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Carta abierta a Pablo Iglesias y a tantos otros amigos y amigas de izquierda

Margarita Mediavilla Pascual
Margarita Mediavilla Pascual
Profesora de Ingeniería de Sistemas y Automática en la Universidad de Valladolid. Sus líneas de investigación se centraron en la ingeniería de control y la robótica hasta el año 2003, en que se orienta hacia la dinámica de sistemas aplicada a la energía y la sostenibilidad. Desde el año 2011 es miembro del Grupo de Investigación en Energía y Dinámica de Sistemas de la UVa, formado por profesores e investigadores que quieren acercar sus preocupaciones como ciudadanos del mundo a la investigación académica. El grupo está realizando estudios acerca de la crisis energética global, los límites del crecimiento y las posibilidades de las energías renovables, y además mantiene una importante línea divulgadora con cursos, conferencias y artículos.
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análisis

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Estimado Pablo,

Hace unos meses pude ver aquella entrevista tuya en la que arremetías con enorme beligerancia contra quienes han optado por no inyectarse las vacunas covid y defendías la vacunación obligatoria. Me sorprendió enormemente, más que tu mensaje en sí, la vehemencia y seguridad con que hablabas de una medida que, en aquellos momentos, se me antojaba, como mínimo, inmensamente compleja y espinosa.

He de reconocer que la lógica que exponías en tu discurso era clara como el agua y perfectamente coherente. Decías, más o menos, algo así: “si es cierto que las vacunas son la única solución conocida a una enfermedad que está saturando las unidades de cuidados intensivos, es lógico que sean obligatorias para poder proteger a las personas más débiles que necesitarán el cuidado hospitalario”.

Tu razonamiento es lógicamente perfecto. Se basa en valores de solidaridad, cohesión social y cuidado de los más débiles que suscribo completamente. Pero la lógica y los valores sólo son instrumentos útiles cuando se basan en premisas verdaderas. La lógica necesita del empirismo. Sin ese cuidadoso análisis de los datos que nos permite acercarnos lo más honestamente posible a la realidad, la lógica se convierte en entelequia manipulable y capaz de llevarnos a las mayores aberraciones.

Tampoco los valores altruistas sirven para mucho cuando son conducidos ciegamente. No deberíamos olvidar la cantidad de veces que valores como el “compromiso social” el “amor a la patria” y la “caridad cristiana” han sido utilizados a lo largo de nuestra historia para quemar herejes, fusilar ilustrados o enterrar vecinos en las cunetas.

Y me temo, Pablo, que ese razonamiento tuyo tan impecable estaba basado en tres premisas cuya veracidad, a estas alturas, no sé si todavía eres capaz de sostener: que las vacunas eran la única solución y que son seguras y eficaces. Porque imaginemos, por ejemplo, que los datos confirmasen algo que en estos momentos todavía suena bastante “conspiranoico”, pero quizá algún día se convierta en la versión oficial (como tantas otras cosas que han cambiado de bando estos meses): que las vacunas tienen muchísimos efectos adversos y, aunque reducen muertes por covid, causan más ingresos en UCI de los que evitan. Si esta suposición que ahora parece “rocambolesca” se confirmase, Pablo, tu clara y coherente lógica se volvería contra ti y te acusaría de ese crimen que ves en los otros: de la muerte de los más débiles, no tanto por egoísmo, como por inconsciencia.

¿Cuál es la diferencia entre la lógica del ideal solidario y la lógica de la barbaridad extrema? Ninguna. Lo que separa la barbaridad del heroísmo es la conciencia, la sensibilidad ante la realidad, la visión libre de dogmas y prejuicios.

Y bien… ¿qué nos dice la realidad? Para saberlo es preciso revisar los datos, todos los datos, no solo aquellos que aparecen en los medios de comunicación de masas, que sabemos bien (y tú más que nadie, Pablo) a quién pertenecen.

No soy experta en biología, ni médico ni epidemióloga, pero mi trabajo consiste en revisar y analizar cientos de estudios científicos. A mediados de 2020 empecé a analizar estudios sobre esta enfermedad que estaba condicionando tantísimo nuestras vidas y tropecé con un aspecto especialmente insidioso: los ensayos clínicos de los tratamientos precoces. A la luz de los datos que empezaron a destapar notables médicos y científicos de todo el mundo (y que me tomé el trabajo de revisar desde las fuentes originales, cosa que pocas personas hacen) la brillante narrativa oficial del “seguras, eficaces e imprescindibles” se empezó a hacer añicos en mi mente.

