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Borjatanos

Jesús Ausín
Jesús Ausín
Pasé tarde por la universidad. De niño, soñaba con ser escritor o periodista. Ahora, tal y como está la profesión periodística prefiero ser un cuentista y un alma libre. En mi juventud jugué a ser comunista en un partido encorsetado que me hizo huir demasiado pronto. Militante comprometido durante veinticinco años en CC.OO, acabé aborreciendo el servilismo, la incoherencia y los caprichos de los fondos de formación. Siempre he sido un militante de lo social, sin formación. Tengo el defecto de no casarme con nadie y de decir las cosas tal y como las siento. Y como nunca he tenido la tentación de creerme infalible, nunca doy información. Sólo opinión. Si me equivoco rectifico. Soy un autodidacta de la vida y un eterno aprendiz de casi todo.
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análisis

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Suena el telefonillo. Últimamente lo hace constantemente. Desde que el portero enfermó de Covid y tuvieron que ingresarlo, “esto parece un portal de pobres”, piensa Borja Mari mientras acude a la cocina a contestar.

¿Quién es?

Hola, buenos días, ¿Borja Maria Martinez-González Diez-Romero?

Sí. Soy yo. ¿Qué quieres?

Le traigo un paquete de Amazon.

¡Por fin el iRobot!

Sube, te abro.

Piiiiiiiiiiiiiiiii – vuelve a sonar el telefonillo-

Borja Mari, vuelve a pulsar el botón de apertura del portal y se encamina a la puerta.

Piiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii, -se oye de nuevo-

¿No se abre?

Sí. Pero,…es que no voy a subir. Tiene usted que bajar al portal a recogerlo. Son órdenes del Ministerio de Sanidad.

Borja Mari, se va encendiendo por momentos. Lo que me faltaba, piensa mientras intenta ponerse unas zapatillas y no encuentra una de ellas porque todo está manga por hombro. El seno del fregadero tiene overbooking de platos y cubiertos.  El lavaplatos es un aparato que también se ha puesto en su contra. Hay ropa colgada de todas las sillas y butacas de casa y el único dormitorio de su ático de 160 metros cuadrados, está hecho una leonera. En tanto sigue buscando la dichosa zapatilla que no aparece, va despotricando sobre el personal de servicio. Primero se va el puto portero al hospital, se dice a sí mismo. Luego la asquerosa de la chacha, Eduvigis, que dice que tiene a su marido inmunodeprimido y que no viene. ¡Qué tiene miedo! ¿Y quién cojones va a limpiar mi casa, yo? Siempre llorando la estúpida porque dice que con los 400 euros que le pago no llega a fin de mes. ¡Pues mucha falta no le hará el dinero cuando no viene a trabajar! A este cabrón de Amazon no puedo despedirlo como a mi asistenta, pero se va a enterar. ¡Y que se olvide de la propina!

Cuando encuentra la zapatilla, debajo del edredón que tiró al suelo en un rincón del dormitorio, porque hacía calor y ahí se quedó hace tres días, han pasado unos seis minutos. Cuando llega al portal, el repartidor se ha ido y le ha dejado un “Aviso de recogida” en la oficina de la agencia de transportes. Tiene que ir hasta la Calle de Gamonal, que no sabe ni dónde está. Despotricando, mientras espera el ascensor que le devolverá al ático, va buscando en el móvil la aplicación del Google Maps . Cuando encuentra la calle, ve que está cerca de Mercamadrid. Entonces estalla. ¿Pero qué cojones se habrá creído este anormal? ¿Qué yo voy a ir hasta Vallecas? ¿A que me roben? ¿A que me amenacen con una jeringuilla y que se lleven mi deportivo? Voy a presentar una queja a Amazon y que se metan el paquete por el puto culo. Bueno. No. Mejor que me lo traigan. Que sin asistenta necesito que me frieguen los cacharros y que barran y limpien el polvo. Y ese cacharro, según decía el anuncio en Amazon, friega y barre solo. ¡Que le den a la asistenta!

