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Boicot al ego

David Márquez
David Márquez
Escritor de artículos y ficción. Colabora con diversas publicaciones periódicas y ha publicado: ¿Y? (microrrelato) y DAME FUEGO (el libro) (microrrelato, poesía y otros textos), ambos trabajos inconfundiblemente en línea con el pensamiento y estilo que manda en sus artículos, donde muestra su apego a la libertad total de ideas, a lo humano y analógico, siempre combativo frente a cualquier forma de idiotez. amazon.com/author/damefuego
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análisis

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El poderoso elige y necesita políticos ineficaces y/o corruptos, artistas e intelectuales y docentes y periodistas fácilmente comprables, ciudadanos conformistas, ignorantes, asustadizos y, así, potencialmente manipulables. Al poderoso le interesan, necesita e invierte en guerras (las catástrofes naturales son celebradas), para «salvar al mundo» o «al pueblo tal», y a continuación «reconstruir» el país, o el mundo, si se tercia, al estilo «reformas». Por cierto, al poderoso le molestan las casas de una sola planta: el dinero crece y los ciudadanos enferman mejor en vertical.

No soporta igualmente el poderoso a los viejos o enfermos «desahuciados», más que para sacarles el dinero hasta la muerte. Y no aguanta el poderoso que la gente piense por sí misma, y mucho menos que lea en condiciones y menos aún que viva en paz. El poderoso goza con cada nueva, estéril disputa en el escenario público de las pantallas, con cada voto en contra o a favor, con todo el sensacionalista aparato pre-electoral. No hay nada más lucrativo para el poderoso que la anestesia de los «debates encendidos», las «polémicas declaraciones de», los actos violentos, las protestas callejeras, y no digamos los virus de impecable factura más toda la «prevención», toda la lucha y toda la fanfarria de victoria contra los mismos, entre anuncios de nuevas patologías y tratamientos. Qué bien le vienen las muertes al poderoso. Hay más imbéciles, ¿verdad?, millones en lista de espera para enfermar y envejecer. Y AQUÍ tocamos el quid de la cuestión.

El poderoso es un psicópata. No solo desatiende la idea de su envejecimiento: piensa que eso no va con él y hasta se lo cree. Es decir, no lo concibe. En otros términos: está loco, pero loco de atar. El poderoso se alimenta de poder, saborea el sadismo extremo, cultiva el control absoluto, o a eso aspira, y solo se inquieta cuando no escucha la conversación ajena, cuando su padre, su madre, su pareja o sus hijos no agachan la cabeza y le tributan los inequívocos honores correspondientes a todo mister complejines. Porque el poderoso, el psicópata es un dechado de complejos y traumas derivados de su hipertrofiado ego, es un mierda de pies a cabeza, pero con mucho tirón y un encanto especial para convencer al público. Y no lo digo gratuitamente. Ya deberías saber que todo psicópata siempre dará a cada cual la versión que este quiera oír. Y es que está loco, pero no es tonto, y sabe repartir esas cucharaditas de ego y «razón» que a todo ignorante le gusta paladear.

Así que, cuando presencies el show de un político o artista o periodista comprado, un país en llamas, o confinado y enmascarado y punto, ten presente que uno o varios psicópatas mueven los hilos, pagan las dietas y comercian, a cara descubierta ahora, con los tanques y, por encima de todo, con el ego mundial.

¿Quieres hacer algo al respecto? Pues no compres, desenchufa y regala tu tiempo a los más necesitados. Boicotea tu propio ego, y así, el del psicópata poderoso de mierda. ¿Tienes lo que hay que tener?

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