Foto: Twitter

A Ángela Mulas, diputada de Vox en el Parlamento andaluz, no la conocía nadie hasta que hoy ha dejado para la historia una de las perlas más infames de la historia de la democracia española: “Gran parte de las denuncias de violencia de género no tienen fundamento ni base real, son las llamadas denuncias instrumentales”.

Mulas trataba de justificar con esas bochornosas palabras la supresión de ayudas específicas a las asociaciones y entidades comprometidas en la lucha contra la violencia de género. La susodicha pedía de esta manera al Gobierno del popular Juanma Moreno Bonilla que deje de invertir dinero público para seguir “promocionando denuncias” presentadas por mujeres que buscan lograr “ventajas en los procesos de divorcio”.

Las brutales ideas retrofranquistas que pueden llegar a brotar de la boca de los políticos de Vox se están convirtiendo ya en parte del día a día de la vida política de nuestro país y por desgracia empiezan a no ser noticia. Nos estamos insensibilizando ante las astracanadas de un partido político que ha llegado para provocar, para degradar la calidad de la democracia y para, en un futuro quizá no tan lejano, tratar de imponer una forma de gobernar autoritaria, machista e insensible con las minorías.

Pero más allá de que el pelaje de Vox y sus comportamientos cavernícolas dejen de sorprendernos, la pregunta fundamental que habría que hacerse es: ¿hasta cuándo va a seguir alternando el Partido Popular con este tipo de personajes ultraderechistas? ¿Cuándo se va a dar cuenta Ciudadanos de que al negociar con el partido de Santiago Abascal está poniendo en grave peligro a la democracia española? Del PP ya cabe esperar casi cualquier cosa. Para un partido que ha sido capaz de caer en el nivel de fango y corrupción al que ha llegado en los últimos diez años, pactar con neofranquistas es una más. Si fueron capaces de vender a los españoles en los peores años de la crisis, dejando abandonadas a su suerte a millones de personas, no tendrán demasiados remilgos a la hora de estrechar la mano de los más extremistas, aquellos que militaron en el PP y un buen día decidieron desertar del partido hartos de la “derechita cobarde” de Rajoy y de su tibieza con Cataluña. Pero ver cómo Ciudadanos −ese partido que decía llegar a la vida política española para supuestamente regenerarla de comportamientos antidemocráticos−, se arroja en brazos de los posfalangistas de Abascal produce estupor, desolación y vergüenza. Hoy mismo la consejera de Igualdad, Rocío Ruiz, se ha dedicado a titubear, a ser condescendiente con su socia de Gobierno y a mirar para otro lado en lugar de recriminar con contundencia la ignominiosa intervención de Mulas. “No vamos a dar ni un paso atrás”, ha dicho Ruiz, una supuesta independiente que llegó a la política de la mano del partido de Albert Rivera. La portavoz naranja ha vuelto a escribir una página plena de ambigüedad, ya que tras garantizar que no habrá marcha atrás en las políticas de igualdad, ha garantizado a Vox que no habrá “subvenciones nominativas” para luchar contra la violencia de género en Andalucía: “Pueden estar tranquilos, ninguna de esas ayudas se dará a dedo. No hay ninguna subvención a dedo”. Esa mansedumbre y esa tolerancia con la ultraderecha andaluza demuestra, ya de por sí, en lo que está Ciudadanos, una formación que sufre un extraño síndrome de Estocolmo respecto a quienes parecen haber secuestrado su supuesto espíritu democrático.

La tal señora diputada Mulas probablemente ha tenido hoy sus cinco minutos de gloria.  Con su ofensa intolerable hacia las mujeres maltratadas ha conseguido salir en las portadas de los periódicos y en los telediarios de mediodía. “Pensar que todas las denuncias son verdaderas y no obedecen a otros intereses es eliminar la presunción de inocencia a todos los hombres que sean acusados, y creer que no hay mujeres mentirosas”, ha manifestado antes de exigir la abolición de la Ley de Violencia de Género y de mentir con las cifras, ya que según Mulas el número de denuncias sobreseídas o que acaban en absolución del acusado son “más del 85 por ciento”, lo cual es rotundamente falso.

Con su intervención de un nivel intelectual que no da la talla mínima exigible para representar con dignidad el alto cargo que ostenta como diputada regional, Mulas se ha retratado para siempre. Sin duda, esas palabras habrán hecho daño, mucho daño, a miles de mujeres españolas que hoy conviven con el miedo a que sus parejas se ensañen con ellas o incluso terminen matándolas en un arrebato machista. Pero eso a la señora Mulas le da igual. Ella solo piensa en subir al atril del Parlamento, soltar su abominable speech contra las mujeres maltratadas y cobrar a final de mes de esa misma democracia que sueña con destruir algún día.

2 COMENTARIOS

DEJA UNA RESPUESTA

Comentario
Introduce tu nombre