Cuando está de nuevo en su apartamento le entra un whatsapps. Se lo envía su vecino Cayetano López-Bravo y Colón de Carvajal. Le dice que esta tarde a las siete, van a bajar todos a la calle con cacerolas a protestar contra el gobierno comunista bolivariano que está arruinando a España.

Borja Mari, se ha cabreado tanto, que aunque él nunca se manifiesta por nada, porque eso es cosa de la chusma, hoy piensa acudir a la cita. Él no va a usar una de sus cacerolas de cobre que valen una pasta para hacer ruido. Mejor bajará con uno de sus palos de golf, un hierro 3 que ya nunca usa, servirá para hacer ruido contra las señales de tráfico.

Hay que parar a esta chusma comunista. No les vale con haber arruinado Venezuela e Irán que ahora quieren también traer el chavismo a España. Esto ya es un despropósito. ¡Si hasta han cerrado El Corte Inglés! Si no se puede tener porteros como los de antes, que nunca enfermaban, que estaban ahí las 24 horas del día, si ya no se puede confiar en las asistentas que exigen Seguridad Social y Vacaciones (¡qué se habrán creído!), si ya no vamos a poder obligarles a trabajar porque les van a comprar el voto con la paguita para menas, apaga y vámonos. Este país se está yendo a la mierda por culpa de los piojosos.

¡Pues no me decía la asistenta antes de despedirla que no le llegaba el sueldo ni para calefacción! Los pobres con calefacción, o sea, ¿a dónde vamos a llegar? ¿Qué será lo próximo, exigir agua caliente?


Borjatanos

El 23 de mayo de 1920, la revista del monárquico relator ABC, Blanco y Negro, publicaba una foto de DUQUE en cuyo pie se podía leer “S.M EL REY (X) APLAUDIENDO DESDE UNO DE LOS BALCONES DE PALACIO, A LA MANIFESTACIÓN, EN PRO DEL USO DE LA ALPARGATA”.  Encabezaba un artículo firmado por Pedro Mata que explicaba que siguiendo la moda traída de París dónde, para protestar por el excesivo precio de los guantes, las “personas elegantes y distinguidas” habían dejado de usar esa prenda, aquí en la patria España, la burguesía, que no “los señoritos elegantes y aristocráticos”, habían acordado, siguiendo el ejemplo de los chauvinistas galos, dejar de usar botas, “que constituyen una prenda elemental de toda indumentaria”. Y como no se puede ir descalzo, apuntaba el artículo, la única forma de contrarrestar la “codicia de los explotadores” es sustituyendo la elegancia de un calzado necesario, como las botas, por las alpargatas.

Este suceso que había partido de una primigenia idea desde el Casino de Autores, Dramaturgos y Líricos de Madrid, creando la liga de la alpargata, como siempre ocurre con todo lo que parte de los pudientes, tuvo nefastas consecuencias para los pobres, que creyéndose que los ricos estaban de su lado, apoyaron con fervor la revuelta (a ellos les daba lo mismo porque nunca habían usado zapatos al no poder comprarlos). Claro que, el gesto se convirtió en soflama y se volvió contra ellos, porque además de afectar a cientos de esclavos de la industria del zapato que acabaron despedidos porque ya nadie compraba botas, tuvo un “daño colateral” mucho más negativo como fue que las alpargatas, al aumentar considerablemente la demanda, sufrieron un aumento vertiginoso de su precio, hasta convertir ese mísero calzado en un artículo de lujo al que los pobres ya ni siquiera podían acceder. Y aquí no había sustituto. O alpargatas o descalzo.

Para que este movimiento de los pudientes tuviera éxito se necesitaron dos factores. Uno que la gran masa de pobres, mayoritaria en la España de los años 20, sintiera como suya la protesta (¡que mejor para luchar contra los ricos que reivindicar la bajada de precio de una prenda deseada por todos y a accesible a unos pocos bolsillos!) y una fuerte campaña a base de panfletos, cartas y anuncios en prensa y radio que la dieran a conocer a todos en general. Echaron el cebo y los pobres picaron. Al final los ricos consiguieron lo que querían y los pobres se quedaron peor de lo que estaban antes.

