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Cieno, mentiras y copas de vino

Jesús Ausín
Jesús Ausín
Pasé tarde por la universidad. De niño, soñaba con ser escritor o periodista. Ahora, tal y como está la profesión periodística prefiero ser un cuentista y un alma libre. En mi juventud jugué a ser comunista en un partido encorsetado que me hizo huir demasiado pronto. Militante comprometido durante veinticinco años en CC.OO, acabé aborreciendo el servilismo, la incoherencia y los caprichos de los fondos de formación. Siempre he sido un militante de lo social, sin formación. Tengo el defecto de no casarme con nadie y de decir las cosas tal y como las siento. Y como nunca he tenido la tentación de creerme infalible, nunca doy información. Sólo opinión. Si me equivoco rectifico. Soy un autodidacta de la vida y un eterno aprendiz de casi todo.
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Un último esfuerzo y habrá llegado al final de la cuesta. Espiridión está a punto de vencer uno de los puntos más peligrosos de la ruta que se ha comprometido a realizar. Una ruta que acabará llevando por fin los cuartos que necesitan en ese poblado chabolista situado en lo alto del Portillo para que puedan pagar a la compañía eléctrica que les ha dejado sin electricidad, haciendo que, vivir allí, con diez grados bajo cero por las noches y un Cierzo que se cuela en los huesos durante todo el día, sea una misión para mujeres y hombres de una naturaleza sobrehumana. Por fin los niños podrán estudiar a la luz de una bombilla, tener conexión a internet dónde resolver dudas o jugar a la Play en esos días en los que es imposible jugar al gua, a la toba en cruz, al truque, al hinque, al fútbol o simplemente coger la bici e ir a explorar los enormes aguachares producidos por la extracción de áridos junto al pinar.

Llegar allí, a la curva final dónde la vía pecuaria encara ya la última subida con una pendiente mucho más suave, no ha sido fácil. Atrás quedaron los preparativos. Ningún banco quiso adelantar un capital, que tenían asegurado por el valor de las construcciones de un poblado que de chabolista sólo tiene la imagen que durante años crearon los que, sabiendo que podrían construirse mansiones de lujo con unas vistas al valle propias de un reportaje del National Geographic, intentaron echar como fuera a sus habitantes a base de malinformar, malmeter y contar historias irreales de kundas, yonkis, putas, chulos, robos a punta de navaja e incluso invenciones sobre tiroteos inexistentes y palizas sin informes médicos posteriores. El trabajo de decenas de activistas incansables que tuvieron el arrojo de enfrentarse a las autoridades (que siempre han respaldado a los que querían quedarse con los terrenos) y recaudar pequeños donativos hasta conseguir el capital suficiente y desmesurado que pedía la compañía eléctrica para reanudad el servicio, fue el que logró el objetivo de alcanzar la meta de la primera etapa .

Una normativa municipal, aprobada a última hora, precintaba una calle por la que se accedía al monte. El coche conseguido con el que llevar el dinero, era por tanto ya inservible. Sólo se podía acceder a la cumbre a través de una antigua ruta por la que subían y bajaban los carboneros antiguamente con sus mulos y que únicamente se podía hacer andando o en bicicleta. Pero subir andando con un par de bolsas en cada mano, “cantaría” mucho y los mismos bancos que se habían negado a prestar el importe solicitado por la eléctrica, habían convencido al gobierno de que era imprescindible sacar una ley para penar el transporte en moneda de más de quinientos euros, convirtiéndolo en un delito de tráfico monetario penado con entre seis y veinte años de cárcel. La ley se había aprobado una semana antes de conseguir la cifra solicitada.

Por tanto, sólo quedaba buscar un voluntario que hiciera la ruta en bici, que se vistiera con el equipo oficial y el uniforme de una compañía de mensajería para que llevara los billetes entre dos destinos, envueltos como si fueran envíos con un remitente y varios destinatarios y como si se desconociera el contenido. Pero tampoco había ninguna empresa que quisiera colaborar. Hubo que dar una de alta y buscar un trabajador bien pagado, aunque comprometido con el objetivo, que quisiera hacer el esfuerzo de subir en bici rampas del 6 % de desnivel.

