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Protocolos

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análisis

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Habla uno resabiado, yo he visto cosas que no creerían: reuniones de Ministros en las que no se decía nada; convocatorias de trabajo en las que se mandaba callar a gentes cuya inoperatividad era conocida, sin réplicas, por supuesto; reuniones dobles para dejar claro que una cosa es lo que se dice y otra lo que se hace; visitas de Consejeros que no tienen ni idea de lo que visitan; gravedades resumidas en un quítame allá esa camisa; y patadas hasta con rotura de medias por el protocolo en inauguraciones…

El protocolo es una huella arqueológica de lo que el Poder político significa. Es tan absurdo y poco edificante como la consaguineidad en la Diplomacia o la Universidad. Los paletos se aferran a él aunque se les vea el pelo de la dehesa, porque es su nueva seña de identidad de triunfo, un puñado (no menor) se agarra como anciano en una moto porque es lo que han vivido desde la infancia, por ser expresión de su clase, algo natural ¿no?

Salvo por seguridad, debería ser erradicado de lo Público, aunque esto suponga la reconversión de los profesionales dedicados a ello (que los hay y muchos). Es más, debería más bien ser innecesario que prohibido, ¿por qué cojones se ha de inaugurar lo que se hace con dineros de nuestros impuestos? Perpectuar esta distinción de clase, salvo lo que con dineros privados quiera hacer un millonario benefactor (que no los hay), es un error extremadamente reaccionario al que se apunta inmediatamente la izquierda, que descubre lo fácil que es vender imagen sin tener que trabajar, situación a la que llaman ejercer cargo electo (o nepótico).

Los actos Públicos carecen de otra utilidad que la de meter miedo y admiración (en el peor sentido) a una ciudadanía admiradora de aquello que supone la negación de sus propias frustraciones. El protocolo y los actos de los políticos son a la gestión lo que la prensa rosa a la inteligencia.

La política se ejerce con horarios (fichando) y con despachos, no generando una casta profesional de la adulación, la jerarquía, la exhibición del poder impostado y encima ajeno, no dilapidando dineros comunes necesarios en trajes y representación, ese teatro del mundo banal de lo vano que sólo genera actores y actrices de la peor estirpe denigrando lo que supone representar a la ciudadanía de verdad. Nos empujan a la miseria intelectual, de ahí a la guerra, siempre es igual, deberíamos saberlo ya, ¿o no?

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