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Brava pequeña Finlandia

Finlandia decide entrar en la OTAN y propone hacerlo sin fuerza nuclear

José Antonio Zorrilla
José Antonio Zorrilla
Diplomático jubilado. Fue Embajador de España para Georgia y Estados del Caucaso con residencia en Tbilisi. Dirigió también cine que inauguró con "El barranco de Víznar" un cortometraje que ganó el Diploma de Oro del Festival de Moscú cuando J.A. Bardem hizo lo propio con su largometraje El Puente. Siguió un clásico del cine español, El Arreglo. El año 2000 dirigió Los Justos, primer documental en favor de las víctimas del terrorismo de ETA. Militante de Basta Ya, ha escrito varios libros, el último de los cuales es "Historia fantástica de Europa", una crónica contrafactual de Europa, Imperio euroasiático que va desde la victoria de Roncesvalles hasta Marx y Engels, matrimonio al que se debe el sistema económico de tan vasta geografía.
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análisis

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Finlandia ha escogido entrar en la OTAN y este pasado 7 de noviembre el Presidente de la República Sauli Niinistö ha informado de que se propone hacerlo sin fuerza nuclear.

Dice eso mucho en favor de la prudencia y del buen hacer del país que con motivo de la Guerra de Invierno ruso-finlandesa (Noviembre 1939-Marzo 1940) se ganó el apelativo de «Brave little Finland».

Su desempeño en el escenario bélico fue ejemplar y aunque al final el desequilibrio de fuerzas terminó por pasarle factura y perdió la península de Kola, quedó para siempre en el ánimo de todos su dureza heroica y su voluntad de vencer.

Quizás el episodio menos conocido es el que no se produjo. El sitio de Leningrado, antiguo San Petersburgo. Finlandia podía haber cercado la  antigua capital de los zares y haber causado una verdadera masacre entre su población. Se abstuvo de ello, pues sabía que Rusia era su vecina y que esa memoria terminaría por pasarle una factura de imposible reparación-compárese esta filosofía con otras de nuestros aliados e incluso nuestros diplomáticos y políticos.

Sin ir más lejos, con la de su vecino, el noruego Stoltenberg, Secretario General de la OTAN, lenguaraz en su defensa de las armas de destrucción masiva de Sadam Hussein y de los derechos de Ucrania de entrar en la OTAN en las condiciones que quisiera, siendo así que la propia Noruega entró en esa organización en 1949 sin armas nucleares ni bases extranjeras.

Venía esa decisión de prudencia estratégica con el vecino tras otra de no menor alcance, la de independizarse de ellos y fundarse como Estado nación. No fue el único territorio en hacerlo. Al producirse 1917 algunos países de la periferia rusa decidieron librarse del yugo y proclamarse independientes. Polonia, Ucrania, Georgia, los países bálticos y Finlandia lo intentaron con mejor o peor éxito.

El caso finlandés es especial porque ese intento desató una guerra civil entre su población y al decir de los propios finlandeses, su curso fue por lo menos tan salvaje como el de cualquier otra guerra civil-quizás más.

La burguesía nacional quería convertirse en Estado nación. Pero el campesinado quería la reforma agraria y esa solo podían ofrecérsela los soviets. Hizo entonces Finlandia algo extraño y encomiable. Sus terratenientes cedieron sus latifundios al campesinado. Terminó entonces la guerra y empezó el curso de la independencia. ¡Ojalá hubiesen hecho eso otras geografías! Sin ir más lejos, la propia España en la que la injusticia de la Desamortización llegó a ser de tal naturaleza que hasta un fascista confeso como José Antonio Primo de Rivera reclamó en el Parlamento una solución finlandesa para la patria a la que amaba porque no le gustaba.

Obviamente, España no fue Finlandia y se acabó en guerra civil en la que, recordemos, la Castilla de pequeños propietarios formó con los rebeldes conservadores, haciendo bueno el modelo finlandés nunca aplicado entre nosotros.

Es también de subrayar que un talento como el de Sibelius, alcohólico, por cierto, nunca hubo de preocuparse por el diario vivir porque su país le pasó una pensión gracias a la que disfrutamos de una música inclasificable pero de extremada belleza. Algo así hubiese querido el divino Schubert, que mendigaba un schnitzel por los heurigers de Viena y los pagaba con Lieder sublimes. O Bocherini que, acogido a la generosidad de la Monarchia Hispanica murió ciego, pobre y solo en Madrid.

Llevó luego adelante Finlandia con gran dignidad, algo que todos sus ciudadanos vivieron como una cruz, una neutralidad que tuvo su propio nombre, la finlandización.

Hasta que ya tras la invasión de Ucrania se han decidido a solicitar su ingreso en la OTAN pero con la prevención de que no alterará su status no nuclear, actitud que contrasta con la de otros países, ahora en guerra, y que ratifica la lucidez de su clase política y de toda la nación.

Hoy, por cierto, entre las mas significadas del mundo en bienestar, educación, transparencia etc. En fin, Finlandia ha conseguido algo tan difícil como hacer bueno el nacionalismo, ya que separada de Rusia ha sabido administrar sus recursos de manera ejemplar.

En estos tiempos de cólera es una gran satisfacción poder referirse a un país vecino de Rusia como modelo de moderación, éxito y buen hacer colectivo. Y espero que este canto a la independencia del antiguo Gran Ducado ruso no me ponga en los malos libros de mi amo, Putin, cuyo Bizum se va haciendo esperar ya este mes. Y con la inflación que corre…

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