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Buscamos explicación donde sólo opera el azar

Joan Martí
Joan Martí
Licenciado en filosofía por la Universidad de Barcelona.
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análisis

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Las Dionisias o Dionisíacas eran fiestas en las que, entre otras cosas, se representaban obras trágicas, cómicas, satíricas en el teatro de Dioniso, situado en la vertiente sur de la Acrópolis y adoptaban la forma de un concurso. En las Dionisias urbanas, que eran los certámenes literarios más importantes, competían, en el caso de la tragedia, tres autores con cuatro obras: tres tragedias y un drama satírico.

En el certamen literario de las Dionisias, el sistema de escoger al ganador era un sistema muy peculiar que ayuda a entender algunas cosas de la democracia griega. Para decidir el ganador había un jurado formado de diez personas. Cada persona emitía un voto a favor del autor que le parecía mejor. Por lo tanto había diez votos, pero, luego se retiraban cinco de estos votos de forma arbitraria, por supuesto sin saber a quién pertenecían. Y el resultado lo decidían los cinco votos que quedaban. Jugaban a hacer intervenir el azar para determinar el ganador.

En la democracia griega el azar es un principio muy importante. Porque el azar, desde el punto de vista griego, era más democrático que el voto. Había una forma de gradación y el azar figuraba en primer lugar en cuanto a democrático por una razón: porque el azar no se podía manipular, no se podía corromper a diferencia del voto. Hoy en día el azar se utiliza aún en diferentes procesos políticos. De hecho nosotros utilizamos el azar en el momento de constituir las mesas electorales, porque entendemos que el azar es el mejor método.

¿Se imaginan que aquí, en este país, en todas las elecciones, se retiraran el treinta por ciento de las papeletas de cada urna (sin saber qué votos se apartan) y así hacer intervenir el azar en cada elección? No les parece que sería una elección más limpia, menos manipulable y en un grado mucho menos corruptible. 

Montesquieu defiende, está elección, en el Capítulo 2 de El Espíritu de las Leyes, publicado en 1748, destacando que («El sufragio por sorteo es de la naturaleza de la democracia, mientras que el sufragio por elección es de la naturaleza de la aristocracia«)

En uno de sus artículos, un eminente jurista padre de la Constitución, acaba diciendo: “Y esto no es el azar quien lo decidirá. Son los diputados los que han de hacerlo. Será una decisión política como debe ser”. “Al ojo no entrenado la aleatoriedad aparece como regularidad” W. Feller.

La democracia, y aquí está la cuestión, parte de dos principios que son contrarios: uno es el de la igualdad; cada hombre un voto. Cada voto vale lo mismo. Según este principio de igualdad ganan las mayorías. Pero esto es un principio numérico y si es un principio numérico es calculable. Y si es calculable es manipulable. Se puede hacer que gane un determinado candidato por estrategias de marketing. Todo lo que forma parte de lo calculable, habrá ciencias que hagan el cálculo.

Pero por otro lado este principio de igualdad está en tensión con el principio de libertad, que es lo incalculable, el azar quizás. La democracia diríamos que es lo inhóspito en lo político, es decir, el principio de libertad en una democracia será siempre aquello que altera la seguridad de la casa, que la desborda y que hace posible lo imprevisto, lo inesperado.

A corto plazo, el azar puede parecer volátil e injusto y aún así, tengo mucho respeto por el azar. Creo en esa aceptación de los objetos dados, de la vida dada, que se la debe tomar tal como viene. Sequere deum, seguir al dios en el nuevo año.

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