenas dramáticas conocidas, para ganar espacio. No tendrás que darle más datos al lector porque ya los conoce. “El conde me ha invitado a su castillo. Naturalmente yo llevaré la bebida” (La última cena, de Ángel García Galiano).

Precisión. Cumple con la máxima de hiperbrevedad, concisión e intensidad expresiva, sin olvidar la sonoridad de las palabras. Una de las ventajas de manejar tan poco texto es que puedes pulirlo una y otra vez sin perder demasiado tiempo. “Cuando estaba escribiendo el cuento más breve de su vida, la muerte escribió otro más breve todavía: ven” (Desinencia, de Juanjo Ibáñez).

Forma. Elige un modo de contarlo que sea impactante y deja el golpe de efecto para el final. Un consejo: diseña antes la primera y última frases, dejando para lo último el desarrollo. Sigue una intriga inicial, después deja una imagen evocadora y termina con un giro inesperado. “Los niños entraron a la casa y destrozaron las jaulas. La mujer encontró los cuerpos muertos y enloqueció. Los pájaros no regresaron” (Pequeños cuerpos, de Triunfo Arciniegas).

Otro final interesante puede ser el abierto, la frase profunda o la pregunta que incita a la reflexión. “El poeta de moda murió, y levantaron una estatua. Al pie grabaron uno de los epigramas que le valieron la inmortalidad y que ahora provoca la indiferencia o la risa, como la chistera, el corbatín y la barba de chivo del pobre busto. El Infierno no es de fuego ni de hielo, sino de bronce imperecedero” (Una inmortalidad, de Carlos Almira).

Título ocurrente. A veces el título le aporta el sentido completo al texto. Es decir, sin ese título la historia no se entendería. Un buen ejemplo de ello es este microrrelato de Espido Freide: “Apostados cada uno en una esquina de la cama le veían cada noche rezar y dormir. Una vez quisieron mostrarse. El niño rompió a gritar y su madre trató de convencerle de que los monstruos no existían. Ellos bajaron la cabeza, avergonzados, y ocultaron su fealdad tras sus alas”. Su título nos completa la información: Ángeles.

Reescribe. El microrrelato se sirve de un lenguaje tan exacto y conciso, que será muy difícil acertar con lo primero que escribas. Por eso es necesario que lo repases y corrijas, hasta asegurarte de decir lo mismo con el menor número de palabras. Insiste.

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