Y allí estaba Espiridión, que había asumido el reto convencido de que estaba haciendo una buena obra y que los vecinos del Portillo merecían ser tratados como ciudadanos de primera. Había tenido que sortear clavos en la calzada, bajarse de la bici para poder superar un árbol caído, que cortaba el paso. En el primer kilómetro le habían soltado perros que pudo esquivar pedaleando con todas sus fuerzas. Se había mojado porque desde una de las casas situadas en lo alto de un terraplén, le regaron con una manguera. Hacia la mitad de la subida, se encontró con una valla cerrada con un candado. Era imposible el paso. Uno de los  que había constituido la mensajería, estaba esperando en una silla, le dijo que le abriría la verja a cambio de uno de los diez paquetes que llevaba. Espiridión, dijo que no. Pero media hora de espera al sol del mediodía, le hizo pensar que mejor 9 paquetes que nada. La verja se abrió. Doscientos metros más arriba, otros empleados de la nueva mensajería ocupaban la calzada. Un carro atravesado, cortaba el paso entre el terraplén y el acantilado. Le pidieron tres paquetes más a cambio de despejar la vía. Una hora después acabó cediendo. Y allí estaba, ahora, con seis de los diez paquetes con dinero a punto de encarar la última rampa. Cuando se disponía a emprender la marcha, un montón de tierra y piedras cayeron delante de él cortando el paso. A continuación, el director general de la empresa de mensajeros, acompañaba a un hombre subido en una excavadora pequeña, le pidió cuatro paquetes por el trabajo de abrir paso. Cansado de todas las trampas, ni siquiera discutió con ellos.

Cuando llegó a la cima, no explicó lo que le había pasado con la empresa de reparto, ni que se habían quedado con la mayor parte de lo recaudado. Simplemente llegó a casa del enlace y le dijo: “toma. Esto es todo lo que hemos logrado conseguir. Sé que no es suficiente pero algo podrás hacer con ello y mejor esto que nada”.

*****

Cieno, mentiras y copas de vino

Hace un tiempo (no sé si aún sigue en emisión), había un programa en Discovery Channel sobre el control de aduanas en Australia. Al cuarto programa, te queda claro que allí, lo único importante es no mentir y que te pillen en un renuncio.  Porque entonces, ya no hay razón humanitaria, ni cuestión legal que valga. Si te pillan en una mentira, te negarán el acceso al país y te repatriarán a tu lugar de origen. Por eso, días atrás cuando desde España tanto moralista que engaña desde el fisco a su mujer, daba palmas con las orejas porque al rico de Djokovic le habían aplicado la justicia sin tener en cuenta que era una figura del tenis mundial, a mí me daba la risa. No era cuestión de justicia, sino de las mentiras con las que quiso salvar su negativa a vacunarse.

Aquí lo de no mentir, no sólo no se cultiva, sino que se fomenta todo lo contrario. Desde pasar por alto que hacer trampas en un examen, copiando o dando el cambiazo, mentira, que en la cultura anglosajona te lleva a la expulsión del colegio o de la universidad, hasta conseguir un piso de protección oficial a través de la influencia de un amigo, aunque no cumplas las condiciones, o para conseguir una subvención para arreglar la casa del abuelo en el pueblo porque te comprometes a alquilarla como alojamiento rural y cuando llaman para solicitar pensión, decir siempre que no es posible porque está al completo.

Hace unos días, surgía una tremenda polémica en redes sociales, aumentada desde los medios de incomunicación, por el supuesto “tongo” acaecido en un concurso televisivo dónde al espectador se le cobraba por emitir un voto y, al parecer, según he podido leer, todo estaba amañando desde el principio porque el jurado era juez y parte y tenía que ganar una canción cuyos derechos de autor iban a una productora americana y las canciones que recibieron el voto masivo de los espectadores (pero, ninguno del jurado) eran de las personas que las cantaban. Sea como fuera, lo que es sorprendente es que el jurado, hasta en dos ocasiones (semifinal y final) no diera ni un solo punto a las canciones preferidas de los espectadores y que con esa puntuación, fuera imposible ganar el concurso. Pero sobre todo, las peregrinas explicaciones desde RTVE en las que se omite lo principal, que los votos de los espectadores no se han realizado gratuitamente sino a través de una aplicación de móvil que les cuesta dinero. Es decir, pagas por votar y el organizador sabe desde el principio que tus votos sólo van a servir para recaudar en un jugoso negocio. Nuevamente la mentira se pasa por alto y se desecha como algo poco importante. Y encima si da la casualidad de que las dos principales candidatas del público son unas profesionales que cantan en Galego y una catalana que concursaba con una canción feminista, pues ya tienen un frente sobre el que desviar la atención, cuando lo único que ha importado en la decisión es el puñetero negocio.