No voy a explicar los estudios que me llevaron a dudar en un primer momento y a confirmar, más adelante, que el discurso oficial estaba lleno de peligrosísimas verdades a medias, porque convertiría esta carta en un texto ilegible, pero, para quien quiera tomarse el trabajo de revisarlos, he escrito varios posts[1] y existen buenas recopilaciones[2]. A estas alturas, quien quiere abrir los ojos, puede ver que hay millones de datos que muestran que el discurso oficial sobre la covid y las vacunas ha estado lleno hasta arriba de inconsistencias.

Existen pocas personas en este mundo con conocimientos científicos suficientes para juzgar si, como afirman los doctores de la FLCCC, se conocen ya más de una docena de tratamientos precoces cuya eficacia es superior a la de las vacunas y cuyo uso podría haber salvado millones de vidas; o si, como afirman los doctores Peter McCullough, Tess Lawrie, Luc Montagnier  o Robert Malone, las vacunas covid son las inyecciones más tóxicas de la historia de la medicina[3]. Pero lo que sí tengo conocimientos suficiente para juzgar (tanto yo como cualquier persona que lea inglés, tenga una formación mínima y se tome la molestia), es que existe una cantidad inmensa de información científica sólida y enormemente relevante para la vida de millones de personas que debería hacer sido debatida extensamente en los medios de comunicación, en los parlamentos y en todo tipo de organizaciones sociales  y, durante dos años, ha sido marginada, silenciada, censurada…y, lo que es peor, autocensurada.

A pesar de que la pandemia ha salido súbitamente del foco de atención mediático (o quizá, precisamente, por ello) es de una importancia extrema que la sociedad preste atención a las cicatrices que estos dos años han dejado en el tejido social. Creo que no exageran quienes dicen que 2020 dio paso una nueva época histórica con unas tendencias políticas extremadamente preocupantes que algunos llaman “globalismo”.

No creo que lo que estamos viendo estos años sea la manipulación “de siempre”, como me decís muchos amigos y amigas a quienes intento explicar (inútilmente) la imperiosa necesidad de que vuestras organizaciones reaccionen. Y lo creo, no sólo porque la cantidad de información ocultada es varios órdenes de magnitud mayor, sino porque se ha establecido un peligroso precedente que podríamos llamar “la excepción sanitaria”: el miedo a criticar la oficialidad en cuestiones relacionadas con la salud.

Personas y organizaciones que durante décadas habéis sacado a la luz numerosas corrupciones empresariales y gubernamentales, estáis teniendo unos reparos ridículos a la hora de investigar la corrupción farmacéutica que ha acompañado a la pandemia, porque, decís “no ser expertos en medicina”.  Es cierto que la avalancha informativa es inmensa y es lógico que nos sintamos incapaces de distinguir la realidad de la falsedad, pero ¿no podemos siquiera exigir a las autoridades sanitarias que nos expliquen bien los datos y promuevan debates públicos entre científicos sin conflictos de intereses? ¿Tan peligroso es dejar debatir públicamente a todas esas personas a las que se ha silenciado y marginado por ser “antivacunas”? Peligroso…¿para quién?

Podríamos debatir, pero no lo hacemos, porque la manipulación mediática no sólo ha crecido en magnitud sino en calidad. Los medios de incomunicación de masas han trabajado extensamente los prejuicios y han conseguido que la izquierda y gran parte de sus mentes más lúcidas renuncien voluntariamente a saber. ¿Veremos dentro de unos años cómo a la “excepción sanitaria” se suma la “excepción ecológica”, la “excepción política”, o la “excepción tecnológica” y nos acostumbramos a ver con malos ojos el pensamiento crítico y el tener opiniones disidentes de las versiones oficiales en todo?

La ausencia de debates reales sobre este tema ha hecho extremadamente difícil informarse, pero los datos están ahí para quien se tome el trabajo de revisarlos. Lo malo es que revisar los datos no sólo requiere tiempo, también requiere humildad, porque es frecuente que los datos nos digan que todo aquello en lo que creíamos es mentira. Quizá por eso este país ha sido el menos crítico con las vacunas de Europa:  nunca hemos sido muy dados a la humildad ni tampoco al empirismo.

Es mucho más sencillo y agradable “crearse una opinión” a través de las “narrativas” que se nos ofrecen, y durante estos dos años se han utilizado narrativas muy hermosas. Se nos habló de la necesidad de contar con “un estado fuerte que imponga medidas orientadas al bien común”. Esta es una narrativa muy del gusto de la gente de izquierda por todos esos valores “socialistas” del compromiso, la responsabilidad, el esfuerzo colectivo, la sanidad pública, etc. Ha sido también una narrativa “ecologista”, al asociarse la pérdida de biodiversidad con las pandemias e incluso “feminista” por el empleo de la palabra “cuidados”.

