Castilla y León: El pacto de la desvergüenza

Alfonso Fernández Mañueco se ha colocado como ejemplo oprobioso de lo que un político es capaz de hacer para mantenerse en el poder

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Alfonso Fernández Mañueco
Castilla y León: El pacto de la desvergüenza

El Presidente de la Comunidad de Castilla y León, Alfonso Fernández Mañueco, se ha colocado como ejemplo oprobioso de lo que un político es capaz de hacer para mantenerse en el poder, a costa de lo que sea, al dar entrada en el Gobierno autonómico a la extrema derecha. Da igual que esa decisión implique desdecirse de sus palabras de hace pocas semanas, o le obligue a retorcer modo hilarante el lenguaje al presentar el acuerdo de la vergüenza, para no decir violencia de género. Reflejo de su catadura moral por la ligereza con la que se desprende de su propio ideario, al tirar por tierra lo que afirmó el 11 de febrero en Peñaranda de Bracamonte al señalar cuales eran sus líneas rojas: «lucha contra todo tipo de violencias, entre ellas la de género por ser estas las peores violencias que existen»; y fijo la búsqueda de la igualdad como línea maestra de su acción de gobierno, asunto dijo: «que no es cuestión de partidos políticos sino de sociedad».

Ya no sorprende la anomia moral de personajes como Mañueco para, sin despeinarse, decir b donde antes dijo a, con una naturalidad que trasluce que esa es su norma de conducta en la política y en la vida. Es ahí donde radica el verdadero mal de su acción perversa, pues ahonda en la mala imagen que ya tiene la política y el desprestigio de sus actores. Conducta que reafirma el mensaje dañino de que todo vale para mantenerse en el machito. No es tanto – que lo es – caer en brazos del chantaje de la extrema derecha durante toda una legislatura en la que se verá forzado a tragar sapos y culebras para mantenerse en la poltrona; sino la falta de personalidad y fuste político, para explicar a los castellano-leoneses que mejor ir a nuevas elecciones, antes que dar entrada en el Gobierno al fascismo.

Cobardía que esconde su inseguridad y confirma que se siente incapaz de ganar por sí mismo unas nuevas elecciones; en la máxima de que mejor lo malo conocido que lo bueno por conocer: si sigo en el poder. Lo malo es que su rectificación desvergonzada obliga a Feijoo, presidente in pectore del PP, a desdecirse también de su mensaje: el PP no debe dar entrada en la administración pública a la extrema derecha. Primer marrón, no menor, que empaña su llegada al cargo con la vitola de ser el primer presidente del partido que permitió, que se comió el sapo, de la entrada de la extrema derecha en un Gobierno. Y todo, en el ambiente enrarecido que continúa en el PP, donde no se olvidan los desplantes de IDA en el último cónclave popular que aupó a Feijoo, reflejo de que las aguas siguen turbias porque todos saben que Ayuso no va a descansar en su afán de poder, lo que va a desestabilizar el mandato de Feijoo. El sainete, sin fin, continúa.

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