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Casado está a un paso de que le hagan un Rivera

Los malos sondeos del PP de cara a las elecciones en Castilla y León ahondan en la crisis de liderazgo del dirigente conservador

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análisis

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Tal como van los acontecimientos en Castilla y León, hay que estar ciego para no ver que Pablo Casado puede que no se coma el turrón en el PP las próximas Navidades. Es más, como se descuide, no llega al verano en calidad de presidente del Partido Popular. Su proyecto ha encallado en las encuestas a pocos días para la cita decisiva, Vox va como un tiro en los sondeos (ya se habla de que puede ganar hasta trece escaños, un dato ciertamente escalofriante) y algunos prebostes que transitan a diario por los pasillos de Génova 13 murmuran y conspiran para que Isabel Díaz Ayuso dé el paso adelante que todos esperan y se haga con las riendas de un partido que a día de hoy da la sensación de ir a la deriva y cuesta abajo. Ya podemos decirlo abiertamente y sin miedo a que nos tachen de exagerados o apocalípticos: Casado se ha cargado el PP.

Al político se le conoce por sus maneras, por su estilo, por su sello personal. Desde que llegó a la dirección del principal partido conservador español, Pablo Casado ha impuesto unas formas extrañas, marcianas, de ejercer sus tareas de oposición. Para empezar, llama poderosamente la atención su habilidad para abrir debates ficticios muy alejados de la realidad del país, o en otras palabras, es un auténtico experto en meterse en charcos peligrosos de los que el PP suele salir bastante mal parado y sufriendo un desgaste evidente. Un ejemplo: Casado es ese hombre que en plena campaña electoral en Castilla y León, cuando se está jugando nada más y nada menos que el futuro del partido, es capaz de plantarse en una macrogranja para declarar la guerra a los enemigos de la remolacha y soltar chistes malos y burdas comparaciones entre el sanchismo y personajes de ficción como Frankenstein, Drácula y los zombis. Como ocurrencia de bar no está mal, lo malo es que en el juego político las metáforas las carga el Diablo y hay que estar muy ducho a la hora de construirlas y manejarlas con destreza o de lo contrario se corre el riesgo de oscurecer el lenguaje, de tal forma que el receptor no entienda al emisor del mensaje y fracase el complejo acto de la comunicación humana.

Castilla es tierra de grandes escritores como Santa Teresa de Jesús o San Juan de la Cruz y de obras eternas de la literatura como El Lazarillo de Tormes, cumbre de la formidable picaresca española llena de ingenio y gracia. A esa cuna de las letras universales hay que ir bien entrenado, leído, versado. No se puede llegar a un mitin y soltar las cuatro pamplinas que a uno se le vienen a la cabeza en ese momento (en plan improvisar) porque los castellanoleoneses son sabios y cultos y enseguida pillan las carencias, las lagunas, los trucos estilísticos de brocha gorda del candidato. Además, ¿qué les importarán Frankenstein, Drácula y los zombis a los recios y sufridos habitantes de esa región que tratan de sobrevivir como mejor pueden en la España Vaciada? ¿Qué interés puede tener un castellano viejo en el supuesto talento de Casado para la burla, el chascarrillo y la guasa fácil? Las gentes de los páramos yermos de la añeja Castilla son personas serias, cabales, y tienen problemas mucho más acuciantes que resolver, como la desertización, la despoblación, la falta de agua, el envejecimiento demográfico, el paro estructural, el secular atraso industrial, la decadencia de la ganadería y la agricultura, la factura de la luz, el subidón de los precios desbocados y otras cuestiones perentorias. Ver cómo un señorito de ciudad con fachaleco y botas de campo llega a tu pueblo, coloca cuatro estupideces demagógicas sobre las macrogranjas delante de un rebaño de ovejas y con las mismas se vuelve para Madrid sin proponer soluciones, sin presentar programa electoral alguno, sin exponer un proyecto para Castilla y León y para España, canta mucho y debe tocar bastante la moral. Maldita la gracia del chistoso que cree que los ciudadanos son tontos y disfrutan con el rock and roll dialéctico, con la basura del improperio y el insulto, mientras que se aburren cuando se abordan los asuntos de Estado con datos reales, con planes eficaces, con rigurosidad.

De modo que si el líder del PP cree que tiene vena para la comedia (algo que está por ver, ya que nadie se ríe con sus gracietas previsibles) que se meta a actor o a experto en monólogos del Club de la Comedia. Pero a la madre Castilla un respeto, oiga. Así no extraña que, ante la constatación de que el PP se ha convertido en un partido fallido sin un liderazgo moral fuerte (ser fuerte no significa ofender más o gritar más que el otro), los votantes de esa comunidad autónoma estén buscando alternativas en plataformas ciudadanas como Soria ¡Ya! o huyan en abierta desbandada a Vox, el partido de los indignados de derechas, que también los hay y muchos.  

Por tanto, la estrategia casadista, abusar de la caricatura y el esperpento de Sánchez como único recurso, caer en la retórica humorística vaciando la política de contenido y banalizándola trumpistamente sin aportar programas, medidas, soluciones concretas, ha terminado por llevar al desastre al Partido Popular. Lo malo es que Casado es persistente en el error y terco de mollera y lejos de escarmentar ha seguido insistiendo en la táctica del faltonismo, la crispación y el sectarismo del no a todo. Y no será porque no le han dicho veces aquello de “Pablo, que no vas por buen camino”. Aznar le ha dado varios toques de atención (no se trata de llegar a la Moncloa por llegar, sino para qué), Feijóo también se las ha soltado de forma elegante y hasta Mañueco, que no es ningún muñeco, le ha advertido que las elecciones del domingo se las juega él y no la dirección nacional de Madrid. Hasta Díaz Ayuso, que aunque tiene tirón como lideresa conservadora no es precisamente una lumbrera al estilo Margaret Thatcher, se permite darle lecciones. Pero ni por esas. La tumba del político se cava con la tierra de la arrogancia.

Todo lo cual nos lleva a concluir que a Casado están a punto de hacerle un Rivera. Contrastado su poco talento y dedicación al partido, terminarán poniéndolo de patitas en la calle. Y es que últimamente su “productividad” también está alcanzando “niveles preocupantes muy por debajo de cualquier estándar razonable”, tal como le han afeado los del bufete Echevarría al exlíder de Ciudadanos. O sea que mucho jijí y mucho criticar a Sánchez pero de trabajar por España poquito.

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