En esta coyuntura que nos ha tocado sufrir, volvemos a ser bombardeados diariamente con soflamas que parten desde la nueva liga de la alpargata intelectual (la liga del Corte Inglés), a través de la mayor parte de los medios de incomunicación y difusión del odio fascista que pintan una realidad paralela, con un futuro imaginario que, como está basado en ideas viejas que son las que nos han traído hasta aquí, se desmonta por si solo a nada que pienses un poco. Sin embargo, lo cierto es que algunos son poco de pensar y mucho de sentir. Y así siguen la corriente a esta nueva liga del Corte Inglés, cuando muchos de ellos no pueden ni acercarse a los grandes almacenes porque no tienen con qué pagar.

Lo que está ocurriendo en una minúscula parte del Distrito de Salamanca de Madrid, con una renta per cápita cercana a los 62.000 € por persona y año (datos de 2018) y viviendas de a 11.000 € el m2 con una superficie entre 200 y 500 m2 y dónde últimamente se han afincado los pudientes disidentes venezolanos, no es una pataleta de pijos, ni un exabrupto de ricachones que se aburren. Lo que está pasando en la “little y chévere Caracas”, es parte de una estrategia ya usada por fanáticos religiosos en Brasil (Bolsonaro) y en Ecuador. Rimbombantes discursos y grandilocuentes apelaciones a la patria, mientras escatiman el pago de impuestos o se oponen al sostenimiento del estado. Soflamas repetidas una y otra vez sobre la paz y libertad. Una libertad que se empeñan en cercenar en cada ocasión que tienen (le mordaza, censura a los artistas que se posicionan políticamente contra el fascismo, leyes del movimiento, etc.). Y lo peor, las irresponsables incitaciones a la violencia indiscriminada. El desorbitado tamaño de su bandera es proporcional a la miseria de sus razones. Proponen emprender la lucha contra una supuesta ruina del gobierno actual, quiénes han expoliado, a través de la corrupción, durante la estafa pasada más de 120.000 millones de euros al erario público. Pretenden inculcar que vivimos en una dictadura comunista, los descendientes de quienes torturaron y acabaron con la vida de más de 150.000 paisanos durante la represión franquista. Pretenden criticar la gestión de la pandemia los que dejaron la sanidad sin efectivos y los que olvidaron que los ancianos son personas, hasta el punto que su nefasta gestión sobre los asilos que llamaban residencias han provocado la muerte de 2 de cada tres enfermos por Covid en la Comunidad de Madrid.

Quizá, querido lector, creas que exagero y que esto no es Bolivia ni Brasil. Quizá has olvidado que la mayor parte de los que hasta ahora han sido ministros del PP son supernumerarios del OPUS. Quizá no sepas que fundaciones ultracatólicas proponen la retirada del derecho al voto a los parados. Quizá no sepas que Mayor Oreja y María San Gil participaron en el debate en el que se apoyó dicha propuesta. Quizás no te hayan contado que la Conferencia Episcopal se opone a la renta básica y que está haciendo campaña contra el gobierno por su gestión en la pandemia, a pesar de que ellos gestionaban algunos de los asilos dónde se denigraba a los abuelos.

Lo que está ocurriendo en la chévere “little Caracas” en uno de los Barrios de Madrid dónde dos de cada tres votantes siguen apostando por los franquistas, es algo más que una simple anécdota. Es una demostración palpante de para qué y contra quienes se promulgó la llamada Ley Mordaza. Mientras en Puente de Vallecas, el único barrio de la capital en el que aún pervive el pequeño comercio, las multas durante el estado de alarma cuadriplican a las del Distrito Centro, llegando a ser sancionadas 546 personas el lunes 6 de abril, en estos días de mayo hemos podido observar como los de la #KaleBorrorja de Núñez de Balboa se saltan el confinamiento y sus normativas sin que tengamos noticias de los correspondientes arrestos o multas. Hasta se atreven a abroncar a la policía a la cara sin que les pase nada.

