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Aznar impone su ley en el PP

Pese a las críticas de los discrepantes con la deriva ultra del partido, el ex presidente del Gobierno parece haber tomado las riendas e incluso coloca a sus hombres de confianza en los puestos de mayor responsabilidad

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análisis

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En los últimos días, a la noticia de que la presidenta de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, ha fichado a Miguel Ángel Rodríguez como su nuevo jefe de gabinete, se ha sumado el anuncio de que Alfredo Timermans va a asesorar a la portavoz del Grupo Popular en el Congreso, Cayetana Álvarez de Toledo. Tanto Rodríguez como Timermans, dos duros, fueron hombres de la máxima confianza de Aznar, sus más fieles escuderos, lo cual vendría a demostrar que el ex presidente del Gobierno está moviendo sus peones desde algún lugar para retomar las riendas del Partido Popular tras los años del centro y la moderación de Mariano Rajoy. Hoy, más que nunca, podemos decir que Aznar ha vuelto a la política, si es que alguna vez se había marchado.

La pregunta ahora es cómo ha caído la noticia de estos dos polémicos nombramientos −y algunos otros que a buen seguro se están preparando−, en la actual dirección de Génova 13. Sin duda, entre los “casadistas”, partidarios de continuar con el giro a la derecha del partido para competir con Vox, el retorno de dos guardaespaldas de Aznar como Rodríguez y Timermans ha sido un maná caído del cielo. Sin embargo, a los “marianistas” supervivientes de la era Rajoy el proyecto de “reaznarización” del PP les ha debido oler a cuerno quemado. Los rumores que circulan por Génova 13 hablan de familias enfrentadas, de rencillas enconadas y de batalla sin cuartel por el control del partido. Ya dijo Balzac que “todo poder es una conspiración permanente”, y en esas andan metidos los clanes genoveses.

De entrada, el nombramiento de Miguel Ángel Rodríguez −el que fuera ex secretario de Estado de Comunicación con José María Aznar−, ha agravado las tensiones internas que enfrentan a Díaz Ayuso con el líder madrileño de Ciudadanos, Ignacio Aguado, su vicepresidente y socio en el Gobierno de coalición de derechas en la Comunidad de Madrid. “Respetamos el nombramiento, pero no lo compartimos”, aseguró un resignado Aguado tras conocer que Ayuso le había colocado un dragón en el gabinete.

Los últimos movimientos en el PP demuestran que la “aznarización” del partido es un hecho y que los tiempos de la moderación de Rajoy ya son historia. Entre los populares parece imponerse una vuelta al discurso duro y al trazo grueso para aparentar ser más de derechas que sus competidores de Vox, aunque es más que probable que este “rearme ultra” no sea ni tan pacífico ni tan civilizado como se supone, tratándose de gentes de orden, y hasta cueste más de una puñalada trapera y hasta alguna que otra purga “purificadora”. Tal es así que la guerra entre ambas facciones por el control del partido se antoja más que asegurada.

El origen de la herida hay que buscarlo en las elecciones del pasado 28 de abril, en las que Pablo Casado cosechó la derrota más dolorosa del partido en toda su historia. Aznar, siempre en la sombra pero atento y preocupado por el auge de Vox, decidió intervenir metiendo el bisturí. Fue entonces cuando dio la consigna a su joven y dúctil presidente para que cambiara el rumbo del partido y virara a la derecha. Sin embargo, el abandono súbito del centrismo pasó factura en las urnas. De aquel descalabro siempre se culpó a Casado cuando en realidad el “padrino” estaba entre bambalinas y tenía nombre y apellidos: José María Alfredo Aznar López.

Desde su retirada, el ex inquilino de Moncloa no ha dejado de interferir en la política y en los asuntos de Estado de España. De nada ha servido que Aznar haya sido considerado como uno de los peores exmandatarios del mundo por la revista estadounidense Foreign Policy (esta publicación llegó a asegurar que el ex presidente del Gobierno español es uno de los dirigentes ya retirados que “peor se han adaptado a su condición de ex y que menos han colaborado al bienestar general” de su país tras dejar el cargo). Aznar se ha resistido a dejar de controlar los resortes del poder en el PP y prueba de ello es que su filosofía política ha retoñado con fuerza para tratar de enderezar el rumbo del partido en estos años de decadencia, confusión y falta de liderazgo.

La influencia del ex presidente del Gobierno sobre Pablo Casado está siendo mucho más fuerte de lo que podía pensarse hasta ahora y aunque pocos en el PP se atreven a mostrar en público su disconformidad con esas “tutelas” y esas “tu tías” (como diría el padre fundador Manuel Fraga Iribarne), lo cierto es que la “aznarización” es hoy un hecho incontrovertido. Algunas figuras de relevancia han alertado en los últimos tiempos, aunque con metáforas esquivas y tímidamente, del peligro que para el PP supone ese contrachapado a la derecha. Personajes como el vicepresidente y portavoz de la Junta de Castilla y León, José Antonio De Santiago-Juárez (que llegó a pedir a Casado que abandonara la compañía de Aznar y las enseñanzas políticas de la FAES); el ex portavoz del PP en el Congreso de los Diputados y ex ministro de Sanidad, Alfonso Alonso; y hasta el mismísimo presidente de la Xunta de Galicia, Alberto Núñez Feijóo (paladín mayor del ala moderada y centrista del partido) han lanzado ya más de una bengala de SOS advirtiendo de lo que está ocurriendo en el partido. Alonso ha sido uno de los más explícitos y valientes, ya que ha llegado a advertir públicamente a Casado de que debe “recuperar un partido para la concordia y no para la bronca”. Además, ha defendido que “el papel del PP tiene que ser el del partido de la tercera España que ofrece una moderación desde el ámbito del centro-derecha” y que, “frente a la mentira y el engaño de Pedro Sánchez, debe procurar, de alguna manera, recuperar puentes para la convivencia”. “Lo que no podemos es vernos arrastrados a esa lucha de bandos, a esas trincheras en la que se quiere convertir la política española”, añadió en clara alusión al proceso de ultraderechización, por influencia de Vox, en el que parece haber entrado el partido.

En esa misma línea crítica se mantuvo el hasta hace unos días presidente del PP de Guipúzcoa, Borja Sémper, quien finalmente ha decidido abandonar la formación conservadora dejando constancia de su “incomodidad” con la actual política española de “confrontación” y en un claro mensaje dirigido a la estrategia de Casado, con la que chocó abiertamente. De las palabras de Sémper se desprendía sin duda un cierto desencanto, una gran decepción y un síntoma de derrota después de que se hayan impuesto los postulados ultras de Aznar.

En cualquier caso, parece un hecho empíricamente contrastado que la huella de Rajoy ya es pasado en el PP y que se imponen las tácticas y los discursos radicalizados y muy alejados del centro. Hoy puede decirse que mientras Mariano Rajoy ha quedado para el desguace y para bulos y chanzas en las redes sociales sobre su supuesto interés por presidir la Real Federación Española de Fútbol, su predecesor y antagonista, José María Aznar, está más en forma que nunca. E imponiendo tendencia.

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