Como cada comienzo de año y tras las correspondientes indigestiones provocadas por la pestiñáostioná erizá, Don Carnal abre las puertas del cielo carnavalesco de Cádiz para dar paso a dos meses donde “la trimilenaria tacita” disfruta del máximo exponente de su cultura popular.

La subida del telón del Gran Teatro Falla inicia el Concurso oficial de agrupaciones del Carnaval de Cádiz (COAC) y con él, un mes de retransmisión televisiva y radiofónica diaria que muchos siguen como un credo. Oficialismos a parte, el carnaval gaditano se compone de muchas piezas y transversaliza la idiosincrasia de esta ciudad, que un día aspiró a ser cantón independiente con Fermín Salvochea. En este sentido, el escritor gaditano, David Monthiel, habla en términos de “carnavalización de la vida” en referencia al “hecho que articula cosmovisiones y todas las formas de expresión y materialidad de la vida inmediata”.

En los últimos años, la libertad de expresión y los límites del humor han saltado a la palestra desde los sectores exógenos a la realidad del pueblo gaditano, con críticas al contenido y continente de las agrupaciones. Como respuesta a la ofensa, sería interesante presentar al carnaval como herramienta de comunicación popular y de ejemplo de inclusividad, feminismo  y colectividad. Muchos de estos ejemplos no se ven por televisión ni se escuchan por la radio y por lo tanto, se viven en la calles de Cádiz durante el mes siguiente al concurso.

Volviendo al brazo reglamentario del Carnaval. En la 16ª jornada de preliminares del COAC participó una vieja conocida para los adeptos, la chirigota del Cascana, bajo el nombre de Aquí estamos de paso. Se abre el telón y se descubre una estampa propia del fin de la Cuaresma, en la que se encontraba una procesión de Semana Santa con todos sus avíos: mantillas, cargadores, maniguetas, capillitas duchados en cera, banda de música y la correspondiente Virgen de los Dolores acompañada de su Cristo.

Todo un despliegue de medios si tenemos en cuenta que solo pueden cantar 15 integrantes y, contra todo pronóstico, se agolparon numerosos figurantes integrados por niñas, niños, mujeres y hombres de diferentes edades. Pero lo que verdaderamente destacó de la chirigota de este grupo de amigos del popular barrio de La Viña, fue la lección que dieron de comunidad carnavalesca e inclusividad, bajo el paraguas del disfrute, el pitorreo y la crítica satirizada.

Una virgen y un Cristo en silla de ruedas riéndose de su propia situación mientras mostraban al mundo desde el humor, la realidad normalizada de las necesidades especiales. Así, bajo la premisa de que “el carnaval empieza por reírse de uno mismo”, Susana Gil de Reboleño Lastortres, integrante de la chirigota feminista conocida como las Cadiwoman, afirma a Diario16 que lo del Cascana fue una “lección de humor de la que toda la sociedad en general debería aprender y devuelve el frescor y la simpatía” a un concurso que entiende como “encorsetado en su formato”.

Al hilo, el profesor de Historia de la Universidad de Cádiz y autor de carnaval, José Marchena Domínguez, habla, en declaraciones a Diario16, de dos tipos de carnavales: el del “espíritu y filosofía” y el del “control”. De este modo, el Carnaval de Cádiz goza de una mayor libertad en la calle y tiene un mayor control en el COAC. En este último caso, “no existe una censura política sino autocensura de los autores, a través de los intereses del concurso que los limita”, explica el profesor.  Por el contrario, “la calle es mucho más libre en ese sentido, aunque últimamente se esté jerarquizando y pueda afectar a esa libertad”. Y para concluir, Marchena recuerda que “la libertad es libre pero también viva”, y al igual que comentaba su compañera chirigotera: “la libertad hay que cuidarla y renovarla”.

A pesar de su condición isleña, Cádiz de libertades sabe una mijita, amén de La Pepa de 1812 y otras manifestaciones populares de ayer y hoy, que sin tener un carácter constitucionalista, son igualmente válidas en la consecución de las libertades de la sociedad. Gracias al Cascana, a las agrupaciones callejeras por mantener la frescura canallesca y dejar paso al feminismo crítico, predicado y practicado; pero sobre todo, gracias a la Virgen de los Dolores y a su Cristo sobre ruedas por hacernos sentir que la vida merece ser vivida con respeto, humor e inclusión.

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