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Casado quiere abolir los indultos para los condenados por sedición pero no para los corruptos del PP

El líder popular se mete en un jardín al exigir que los implicados en el “procés” no sean indultados y olvidarse de los cientos de políticos de su partido encarcelados que ya han solicitado la medida de gracia

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análisis

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“El Gobierno no se plantea los indultos”, ha dicho con contundencia el ministro Ábalos, que considera la sentencia del ‘procés’ “ajustada a derecho y una oportunidad, tras el baño de realidad”, para recuperar la política y restablecer el diálogo en Cataluña. Parece claro que a las puertas de unas elecciones, Pedro Sánchez no quiere ni oír hablar de los espinosos indultos porque es malo para las encuestas, para las urnas y en general para el negocio. Después del 10N ya se verá; es más que probable que los abogados de los líderes independentistas condenados muevan los pertinentes escritos, apelaciones y recursos, y con ellos la petición para que sus defendidos sean indultados. Entonces el Ejecutivo socialista tendrá que mojarse. Y veremos si llegado ese momento, pasado ya el torbellino electoral, los cálculos estratégicos y la propaganda, Sánchez se muestra tan inflexible como hoy ante la medida de gracia para los procesados.

Todo lleva a pensar que el presidente en funciones modulará su discurso a medida que vaya pasando el tiempo tras los comicios, ya que la resolución del problema catalán pasa necesariamente por sacar a la calle a los presos del “procés”. Sin la fiesta de retorno a casa y bienvenida para los héroes condenados del 1-O, sin el confeti lloviendo de los balcones, el cava corriendo a raudales y Els Segadors a todo volumen en las calles de Barcelona y hasta en el último pueblo del Ampurdán, no habrá posibilidad alguna de intentar el diálogo, mucho menos la reconciliación.

De modo que todos los partidos se mueven de puntillas y se la cogen con papel de fumar, como suele decirse, a la hora de valorar la histórica sentencia del Supremo. Cualquier error táctico puede resultar fatal. El más mínimo desliz, traspié o metedura de pata en una valoración apresurada o arriesgada de la resolución judicial durante la campaña que se avecina puede costar veinte puntos en las encuestas y un súbito descalabro. El equilibrio de los partidos actuales es frágil y entre el éxito y el fracaso solo media un peligroso café a destiempo con Alsina, cuyo programa se ha convertido en una trampa de arenas movedizas para cualquier político que esté en campaña, y si no que se lo pregunten a Rajoy.

Todo eso lo sabe Pablo Casado, que tras conocer el fallo del Alto Tribunal se ha mostrado dialogante, atemperado, moderado, ofreciéndose para ponerse al lado del Gobierno y afrontar el problema catalán con unidad de acción del bloque constitucionalista. Sin embargo, las contradicciones del líder del Partido Popular afloran inevitablemente a poco que este abre la boca. Dice Casado que si su partido gana las elecciones sería “algo a estudiar” una modificación legal para impedir que los condenados por delitos de rebelión y sedición no puedan beneficiarse del indulto como medida de gracia. Y ahí es donde, en la propia propuesta, está el cepo en el que cae sin darse cuenta el proponente, ya que Casado pretende acabar con los indultos para rebeldes y sediciosos pero no para corruptos, butroneros y aprovechados, que en España son legión y un cáncer mucho más avanzado y letal.

Llama poderosamente la atención que Casado quiera negarle el indulto a Junqueras y los suyos pero no diga nada de negárselo al poderoso clan entrullado de Génova 13, toda esa extensa fauna y flora que hoy cumple condena por corrupción en las cárceles españolas. A fin de cuentas los líderes independentistas encarcelados son solo cuatro gatos, Els quatre gats, como se hacían llamar aquellos magníficos modernistas catalanes, o sea los Utrillo, Casas, Rusiñol y Pere Romeu. Pero las prisiones están repletas de otros potenciales y virtuales candidatos a la medida de gracia, cientos de políticos populares que aguardan ansiosos que les caída la pedrea del indulto por Navidad. De ellos, de esos antiguos camaradas de partido y compañeros de correrías políticas que un día se llenaron los bolsillos, falsearon pruebas, prevaricaron, traficaron con influencias, malversaron, maquinaron hasta cometer todos y cada uno de los delitos recogidos en el Código Penal, sin dejarse ni uno solo, nada dice el presidente nacional del PP. ¿No sería más higiénico, ético y honrado empezar por abolir el privilegio del indulto para los corruptos, señor Casado? ¿No sería mucho más necesario evitar que los peligrosos ladrones y cleptómanos que han saqueado a los españoles a manos llenas durante tanto tiempo se fueran de rositas a sus casas, felizmente indultados? Porque antes que el patriotismo está el pan. Y antes que España están los españoles. Y tiene más perdón un “indepe” iluminado que se ha pasado de tuerca pero no le ha hecho daño a nadie que aquellos que llevaron el país a la ruina.

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