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Berlín, catarsis de Europa

La capital alemana sorprende desde el primer minuto cuando se contacta con sus ciudadanos, amables, serviciales y sonrientes

Juan-Carlos Arias
Juan-Carlos Arias
Agencia Andalucía Viva. Escritor
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análisis

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Corría 1928 cuando el imprescindible periodista y escritor sevillano Manuel Chaves Nogales llegó al Berlín de la República de Weimar (1918-1933). Aterrizó en un Junkers de la Deutsche Lufthansa en un periplo centroeuropeo que arrancó en Madrid y concluyó en Bakú (hoy capital de Azerbaiyán). Quedó fascinado por la obsesión futurista berlinesa, su ajetreo y ver desnudos -bañándose en lagos próximos de la capital germana- a gran parte de sus vecinos.

Años después -entre 1937 y 1939- Magdalena Nile, la genial Imperio Argentina, fue estrella de los estudios UFO en Berlín. Prefirió disfrutar la ciudad y un país borracho de fanáticos nazis al cortejo, limusinas, guiños y flores del mismísimo Führer o del adulador -enano y cojo- Goebbels, aquel propagandista que repetía mentiras ad nauseam pretendiendo que fueran verdades tales falsías.

Después de Weimar y los nazis sabemos lo que sufrió Berlín, que fue troceada con poca misericordia. Su médula cosmopolita nunca tuvo culpa de tanta historia cebada de odio, venganza y una dignidad que la sobrevive a los peores individuos. El Berlín del siglo XXI merece una detenida parada del viajero, o estadía larga. Berlín resucitó de sus peores pesadillas para soñar y vivir momentos importantes.

Los ojos latinos

A primera vista, el visitante español o latinoamericano -tanto da- queda atrapado por una metrópolis de casi cuatro millones de almas que a nadie deja indiferente. Sin ruidos, atascos viales, rascacielos, luminosos que molestan la vista o gente que habla alto o llega tarde. Su historia, como veremos, no la uniforman ni los cánones ni los tópicos. Berlín da relax, relaja. Es originalidad plena.

Sedujo también al laureado escritor chileno, descendiente de croatas, Antonio Skármeta. El sanguinario Pinochet lo exilió entre 1975 y 1989 en la zona entonces ‘occidental’. Entre 2000 y 2003 fue embajador de su país. Fue entonces cuando concibió la idea que Berlín es cine hecho realidad. Pensábamos que lo era New York con tanta película a sus espaldas: ¿Skármeta lleva razón? Tendremos que dársela, tras vivir en sus calles, disfrutar de las gentes y lugares de un Berlín que se reinventa cada minuto. Es una ciudad que palpita sobre su propia esencia, la que jamás olvida.

Lo que parece obvio es que Berlín no la esperamos como es. La ciudad en sí, en primera persona, gana enteros. Nos sorprende la individualidad de sus vecinos protectora de su intimidad, su auténtico universo personal. Pero esos ciudadanos son amables, serviciales y sonrientes. Los berlineses parecen distantes, pero se muestran cercanos.

El sol que se esconde gran parte del año en la capital federal alemana lo ilumina la diversidad que se asentó allí. Los hispanoparlantes no se sienten extraños, ni mal recibidos. El espíritu berlinés es acogedor porque abraza una población joven, desenfadada y que mira al futuro. Justo como pronosticó Chaves en los ‘felices veinte’ republicanos de Weimar.

Tips sobre la ciudad

Viajar hasta Berlín no es difícil, ni caro. Sus dos aeropuertos, Tegel y Schönefeld, tienen conexiones con los principales aeródromos europeos, asiáticos, americanos y africanos. Las aerolíneas low-cost tienen embajada allí también. La red de carreteras germana que conecta con Berlín es excelente también. Y muy bien señalizadas hasta alcanzar la metrópolis.

Sin ruidos, atascos viales, rascacielos, luminosos que molestan la vista o gente que habla alto o llega tarde. Su historia no la uniforman ni los cánones ni los tópicos

Moverse por la ciudad es mejor con transporte público o bicicleta. Aunque lo más atractivo es hacerlo a pié. Son aliados para el empeño amplias avenidas y calles nada bulliciosas. Tranvías, metro y autobuses admiten billete común que, por días, bonos o viajes singulares salen a precio razonable. Además, hay descuentos que merece la pena considerarlos en aras de mantener el bolsillo relleno.

Alojarse en Berlín es factible para todos los bolsillos. Hay hoteles, apartamentos, casas compartidas y hostales repartidos por la zona ‘mitte’ que están donde le resulta cómodo al viajero. Desde la zona suburbial se alcanza el centro en pocos minutos. La puntualidad del transporte público derriba el atribuido liderazgo británico en estos menesteres. Los precios del alojamiento sorprenden en general porque casi están a la mitad o tercera parte que los ofertados en París, Londres, Tokyo o Toronto.

