Balance del año feminista

Resulta muy preocupante que las feministas, agrupadas en muy variadas organizaciones cívicas nunca se planteen hacer un balance y una autocrítica de su trabajo, en vistas de los resultados obtenidos en las últimas dos décadas

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Concentración del Movimiento Feminista contra la violencia machista en Sol, foto Agustín Millán
Concentración del Movimiento Feminista contra la violencia machista en Sol, foto Agustín Millán

En este maldito año de 2021 que ha terminado, según las informaciones que publica la página oficial del Ministerio de Igualdad, han sido asesinadas por violencia machista 43 mujeres y 3 menores, entre ellos una bebé de 11 meses. Pero la página web feminicidio.net reporta 71 asesinatos. Y 2022 comenzó por el asesinado de una niña de 3 años por su padre.  

Se han presentado más de cien mil denuncias por maltrato. Hasta el tercer trimestre de 2021 se han registrado 1.601 violaciones, y las violaciones aumentan un 30,6% en los primeros nueve meses de 2021. El gobierno calcula que se producen 97 violaciones diarias.

Estos son los datos oficiales, que excluyen de la calificación de violencia de género a las víctimas que no sean esposa o pareja del agresor. No tenemos ningún dato sobre las prostitutas maltratadas, ni aún asesinadas, por clientes o macarras.

Esta macabra estadística se publica en los medios oficiales, provoca algún comentario periodístico y una ceremonia de unos minutos en la puerta del Ayuntamiento de la población donde residían las víctimas. Nada más.

Desde hace 17 años no se ha avanzado nada en la protección de la violencia machista  de las mujeres y los menores.

Desde que se aprobó la ley llamada de Igualdad, en 2007, no se ha aprobado legislación alguna que permita el avance de los derechos de la mujer. Suponiendo que esa ley lo sea, ya que no se conoce reclamación alguna apoyándose en ella, mientras las discriminaciones salariales y de jerarquías laborales entre hombres y mujeres siguen constantes. Las diferencias salariales entre hombres y mujeres se mantienen entre el 15 y el 30%, según la categoría laboral y los puestos de dirección en las empresas del IBEX 35, ocupados por mujeres, constituyen el 5%.

El acoso sexual en el trabajo, la discriminación de las mujeres en las categorías profesionales, los despidos por embarazo o lactancia, la marginación de las trabajadoras –el 94% del abandono del puesto laboral o los trabajos a tiempo parcial y reducción de jornada lo solicitan las mujeres para atender a hijos y dependientes- son las condiciones de trabajo de las mujeres que se han cronificado. Los datos son los mismos que cuando comenzó la democracia.

A estos ya eternos temas se ha unido el novedoso comercio  de los vientres de alquiler, para fabricar niños en úteros femeninos, con embriones prefabricados, mediante un precio. Los seres humanos utilizados como máquinas y mercancías.

En este año 2021, se ha firmado la llamada Ley Trans por el Partido Socialista y Unidas Podemos, el Presidente ha despedido a Carmen Calvo del Gobierno, que fue Vicepresidenta primera, y que parecía mantener una postura de enfrentamiento con Irene Montero para no aprobar el proyecto de ley, e incluso ha salido de la Ejecutiva del PSOE. La ley sigue su camino y se debatirá en el año 2022. El Tribunal Constitucional ha anunciado que por fin publicará la sentencia sobre la ley de aborto, ante el recurso del PP presentado hace 11 años. Lo que hace temer lo peor.

Y para desanimar las expectativas que se habían alimentado en las organizaciones feministas de que se aprobara la abolición de la prostitución, el Tribunal Supremo acaba de dictar la doctrina de que las prostitutas, a las que denomina “trabajadoras sexuales”, pueden sindicarse para ejercer su “profesión”, siempre que no sea “por cuenta ajena”, lo que era evidente puesto que tal actividad está contemplada como delito en el Código Penal.

Este somero balance del año 2021, obliga al Movimiento Feminista a plantearse qué objetivos y estrategias deben ser los que defienda y elabore para este 2022, que empieza con el marasmo de miles de asociaciones que no avanzan un ápice en la consecución de demandas que están planteadas desde hace 45 años, todos los que tiene la democracia de esta última etapa.

Resulta muy preocupante que las feministas, agrupadas en muy variadas organizaciones cívicas nunca se planteen hacer un balance y una autocrítica de su trabajo, en vistas de los resultados obtenidos en las últimas dos décadas. Y cada año repiten las mismas actividades: charlas, encuentros, cursos, para seguir informando a las nuevas allegadas de los problemas e injusticias que padecemos. Como si en vez de un activismo social crítico con los gobiernos y sus disposiciones tuvieran escuelas de formación profesional subvencionadas. Las convocatorias estrella son las manifestaciones del 8 de marzo y el 15 de noviembre, y después a esperar las siguientes.

Cuando el Partido Feminista de España lleva décadas instando a la participación política y electoral, ante la falta de representación feminista en las instituciones, y por ende de influencia en el legislativo y el ejecutivo, la respuesta de muchas de las asociaciones ha sido declarar su vocación apolítica, como si tal cosa fuese compatible con el activismo social.  

En 2022 volvemos a comenzar allí donde concluimos en 2021. Como en el día de la marmota. Pero no podemos esperar que elementos mágicos nos devuelvan a la realidad. Porque la realidad es precisamente lo que tenemos.

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