Mientras se envían decenas de “lecheras” policiales a los desahucios o a concentraciones de 20 manifestantes de chavales de izquierda, en los barrios pudientes, la policía pasa saludando al personal con las sirenas encendidas.

Mientras los anodinos de las banderas con crespón de la periferia están contra el gobierno porque se creen las mentiras de la televisión (recuerden la burda manipulación del domingo de Matías Prats y las residencias de ancianos) y reivindican la apertura de bares y espacios de ocio, a estos caraduras de la ingeniería fiscal que les permite pagar un porcentaje de impuestos que para sí lo quisieran muchos paraísos fiscales, están en contra del estado de alarma porque no lo han decretado ellos. (Aunque son más de los estados de excepción y sitio. De los campos de concentración en canchas de fútbol y de los campamentos de hacinamiento para migrantes). Están en contra del gobierno además de porque no es de los suyos, porque quieren hacerles pagar impuestos. Y ellos, nunca están en el papel de contribuir al sostenimiento del estado. Para eso está la plebe. Porque ellos son el estado. Todo les pertenece. Por eso tampoco quieren que a los pobres se les dé acceso a un medio económico vital como la renta mínima. Primero porque eso limitará el negocio del que ahora viven: gestionar en sus manos lo que es de todos. Ganar dinero a través de nuestros impuestos en indemnizaciones, concesiones y negocios que gestionan como propios cuando su primera y más fuerte fuente de ingresos proviene de las Administraciones públicas en concesiones sanitarias y de servicios públicos. Están en contra de este gobierno, porque si los pobres llegan a cobrar del estado 500 euros por no trabajar, para sacar sus empresas adelante tendrán que empezar a pagar sueldos dignos. Decía el otro día Javier Gallego Crudo “¿De verdad tiene que ganar una residencia un millón al año? ¿No puede ganar 150.000 y que el resto vaya a  mejorar sus condiciones?» Se ha demostrado que no. Que la avaricia de esta gente es lo que les lleva a la sobreabundancia, a nosotros a la miseria y a la Pachamama al cataclismo climático.

Cada día que pasa tengo más temor. Si empezamos dudando de lo que todo el mundo barruntaba, que de esta saldríamos siendo mejores, ahora estoy cada vez más convencido de que de esta saldremos mal. El fascismo nos está comiendo terreno día a día con el apoyo infinito de los medios de manipulación y adoctrinamiento y la adhesión aberrante de los que no tienen nada y lo poco que reciben lo han conseguido justamente de este gobierno. La izquierda mayoritaria no es social (ni izquierda) y el resto está cada uno a lo suyo. El pueblo anda creyendo que pertenecer a la nueva liga del Corte Inglés es una idea excelente. Aunque a ellos les dé igual si está abierto o no porque no tienen ni para comer como para ir a estrenar moda de la última “Pret a Porter”. Para cuando se den cuenta de que ya no tienen ni para abarcas, se habrán quedado sin trabajo, sin derechos y sin libertad y hasta sin comedores sociales. Recuperar derechos costará nuevamente derramamiento de sangre. Entonces vendrán los llantos y lamentos.

O nos unimos contra ellos o ellos acabarán con lo poco que aún nos queda y hasta con nosotros. Ya lo hicieron en la década de los 40. Y no dudarán en volver a quemar la tierra contra los brotes verdes.

No podemos vivir con miedo, pero si juegas constantemente a la ruleta rusa, aunque no seas consciente del peligro, tarde o temprano te acabarás levantando la tapa de los sesos.

Creer que quién reivindica la apertura del Corte Inglés, lo hace para que tú puedas entrar allí, es como creer que abandonado en mitad de la estepa, muerto de hambre y frío es una buena idea que, desde la única casa existente en cien millas alrededor, te aconsejen que contra el hambre y el frío lo mejor es meterse en una lobera donde hay cachorros, a que la loba te de calor y te amamante.

Las revoluciones que parten de los pudientes, nunca son evoluciones sino regresiones.

Saludos, feminismo, república y más escuelas, públicas y laicas.

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