El pasado sábado 11 de julio recibí dos regalos vitales, quizás por mi reciente cumpleaños, uno por la mañana y otro por la tarde. Gracias.
A mediodía me acerqué al templo del conocimiento que es la Feria del Libro de Madrid, en la capilla 145 estaba Jaime Alguersuari dedicando su carta papal sobre el milagro que es Pedro Acosta (nieto), a otros arzobispos de la conferencia espiscopal motera española como son ni más ni menos, que don Valentin Requena, don Andrés Pérez Rubio, y Rafa cerro al que me sonaba su cara, pero no supe ponerle historia. A los que pronto se unieron otros obispos como Gustavo J. Cuervo, Carlos Hernández hijo de ¡Luike! y hermano de Juan, Barry y Rubén amigo de Emilio Scotto en un sínodo de Los Últimos de Filipinas.
De una tacada puede desrevistar, destelevisar y desvirtualizar a una parte de los creadores del motociclismo pre digital, en el que muchos nos realizamos vitalmente hace décadas. Y en plena recta del circuito de velocidad del gran premio de El Retiro, donde El profe me contó que en 1966 allí se corría. Jaime, ¡1966!
Por la tarde, mi amigo de la adolescencia Guillermo (también motero), se casaba con Cris, y me dirás ¿qué tiene de estelar? Pues mucho. Guillermo es un ser de luz, desde que le conozco, cuando él está presente la alegría invade tu ser. Pero hace tres lustros sintió la necesidad de explorar un agujero negro que absorbió toda su luz, y se alejó al vivir en otra dimensión. De aquella vital experiencia, la vida le brindó dos regalos, cual seres de luz como son sus dos hijas mayores.
Sé que todo enlace matrimonial es un canto a la vida, pero este fue diferente, Cris y Guille llegaron a Roma a través del amoR, y el lenguaje universal que es el baile, que se materializó en la tercera hija de Guillermo. El sábado por la noche, por fin, pudimos empezar a celebrar la Bienvenida a un amigo.
Gracias.