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Carlitos Alcaraz luchando contra un oso

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análisis

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Era más Carlitos que nunca el miércoles 3 de mayo en la Caja Mágica. Era un niño luchando contra un oso gigantesco. Parecía frágil, pequeño… casi un alfeñique, aunque lleno de músculos y de energía mágica.

Carlos Alcaraz el miércoles 3 de mayo tenía enfrente a un OSO, a un tipo de más de dos metros y ancho como un armario de dos cuerpos. ¡Un monstruo de pesadilla!

En la primera manga la velocidad natural del niño le bastó para salir indemne de los zarpazos del plantígrado ruso. Pero en la segunda Karén Khachanov alcanzó dos veces, nada menos que dos veces, a su rival, a Carlitos, al niño que trataba de convencerse a sí mismo de que podía vencer a La Mole, a pesar de que el eco de los golpes del jaggernaut aún le retumbaba en los huesos.

Nadie daba ya ni un kopec por el jugador español, nadie pensaba que pudiese mantenerse indemne en la terrible batalla el chico al que llaman el Muro del Palmar, porque enfrente había alguien capaz de cargarse cualquier muro. Nadie, excepto el propio Alcaraz. Él mantenía la fe intacta. Con la audacia y la seguridad que los niños tienen en sí mismos. Con la audacia que le da al actual número dos del mundo que los comentaristas, y el público, le sigan llamando CARLITOS. Y recuperó el break que tenía en contra; cuando todo parecía perdido. Y ganó su propio servicio. Y volvió a romperle el saque a Karén Khachanov. Todo ello seguido.

Entonces el mundo entero se estremeció. Un viento purificador y feérico comenzó a soplar sobre Mad Madrid como convocado por el director de efectos especiales de una película de Hollywood. La arena de la pista se metía en los ojos de los jugadores, de ambos; pero la magia estaba a favor del niño, a favor de Carlitos. Sólo tenía que volver a ganar su propio servicio para hacerse con el triunfo.

Y cayó el oso, cayó el magnífico jugador que es Karén Khachanov. Dos sets a cero.

Alcaraz ya está más cerca de conseguir por segunda vez consecutiva el trofeo del Open de la Mutua de Madrid. Pero lo que ya no puede quitarle nadie es su sonrisa, esa sonrisa que era todo corazón, al final del terrorífico partido.

Tigre Tigre

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