La crisis migratoria en la frontera entre Polonia y Bielorrusia va camino de marcar el futuro de la política exterior de la Unión Europea. Mientras miles de personas se agolpan en el paso fronterizo y duermen al raso, soportando un frío polar, a Bruselas no se le ocurre una idea mejor que estudiar la construcción de un muro para impedir el flujo de refugiados, comprando el discurso trumpista que inspira al ultraconservador Gobierno polaco. Definitivamente, el primer ministro de Polonia, Mateusz Morawiecki, le ha ganado la partida a la civilizada Europa.
Sobre el Ejecutivo de Varsovia pesaba la amenaza de una fuerte sanción por incumplimiento de los principios fundacionales del tratado europeo y por la baja calidad democrática de las instituciones polacas, pero en las últimas horas la crisis humanitaria en la frontera bielorrusa ha dado un balón de oxígeno al gabinete reaccionario polaco. Morawiecki ha instado a sus socios en la UE a endurecer las sanciones contra Bielorrusia por su “ataque híbrido” –una operación planeada por el Gobierno de Minsk que contempla lanzar miles de migrantes y refugiados contra la frontera de Polonia–, por lo que ha pedido una cumbre telemática extraordinaria “antes de diciembre” para explorar nuevas medidas y ha reclamado de nuevo fondos europeos para financiar la construcción de verjas y vallas. De momento Bruselas se ha visto obligada a cerrar filas en torno a la cancillería de Mateusz Morawiecki en aplicación del tratado de la Unión, que establece que cuando un socio sufre una agresión exterior los demás tienen la obligación de apoyarlo y darle cobertura.
En el fondo, lo que subyace tras este conflicto es una nueva Guerra Fría entre Rusia y Europa. En las últimas horas Putin no ha dudado en enviar a sus cazas sobre la frontera bielorrusa y la tensión aumenta por momentos. En ese contexto, Polonia ha aprobado definitivamente el plan del Gobierno para construir un muro en la frontera con Bielorrusia y evitar que los migrantes y refugiados entren en el país. Bruselas habría dado el visto bueno al proyecto, según fuentes comunitarias. La decisión supondría el levantamiento de una valla valorada en 353 millones de euros que se extendería más de 100 kilómetros en el límite oriental de la UE. Está por ver quién se haría cargo del coste de la obra, y aunque Bruselas descarta sufragarla con dinero comunitario, cabría la posibilidad de que se financiera con los fondos Next Generation en el caso de que el régimen de Varsovia lograra eludir las sanciones por incumplimiento de los principios democráticos del tratado de la Unión.
Hasta la fecha, lo que se sabe es que el Gobierno de Morawiecki ha anunciado que construirá el muro, una edificación de 2,5 metros de largo, con la intención de frenar lo que el país califica de una “guerra migratoria” impulsada por Lukashenko. A su vez, el ministro de Defensa polaco, Mariusz Blaszczak, insiste en que “se destinarán más tropas a ayudar a la Guardia Fronteriza” que patrulla esa zona. La maquinaria diplomática polaca está dando sus frutos.
Mientras tanto la Comisión Europea ve con preocupación las noticias que llegan de Polonia. Según señaló la presidenta del Ejecutivo comunitario, Ursula von der Leyen, la UE no financiará con fondos europeos la construcción de vallas ni alambradas en las fronteras exteriores contra la inmigración irregular. La declaración llegó en respuesta a la petición de doce países, entre ellos Austria, Polonia y Hungría, de utilizar el apoyo económico comunitario para levantar barreras físicas. Von der Leyen parece mostrarse firme en sus postulados, pero la posición de Bruselas se ha ido modulando a medida que la crisis de los refugiados va agravándose.
Según los Veintisiete, el régimen del presidente Lukashenko lleva meses impulsando una “guerra híbrida” que se ha plasmado en la entrada de miles de personas a través de Lituania, Letonia y Polonia. Por este motivo, los líderes europeos acordaron adoptar nuevas sanciones contra Bielorrusia. La Fiscalía de Polonia ha anunciado que está investigando más de 180 casos de presunto tráfico de personas procedentes de Bielorrusia, en pleno aumento del flujo migratorio. Según un portavoz judicial, unas 700 personas se están viendo afectadas por las pesquisas y entre ellas se incluyen numerosos conductores y camioneros, que habrían participado en el desplazamiento de los migrantes.
La crisis está servida y el Gobierno polaco ha vuelto a arremeter contra Lukashenko al acusarlo de permitir la salida de solicitantes de asilo de forma “deliberada” hacia las fronteras externas de la UE. En mayo, el mandatario bielorruso aseguró que su país no puede seguir reteniendo a miles de inmigrantes que tratan de llegar a territorio de la Unión Europea. La crisis crece como una bola de nieve cada día que pasa.
Bueno, cabe no perder de vista que si nos pegan tendremos que reaccionar y defendernos. Los emigrantes no tiene la culpa, pero son empleados como balas de muerte contra las tierras vecinas, nuestras tierras. Que hacer entonces. Los emigrantes son bienvenidos con mesura y con preparación para su asimilación en nuestra sociedad. Puestos a miles en nuestras fronteras no cabe duda que son un peligro. Para ellos y para nosotros. No podemos esperar decencia y humanidad en quien no duda en poner personas como trinchera. Su desprecio por la humanidad nos invalida para la defensa: Que hacer al respecto? ¿Se acuerdan de la «Marcha Verde» del sátrapa marroquí? Todavía está matando gente y robando al Pueblo Saharawi.
¡Que malo era el muro de Berlín y que buenos son los que nosotros, los excelsos demócratas occidentales, levantamos contra Palestina, México y ahora, Bielorrusia!
¡Que cinismo más excelso exudan la UE y la OTAN sobre todo después de haber sido ellos los causantes de esas migraciones con sus ataques «para llevar la democracia» a Afganistán, Irak o Siria!
¡Que asco de gentuza!