Todos los actores participantes en las negociaciones para formar Gobierno son conscientes de que deben dejar atrás muchas de sus líneas rojas marcadas a sangre y fuego durante la campaña electoral del 20D. A no ser que ya se encuentren en clave electoral pensando en una nueva cita con las urnas a la espera de tener una mejor acogida entre un más que cansado electorado que solo espera de sus políticos que sepan interpretar correctamente el cambalache que arrojaron las urnas.

Algunos líderes han comenzado ya a escenificar en mayor o menor grado una mayor lasitud en sus posturas maximalistas con el único objetivo de emprender un camino negociador que se preveía duro y se evidencia aún más rocoso. Y el tiempo corre en contra. Todos a excepción del PP, que por culpa del paso al lado, o atrás, dado por Mariano Rajoy ante el Rey dos veces consecutivas, no ha querido ni tenido que bajarse de su atalaya, pese al duro revés concretado en la pérdida de la mayoría absoluta y de 63 diputados.

El partido más votado el 20D quiere un pacto de “estabilidad” con PSOE y Ciudadanos. O sea, primera, segunda y cuarta fuerza más votadas. Obvia a la tercera, Podemos, que curiosamente apenas ha obtenido 300.000 votos menos que la segunda y casi dos millones más que la cuarta. Eso sí, en ningún momento el PP ha dado su brazo a torcer sobre algunos asuntos claves en los que choca frontalmente con otras formaciones como la política económica o el modelo territorial.

Las líneas rojas del PSOE de Pedro Sánchez siguen intactas: ni agua al independentismo ni a cualquier tipo de consulta soberanista. Aunque eso sí, mantiene una postura algo más abierta en cuanto a políticas económicas encaminadas a recuperar el empleo.

Lo curioso en este apartado es que mira con mayor benevolencia al proyecto de contrato único de Ciudadanos que a los planteamientos netamente de izquierdas de Podemos. Es en este punto concreto del apartado laboral sobre el que PSOE y Podemos evidencian sus discrepancias.

El otro, el modelo territorial y, por supuesto, la posibilidad de otorgar referéndum a las comunidades históricas que así lo requieran como Galicia, País Vasco o, sobre todo, Cataluña, precisamente donde las confluencias del partido morado han obtenido unos excelentes resultados estas pasadas elecciones generales.

En una entrevista en la Ser, Sánchez dijo horas antes de reunirse con Pablo Iglesias: “No me da miedo un Gobierno con Podemos siempre que se garantice la estabilidad económica, la unidad de España y siempre que no caigamos en frentes”. Y añadió: “Tenemos que mirar a izquierda y a derecha. Mirar todos al frente y no mirarnos de reojo”.

Por tanto, el líder del PSOE espera que Podemos ‘modere’ su discurso tanto económico como territorial, poniendo siempre como barrera infranqueable la Carta Magna y sus principios. Es evidente que esta hoja de ruta es más acorde con los fundamentos de Ciudadanos que con los de Podemos. Por ello, cuando Sánchez dice buscar una “aritmética” que aúne los intereses de Podemos y los de Ciudadanos dejando atrás “los vetos” está claro que exige más condescendencia a la formación morada que a la naranja, de quien sin duda alguna se siente más cerca. Pero mientras Podemos tiene 69 diputados (sumando los cuatro de Compromís y las confluencias de Galicia y Cataluña), Ciudadanos se quedó el 20D en 40 como cuarta fuerza política. Y Pablo Iglesias le ha vuelto a advertir a Sánchez en su primera reunión negociadora que no aceptará que pacte “con las derechas”, en alusión a PP y sobre todo Ciudadanos

También Ciudadanos sigue empeñado en que Sánchez tienda la mano al PP, algo que hoy por hoy parece completamente descartado por parte de los socialistas ya que los populares ni siquiera contemplan la abstención en el debate de investidura del candidato socialista.

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