La gastronomía berlinesa metaboliza en su portfolio continentes y países por el abanico de comidas que podemos degustar. Allí encontramos toda clase de comida étnica, de diseño, autor, asiática, europea, americana, africana. Casi todas las tendencias, además, están representadas. Lo más genial es descubrir en cada rincón gastronómico una delicia.

Una leyenda, corroborada por la realidad, es que los berlineses comen sencillamente cuando tienen ganas. Es decir, en cualquier momento hay lugares para saciar sed y hambre. Los precios de la comida son razonables por la cantidad aunque los de la bebida (vinos, cerveza y licores) son ligeramente altos para el bolsillo español y latinoamericano.

La buena mesa local está influenciada por la región de Brandenburgo. Tiene en su carta excelentes cervezas locales, carne de porcino, aves, pescados de río, vinos tintos y blancos. Muy recomendable la ensalada de patatas (Kartoffelsalat), albóndigas con salsa blanca de alcaparras (Königsberger Klopse) y codillo con guarnición (chucrut y puré de patatas).

A los postres son deliciosos la ‘berlinesa’ (Berliner Pfannkuchen), un bollo dulce relleno de mermelada o crema no muy dulce y los renombrados Apfelstrudel (pastel de manzana). Ambos deleitan al menos goloso o golosa. Suelen acompañarlos de helado, chocolate, nata o crema. En general los postres presumen de tener poca azúcar o miel y son muy aceptables para cualquier paladar. ¡Para chuparse los dedos!

Visitas imprescindibles

  1. Puerta de Brandenburgo. Reichstag. La emblemática entrada a la ciudad se construyó en 1791 y la corona una vívida cuádriga. Está al final de Avenida Unter der Linden que reparte edificios espectaculares, museos, Universidad Humboldt, embajadas y tiendas de lujo. El Parlamento -Reichstag- impresiona tras su reconstrucción interior al igual que los originales diseños de edificios anejos con dependencias. Cercanos están las residencias de la Canciller Ángela Merkel y Presidente de RFA. Contrastan vanguardia y clasicismo maridados espacialmente.

 

  1. Alexanderplatz. Enclavada en la antigua parte soviética de Berlín aloja la impresionante torre de 368 metros de TV visitable (20€) con restaurante y cervezas con precios de platino. Hay ambiente comercial, mercadillo navideño, espectáculos, buscavidas, trileros, atareados berlineses y un sinfín de lugares donde gastar dinero y observar al personal que se mueve frenética y tranquilamente.

 

  1. Catedral y museos. La ‘Dom’ berlinesa está al lado del Río Spree e impresiona. Recomendables su cúpula, altar y y órgano. El Pérgamo destaca entre museos concentrados en una ‘isla’ pero con el islam, Grecia, Roma y frisos de Babilonia pero decepciona no ver la joya del Altar de Zeus. El Museo Nuevo (busto de Nefertitis impacta por su belleza), de Historia (fragmentario), de Arte y otros edificios muy estéticos que se reparten por la zona son muy interesantes.

 

    1. Schlöss Charlottenburg. El esplendor del imperio prusiano durante siglos pasados deja huella en este castillo con imponentes jardines. Fue antigua residencia de Federico I y se inauguró en 1695. Recorrer sus estancias y admirarlo por dentro y fuera impacta sobre tanta destrucción que sobrevino después del trono prusiano.

 

  1. Breitscheiplatz. Símbolo de la gran última gran guerra con más de 50 millones de muertos. Simboliza el Berlín ausente, el de la destrucción y el fanatismo. Esta iglesia neo-románica la destruyeron bombardeos ‘aliados’ en 1945. Ejemplifica la crudeza de la guerra. El edificio contiguo equilibra lo arrasado con el futurismo berlinés.

 

  1. Zoo y Tiergarten. Los más animalistas tienen aquí amplio referente. Admirarán casi todas las especies perfectamente integradas. El parque es el pulmón urbano situado céntricamente donde los días cálidos se llena de paseantes y quienes disfrutan tan amplia zona verde.

 

  1. Kunsthaus Tacheles y Postdamer Platz. Una casa okupa antes edificio en ruinas hoy es centro cultural de referencia. La Plaza que tributa a Postdam tiene ambiente genial. Es, además, la sede de la Berlinale, el famoso festival internacional de cine berlinés.

