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Bisibilidad

Germán De Heras
Germán De Heras
Periodista. Opinión con rigor y compromiso
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análisis

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Pido perdón a Pérez-Reverte y a los más de 40 académicos de la Real Academia Española por jugar con el lenguaje, del que también soy dueño, de esta manera. Y pido perdón también a los más creativos por usar una fórmula manida y reiterada para titular un texto sobre la bisexualidad.

El pasado 23 de septiembre se celebró el Día Internacional de la Bisexualidad. Durante el fin de semana, varias asociaciones han organizado juegos, fiestas y concentraciones para reivindicar la visibilidad de esta parte del colectivo. Sí, esta parte que tiene un hueco histórico en lo LGBTI+. Concretamente, la B. Una letra que no se pervierte con chistes rancios sobre cuántas siglas más se añadirán a la denominación del colectivo. Una letra que ostenta la filóloga Aurora Egido Martínez en la RAE.

Y aun siendo parte intrínseca de nuestra naturaleza e historia conjunta, todavía debemos luchar por su visibilidad; por la bisibilidad.

Ya contaba en otro artículo lo frágil que puede ser la memoria. En la historia del movimiento LGBTI+ nos hemos olvidado de los orígenes, de las personas que se pusieron al frente de las primeras manifestaciones, de aquellas que sufrieron la represión a golpes y que murieron luchando por nuestros derechos y por no encontrarlos.

Nos hemos olvidado tanto que, hoy en día, la narrativa de la orientación sexual todavía está dominada por una dicotomía en la que solo participan, cómo no, hombres. ¿Qué eres? ¿Gay o heterosexual? Las personas bisexuales han sido apartadas y reducidas a una suerte de mito, de ser mitológico o de personaje de ficción. Fantasía erótica, morbosidad sexual, fase o período confuso.

Las mujeres bi gozan de mayor aceptación por las razones equivocadas: son reducidas al fetiche y funcionan al servicio de las fantasías del hombre heterosexual. La industria de la pornografía las hipersexualiza y la ficción hollywoodiense les pone la etiqueta de “bisexual” como el que coloca un angelito en el árbol de Navidad. Los hombres bi ni siquiera son tenidos en cuenta. Los más garrulos les llaman gays y los gays les piden que se aclaren.

Ostras, ¿qué hace ese chico besándose con una chica? ¿No era gay?

¡Bah! Dice que es bisexual, pero seguro que es gay.

Mi novia dice que es bisexual, a ver cuándo me propone un trío.

Todo el mundo los define. Nadie los escucha. Incluso dentro del colectivo, son acusados injustamente de transfobia. Creen, equívocamente, que las personas bisexuales solo prefieren a chicas y chicos cisgénero. ¿Y si en vez de imponerles una definición, les damos voz? Si puedes ser, antes de convertirnos en lo mismo que la izquierda fragmentada de este país.

Ya en 1990, el Manifiesto Bisexual decía lo siguiente: “la bisexualidad es una identidad completa y fluida. No asuman que la bisexualidad es binaria o dual en su naturaleza: que tenemos dos lados o que debemos actuar simultáneamente con dos géneros para ser seres humanos completos. De hecho, no asuman que solo hay dos géneros. No interpreten nuestra fluidez con confusión, irresponsabilidad o como una falta de compromiso. No equiparen la bisexualidad con promiscuidad, infidelidad o comportamientos sexuales poco seguros”.

27 años después se siguen reivindicando los mismos asuntos y a alguno no le ha quedado muy claro.

Sara Riveiro es gallega, tiene 19 años y es una activista bisexual con la que he querido hablar para que sea la comunidad bi la que explique su propia realidad. Ella considera que “algo tan rico, personal y bello como lo es la sexualidad humana se ha convertido en una estructura más de opresión en la que lo mayoritario […] niega la existencia de todas las demás experiencias, convirtiéndolas en tabú, pecado, o en el peor de los casos, delito”. Ella, como otras niñas bisexuales, creció pensando que era heterosexual. “Crecerán sin haber escuchado jamás la palabra bisexual, pensando que no existe una opción ‘intermedia’ y, como saben que no son homosexuales, asumirán que es normal que muchas veces les atraigan otras mujeres”.

Riveiro reconoce que la bisexualidad está marcada por la poca credibilidad política, ya que “es imposible negar que para alguna gente la bisexualidad sí es una fase, ¡aunque para otra mucha no! Para una mujer, en un mundo patriarcal a la que se le ha inculcado la heterosexualidad obligatoria, puede ser más fácil asumir que le gustan otras mujeres que asumir que no le gustan los hombres”.

Tampoco se olvida de otras dos mochilas llenas de piedras: la hipersexualización, que ya he mencionado, y “la idea de que tanto a los hombres como a las mujeres bisexuales solo les atraen los hombres, en un claro ejemplo de androcentrismo absurdo”.

La bisexualidad no funciona con porcentajes, las personas bisexuales no son unas “viciosas que se acuestan con todo lo que se mueve” y la fase puede ser y puede no ser. Pero ninguna de estas situaciones niega o rechaza la realidad. La bisexualidad es, se define y se reivindica. Y hay que grabarlo a fuego.

La sexualidad, como define Sara, es algo fluido y difícil de comprender, “pero debemos tener en cuenta que hay muchos factores como el género, la clase, la nacionalidad o la religión que hacen que cada persona viva una experiencia distinta”. Si queremos acabar con la discriminación, “debemos siempre cuestionar su raíz y luchar para que, en un futuro, ninguna niña más se sienta inadecuada o rota por el tipo de personas que le gustan”. Para que ninguna persona más tenga que pedir perdón por ser bisexual; por ser bisible.

 

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