El pasado sábado 10 de diciembre fue el día mundial de los derechos humanos, y como tal, a las cinco de la tarde, volví a caminar por la libertad en la madrileña calle Atocha, desde la glorieta de Carlos V a la plaza de Jacinto Benavente..
Reconozco que por en qué familia he nacido en esta vida y en el seno de la Unión Europea, gozo de una libertad personal que seguramente sea de la más plena en el mundo. Nada que ver con la no libertad del futbolista de la selección irani Amir Nasr-Azdani que seguramente será ejecutado estos días por la dictadura irani, por hacer campaña en favor de los derechos de las mujeres y las libertades básicas en Irán.
Mi libertad personal, acaba donde empieza la tuya, y viceversa. Por ello, que el abusón de turno hace bullying al diferente y lo estigmatiza, ante el silencio cómplice del resto de hidalgos democráticos europeos que callan por ir a lo suyo, me posiciono al lado de la víctima. En este caso, el abusón es el PSOE, y el diferente es el colectivo de las infancias y adolescentes trans, a cuyo menores de 12 a 16 años el PSOE tiene la intención de maltratar a través de un suplicio judicial para ver cómo el estado deja el reconocimiento de sus identidades en manos desconocidas y alejadas de sus realidades.
Contraviniendo por un lado, la sentencia del Tribunal Constitucional de 2019 que reconoce el derecho a la identidad de las personas, independientemente de su edad. Y por otra parte, desdiciéndose de la propuesta que en 2019 presentaron en el Congreso, sin referencia alguna a edad, cuya prueba puedes leer aquí en el Boletín Oficial de El Congreso de los Diputados. La noticia del lunes 12, fue que sus socios de investidura tumbaron esta enmienda en la comisión de Igualdad, pero todavía queda ver si presenta truco o trato el día del sorteo de Navidad.
A la manifestación fui sólo, pero me sentí muy acompañado, no éramos muchos, pero sí los suficientes para llenar la calle Atocha. A la par, que se replicaba a la vez en otras 18 ciudades españolas.
Una de las personas que me sorprendió fue un hombre que caminaba solo con un chaleco fluorescente de Chrysallis , la asociación de familias de infancia y juventud trans. Pensé que era alguien de la organización, pero era el padre de una niña trans que viene en representación de su hija, ya que ella con su madre se han ido a vivir a Canarias debido a que la ley del cabildo es más empática con la libertad personal que aquí en Madrid, donde nuestra presidenta la usa de bandera para su rédito político. ¿Qué libertad garantizará si legisla en contra de la futura ley trans?
Como dijo Eugeni San Gil al final de la manifestación junto a Carla Antonelli y Mar Cabrolle entre otras representantes, “a quién le han despojado todo, solo le queda luchar”. Añado, luchar por su libertad.
¿Hay alguna libertad mayor que la de la identidad propia?
GO!