Pero, si los insidiosos datos empiezan a hablar, quizá nos demos cuenta de que la preciosa narrativa no era más que un vulgar cuento y no ha habido estados fuertes protegiendo el bien común sino algo mucho más parecido a lo de siempre: gobiernos que actúan al dictado de los grandes fondos de inversión internacionales con los que estamos endeudados hasta las cejas.

He visto que la cuna del hombre la mecen con cuentos, que los gritos de angustia del hombre los ahogan con cuentos, que el llanto del hombre lo taponan con cuentos, que los huesos del hombre los entierran con cuentos …decía León Felipe

Aquellos que nos decimos de izquierda ¿queremos ver la realidad o preferimos cuentos “socialistas, ecologistas y feministas” porque nos han enseñado que criticar las vacunas es “hacer el juego a la ultraderecha”? Porque… ¿quién nos ha enseñado que los antivacunas son de ultraderecha… quizá los mismos que nos enseñaron que la creación de las vacunas de ARNm fue el más fabuloso ejercicio de la ciencia de todos los tiempos mientras escribían en la letra pequeña del artículo que sirvió para su autorización que había el mismo número de muertes en el grupo placebo que el vacunado y no se podía demostrar que redujeran la mortandad [4]?

El gobierno español participó hace unas semanas en la primera reunión del órgano intergubernamental encargado de la negociación de un acuerdo internacional vinculante sobre prevención, preparación y respuesta ante pandemias promovido por la OMS.  ¿Dónde están todas las organizaciones sociales que se opusieron hace años tan activamente a otros acuerdos internacionales como el TTIP?  ¿Van a investigar qué se está negociando en este nuevo tratado internacional? ¿No es muy probable que, como otros tratados internacionales, esté dirigido por intereses corporativos y destinado poner los beneficios de las grandes empresas por delante de las políticas estatales y la vida de las personas?

¿Por qué ahora no hay reacción del movimiento alterglobalización ante un tratado dirigido por una institución financiada ampliamente por multinacionales farmacéuticas y fundaciones como la de Bill y Melinda Gates?  ¿No es un poco vergonzante que la única oposición a esta oleada globalizadora venga de los sectores ultranacionalistas mientras la izquierda alterglobalizacion se alinea con instituciones internacionales que hace muchos años dejaron de estar controladas por los gobiernos democráticos?

El mundo se ha vuelto mucho más complicado desde marzo de 2020. El tradicional eje derecha-liberal versus izquierda-socialdemócrata partidaria del estado se ha roto. Estamos viendo un panorama mucho más complejo de estados permeados por los intereses corporativos, derechas nacionalistas opuestas al globalismo y clases populares sufriendo los intereses de ambos. A todo ello se suma el choque contra los límites planetarios y un más que probable aumento del autoritarismo de tintes “ecofascistas”. La izquierda debe saber posicionarse en este nuevo panorama y ofrecer alternativas para este mundo tan complejo y no caer en la trampa de todas esas narrativas-cuento con las que la poderosa industria mediática digital nos está intentando adormecer.


[1] https://contadashabas.wordpress.com/2021/12/09/dinamicas-incubadas-en-un-ano-de-pandemia-que-deberian-preocupar-al-mundo-ecologista/   https://contadashabas.wordpress.com/2021/02/09/evidencias-y-noticias-sobre-la-ivermectina/

[2] https://contadashabas.wordpress.com/2021/10/24/la-pandemia-desde-otros-angulos-si-se-nos-permite/  https://covid19criticalcare.com/   https://bird-group.org/  https://worldcouncilforhealth.org/  https://c19early.com/

[3] https://tv.gab.com/channel/endtimeevangelist/view/dr-peter-mccullough-vax-most-lethal-61f2de345eb4cb218eb03ed7

[4] Este dato fue presentado por el doctor Joan Ramón Laporte en el Congreso de los Diputados https://odysee.com/@Ant%C3%ADtesis:5/Joan-Ramon-Laporte-congreso   y puede revisarse en el material suplementario de este artículo (tabla S4)   https://www.nejm.org/doi/suppl/10.1056/NEJMoa2110345/suppl_file/nejmoa2110345_appendix.pdf

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4 COMENTARIOS

  1. Podéis corregirlo; algunos links no funcionan.

    Gracias por este artículo tan necesario.

    Hecho en falta que se publiquen más artículos documentados sobre el fenomeno de l@s «periodistas», tertulianos y intelectuales que les ha llevado a este seguidismo masivo.
    Motivos como el miedo, conformismo, pereza, no sé si serán suficientes para que en el futuro puedan justificar mentiras, omisión de informaciones, poquísimo anàlisi y contraste, censura…
    Gracias

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