 

  1. Mauerpark. Como los ‘flea market’ anglos, Rastro madrileño o el Jueves sevillano el mercadillo dominical tiene artesanía, antigüedades, comida y bebida. Sólo resta disfrutarlo y pasearlo detenidamente. Adictos a gangas deben mirar y mirar por si cae algo.

 

  1. Muro. Antes recorría 155 kilómetros separando la zona soviética, hasta 1989, de otra ‘aliada’ anglo-gala-norteamericana. La ‘parte este’ aloja murales y grafitis, como casi toda la ciudad donde el arte urbano no es un fantasma. Otras partes del muro pueden admirarse cerca del Check Point Charlie y el museo gratuito Topografía del Terror que sintetiza con acierto la barbarie nazi.

 

  1. Museo de la Stasi. Cerca del Muro se conserva tal cual la sede central del más temido y eficaz servicio de espionaje prosoviético alemán. Llegó a tener casi 100.000 agentes para una RDA con 15 millones. Estremece saber lo que sucedió allí, para que jamás ocurra más.

Berlín catárquico

Por catarsis los griegos asumían una purificación de pasiones vía emociones que contempla cualquier tragedia tras suceder. También, en Berlín aceptamos que se liberaron o eliminaron recuerdos que alteraron la mente colectiva. La urbe, en su historia, atrajo tronos, obreros, intelectuales, poder, dinero, negocios, cultura, bombarderos, espías y una vida que difícilmente acabará con ese Berlín intemporal que sigue ahí.

Esto que escribimos sobre la catarsis es aplicable a la superación de la monarquía, del Kaiser, la humillación tras la primera gran guerra mundial, la barbarie nazi y nueva humillación que fragmentaron la ciudad extranjeros (aliados y soviéticos) que vencieron una guerra tras bombardearla inmisericordemente. Finalmente, desde 1989, Berlín integró su ‘Telón de Acero’ y derribó un muro que soviéticos y sus lacayos germanos construyeron para huir de bolcheviques-leninistas-estanilistas que se disfrazaron de igualitarios y comunistas durante décadas.

Todo esto sucedió durante el siglo XX y dejó incontables huellas. Lo que sigue es la interpretación de la historia y lo escrito por los vencedores. Hay cosas que son llamativas recorriendo el Berlín de la catarsis. Debe visitarse el antiguo campo de concentración de Sachsenhausen porque esto existió, no es fábula y desmiente al ‘Negacionismo’.

También, el Monumento a los Judíos del Holocausto. Se inauguró en 2005 y se ubica frente a embajada norteamericana. Lo forman 2711 estelas de hormigón que simulan tumbas. Pasearlo estremece porque engaña a la vista desde fuera. Hace sentirse mal a cualquiera. Sus artífices Eiseman & Hapold consiguen efecto pretendido.

Obviamente, hubo nazis que consumaron exterminios y construyeron macro-cárceles, dentro y fuera de Alemania como sabemos. Pero centrar el Holocausto sólo en los judíos es un éxito de la eficaz y adinerada propaganda sionista. Penosamente, se olvida casi siempre a miles y miles de muertos y represaliados gitanos, discapacitados, homosexuales, millones de comunistas, opositores al nazismo y hasta miles de republicanos españoles. Todos fueron masacrados. Todos, uno por uno. Una por una.

El proceso de catarsis que se genera en Berlín marida leyendas, realidades y mucha publicidad subliminal que intenta anestesiar el criterio personal para proclamar dogmas sobre lo ‘políticamente correcto’. Vaya, sobre lo que debemos de pensar. Siempre, algo que nace en otras mentes.

Vemos que, no obstante, Berlín también es vanguardia política, vota ecologista, pirata, izquierda y baila con la mejor música electrónica mundial. Ese es el Berlín que disfrutará más el viajero del siglo XXI sobre lo rancio del viaje convencional que espera ver, vivir y emocionarse con tópicos que a los mejor pertenecen a otra Alemania.

Disfrutar Berlín

La Meca del viajero cuando está a gusto en su destino tiene en Berlín parte alta del podio si lleva claro que hay muchas ciudades, mentes y formas de ver las cosas en la capital alemana. Friedrichshain es parte de lo que hablamos. Es un barrio joven, dinámico y contrastado, lleno de oferta nocturna y diurna sobre su alma obrera.

Kreuzberg es otro barrio recomendable de Berlín. Allí se concentra el interés en vivir porque desde hace años está la ‘movida’ local, el Berlín más gamberro y ecléctico. Hipsters, bohemios y punks pululan por allí. Una mayoría de origen turco hace de la multiculturalidad berlinesa un hecho.

No menos recomendable es Neukölln, la zona más ‘moderna’ de Berlín. Con influencia del Oriente Medio y otros foráneos fue antaño zona norteamericana. Hoy son muchos los estudiantes de todo el mundo y artistas sus vecinos. Ello confiere frenetismo de actividades que hacer allí. La bohemia se concentra por esta zona también.