Como mis más fieles lectores saben, he sido miembro de Podemos e incluso participé en la fundación del Circulo de Barajas. A través de las mentiras, (la primera la horizontalidad de la formación), desencantos y decepciones he llegado a la desafección más absoluta de esta formación y sobre la política en general. Es la primera vez en mis casi sesenta años de vida que no veo ninguna esperanza en el futuro, ni nadie que pueda cambiar las indecentes condiciones de vida que hemos obtenido gracias a no cuidar el uso de nuestro voto, de no pararle los pies a ladrones, defraudadores y corruptos y de creer el cuento de que capitalismo y sueño americano son lo mismo y que el comunismo te lleva directamente a un campo de concentración en la  Siberia profunda. Los olvidos como que los que metían a las personas en campos de concertación, los que coartan libertades y asesinaban en cunetas por haber tenido alguna relación con formaciones sospechosas de ser leales a la república, son los mismos que ahora niegan que lo del 36 fue un golpe de estado ilegal, los mismos que  tienen un charrán como logo o un color verde moco en su marca, y han logrado deformar la realidad de tal manera que, como decía en el anterior artículo, hemos asumido que la pobreza, el servilismo, las condiciones deplorables laborales o la riqueza de unos pocos en detrimento de la pobreza general de muchos, es la normalidad y un principio inamovible.

Decía el otro día el gran Jonathan Martínez en este artículo «Es legítimo apelar al pragmatismo, pero conviene explicarle a la gente una realidad. Y es que las leyes que tocan la médula de las relaciones capitalistas no se dirimen en la supuesta sede de la soberanía popular sino en despachos de puerta cerrada regentados por señores a los que nadie jamás ha votado. A estas alturas no me extraña que nos den una vez más sopas con honda, pero que al menos tengan el detalle de decirnos quién manda aquí.» Y ese es el quid de toda la cuestión. Hay que ser muy iluso para creer que las cosas iban a cambiar de la noche a la mañana. Hay que serlo también para creer que si podemos fuera un problema para el Régimen del 78, como lo era con 69 diputados y estaba a punto del sorpaso a esa formación del Régimen que se dice de izquierdas pero que protege las presuntas corruptelas borbónicas, que ha llenado de miembros de su partido, exministros y ex altos cargos, los consejos de administración de eléctricas, bancos y hasta de la secretaría General de la OTAN, le iban a dejar llegar al gobierno.

Pero lo que nunca podemos consentir es que, quienes nos metieron en casa después del 15M, quienes nos dijeron que al cielo no se llega por consenso, sino por asalto, quienes recibieron toda la ilusión por su entrada en el sistema para cambiarlo desde dentro, ahora nos mientan, se comporten como uno más de los que nos han llevado a tener 2,2 millones de niños en la pobreza extrema y uno de cada tres hogares con problemas económicos para llegar a fin de mes (12 millones de pobres), y sobre todo que en lugar de poner luz y taquígrafos a la situación, como prometieron, y explicarnos que no se puede hacer más de lo que se hace, porque se han encontrado con los fulanos (nombres y apellidos), estamentos o grupos de presión que lo impiden, apaguen la poca luz existente, nos mientan y nos vendan una burra vieja, desdentada y coja como un purasangre capaz de ganar la Dubai World Cup y para colmo intenten maquillarlo asegurando que no corren en la carrera de Dubai sino en la Japan Cup porque allí no mandan señores feudales que tratan a las mujeres como un objeto más de su colección.

La reforma laboral tenía mayoría suficiente (la de la investidura) para ser derogada y sustituida por una legislación acorde con los derechos de los trabajadores y con la redistribución de la riqueza. Y ya sabemos que es el PSOE el que no ha querido cambiar nada. Pero la misión del Podemos al que yo pertenecía y al que voté, era denunciar las triquiñuelas y no ponerse al frente de una gran mentira que lo único que ha hecho es rellenar 34 páginas de literatura en un RD cuyos escasos artículos están redactados de tal forma que cada uno que los lee interpreta lo que más le conviene (con lo que serán los rancios jueces los que dictaminen) y que el único fin para su publicación era cumplir con el mandato de la UE para poder recibir Fondos europeos en materia laboral.

Muchos se preguntan qué tiene de malo mentir. Pero el problema real es que la mayoría de la gente ya sabe que la derecha miente habitualmente. Pero eso es consecuente con su ser y su comportamiento. Mentir desde la izquierda es un pecado mortal precisamente porque siempre proclamamos la decencia, la honestidad y que somos consecuentes. Si nos vamos a comportar como la peor derecha (incluida el PSOE) no tenemos ningún futuro. Las copias, nunca van a superar al original.

No se pueden asaltar los cielos disfrazado de ángel.

Salud, ecología, feminismo, república y más escuelas públicas y laicas.

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