La vida nocturna berlinesa es intensa y carece de los antiguos cabarets donde Marlene Dietrich sentó cátedra. Discotecas, restaurantes con espectáculo (los de comida bávara son recomendables), garitos de jazz, hard-rock, de ambiente LGTB y gentes alternativas que quieren y saben divertirse completan el abanico lúdico del viajero a Berlín.

Escapada a Postdam

Para trufar nuestro viaje debemos viajar hasta Postdam, capital del estado de Brandenburgo. Conserva intacta la gloria de los reyes prusianos. Está a 20 minutos de tren desde Berlín siendo factible hacerlo en barco por los numerosos lagos que la rodean, más el Río Havel.

En Postdam contemplamos paisajes y arquitectura espectacular de siglos XVII, XVIII y XIX. El espíritu Hohenzollern, la dinastía que reinó los territorios prusianos de los que Potsdam formaba parte, pulula aún. En Postdam tuvieron residencia reyes y príncipes prusianos.

Tras la llegada al trono de Federico II ‘El Grande’, en 1740, Potsdam cobra importancia. Justo cuando se concluye el conjunto de palacios y jardines Sanssouci, aunque el macro-palacio estuvo en Berlín. Los reyes prusianos dejaron su impronta según sus gustos y modas imperantes. El parque abarca 9 construcciones y palacios y se recorre a pie en ruta de 15 kms.

También son visitables el Jardín Nuevo, Palacio de Mármol y Cecilienhof. Otra atracción es el Palacio Belvedere, en el monte Pfingstberg. También, la zona de los Estudios de cine Babelsberg -jardín real- con su Palacio Babelsberg y la Torre de Flatow. Por último, se sugiere visitar el Palacio y parque de Sacrow.

La maravilla de Postdam nos retrotrae al pretérito monárquico y poderoso de una Alemania importante en el teatro y escenario europeo. Sólo le faltó un imperio colonial ultramarino que sí tuvieron franceses, holandeses, británicos, portugueses o españoles.

Navidad y verano

La mejor época de disfrutar Berlín es durante las navidades o la primavera-verano cuando el sol luce con más asiduidad y el clima invita a la manga corta. Durante los días pascuales la ciudad se llena de mercadillos (Weihnachtsmärkte) donde encontramos de todo para todos: sonrisas, alegría, comida, bebida, artesanía, ropa, complementos, etc…

Los más famosos mercados navideños de Berlín están en Gendarmen Markt (impresiona la plaza con esbeltos monumentos en su rectángulo), Alexander Platz y la avenida Unter den Linden, delante del Castillo de Charlottenburg.

La nochevieja, la del 31 de diciembre, no podemos evitar la Puerta de Brandenburgo. Centenares de miles de personas, de todas partes del mundo, se congregan allí para recibir el nuevo año. Sylvester, como llaman los alemanes a tal celebración, es especial y diferente de otros lugares. Entre la Puerta de Brandenburgo y Columna de la Victoria la fiesta es impresionante. El ambientazo y la alegría del personal hace que continúe toda la noche. La euforia se traslada a bares y discotecas de toda la ciudad.

En verano la buena onda en Berlín no para de ofertar cosas que hacer. Degustar un helado es parte de la magia berlinesa. La cultura de parque y de cines al aire libre (Freiluftkinos) supera a otras propuestas. Conciertos de orquestas, música étnica, rock electrónico y hasta re-visitar la cúpula del Reichstag renovado por Foster y disfrutar el Tiergarten añade, suma mucho al viaje estival a la vigente capital de Europa.

Festivales culturales, bañarse en piscinas públicas o privadas o nadar en lagos próximos a la metrópolis son opciones que contemplará el visitante más audaz. Desfilar el Primero de Mayo en la patria de Marx y Engels, vivir el Karneval der Kulturen, el día del Orgullo Gay son sugerencias.

Todos los 21 de Junio hay un recomendable Festival de las Nacionalidades donde el mundo se presenta ante el vecino berlinés y los adoptivos. Otras propuestas se sitúan en los parques. En Körnerpark, Görli, Hasenheide, Tiergarten o Tempholf podemos degustar parrilladas que se repiten por los rincones. La luz del sol emerge sobre las delicias gastronómicas. Hay también eventos para veganos y de street food.

Arte callejero, festival cervecero, Melt (festival de música electrónica en Ferropolis), de danza, literatura y arte Pop completan las propuestas. Berlín tiene muchas oportunidades para visitarla una y otra vez. Así es la ciudad que revive su corazón cada vez que lo hielan.

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