Ayuso, el brazo torpe de la política

Decía Terenci Moix, aquel escritor libre y provocador, que a la edad de cada uno deberían sumarse los dos mil quinientos años de cultura occidental, desde la Grecia clásica en adelante. Por comenzar con buen pie, podría empezarse a contar desde el siglo V a. C.  el llamado siglo de Pericles donde floreció la filosofía, la arquitectura, la historia, la literatura. Donde funcionó una Asamblea que fue el primer órgano de la democracia donde el pueblo soberano se gobernaba por sí mismo, sin intermediarios, decidiendo los asuntos de Estado. Un periodo de esplendor rara vez visto en la historia de la humanidad. Podríamos empezar a contar nuestra edad desde ahí, y sobre todo  deberíamos conocer ese impagable legado, actuar de acuerdo con él, mantener y proteger  esos valores, ese espíritu, y asegurarse de que pasan íntegramente a las siguientes generaciones.

Si todos nos añadiéramos esos dos mil quinientos años a nuestra edad y actuáramos con el conocimiento, la responsabilidad, la obligación, el compromiso y la madurez que implica tener tan respetable edad asociada a tan extraordinaria cultura, seguramente nos iría mucho mejor en todos los ámbitos, sobre todo en el ejercicio de la política como ciudadanos y no digamos como representantes políticos. Si efectivamente sumáramos esos siglos como equipaje cultural de cada uno, podría decirse con propiedad que el tiempo no ha pasado en balde y eso nos evitaría  caer una y otra vez en los mismos errores, lo que nos ahorraría mucho sufrimiento y nos haría avanzar sin  fatales retrocesos hacia una sociedad más justa, libre y solidaria. Muy diferente a la que ahora tenemos. 

Uno se acuerda de esto y lamenta que algunos de nuestros dirigentes políticos no solo no cuenten con ese poso dos veces y media milenario, sino que su edad mental esté muy por debajo de su edad biológica. Tal es el caso de Isabel Díaz Ayuso, presidenta de la Comunidad Autónoma de Madrid, una región con más de seis millones y medio de habitantes. Muchos nos preguntamos si la edad mental de la presidenta Ayuso no la inhabilita en un cargo de tanta responsabilidad, que maneja un presupuesto de más de veinte mil millones de euros y que afecta a las vidas de tantos millones de  contribuyentes. Muchos no estarán de acuerdo en que la presidenta no tiene la edad mental necesaria para ostentar tan importante cargo. Pero sus declaraciones sin filtro alguno, su atrevimiento que roza la temeridad al hablar de cosas muy serias y delicadas, son pruebas convincentes de que esta mujer no solo no debería estar ahí, sino que un juez debería haber dictado contra ella una orden de alejamiento de al menos un kilómetro al micrófono más cercano. Ni siquiera debería acercarse al micrófono de un karaoke, por si acaso. 

Hay que decir que su primer trabajo en el PP, un meritorio trabajo, fue llevar la cuenta de twitter de “Pecas” el perro de la gran Esperanza Aguirre. De la Ayuso son las palabras de presentación de tan augusto perro: “Me llamo Pecas, vivo en Malasaña con una rubia castiza. Soy incontrolable (supongo que se refiere al perro) liberal, seductor”. A la Aguirre le gustó esta especie de jefa de prensa de su perro y dijo de ella que “habla claro, sin complejos, eso gusta a la gente”. Con la bendición de Esperanza, la Ayuso fue aupada hasta la presidencia de la Comunidad donde se soltó totalmente, fuera complejos, vivan las ocurrencias, y empezó a hacer unas declaraciones que a muchos nos dan vergüenza ajena. Unas declaraciones, sobra decir, indignas del cargo que ocupa.

Su repertorio de desatinos, desvaríos y sandeces es inagotable y haría falta mucho espacio para transcribir siquiera una parte de sus increíbles, asombrosas, portentosas e inconcebibles declaraciones. De esta mujer puede decirse que agrede con un micrófono como Mike Tyson lo hace con los puños, solo que Tyson tiene más swing, más gracia. Y más de una vez y más de dos la Ayuso nos ha dejado K.O con apenas una docena de palabras. Y no sentimos lo que hemos oído, que al fin y al cabo ya pasó, sino lo que todavía nos queda por oír, que no será poco ni liviano. Una vez, preguntada por el empleo basura dijo que “hablar de empleo basura es ofensivo para la persona que está deseando tener ese empleo basura”. Otra vez se atrevió a decir que los atascos son una “seña de identidad de Madrid, de que la calle siempre está viva. Un atasco a las tres de la madrugada de un sábado hacía de Madrid una ciudad especial” Habría que preguntar por los miles de enfermos y muertos que causa cada año esa glamurosa contaminación. Seguramente diría que es un precio pequeño para el beneficio alcanzado.

Otra de sus declaraciones más recordadas fue cuando dijo que “ los jóvenes que se marchan a trabajar al extranjero no lo hacen por necesidad, sino para compartir la cultura y entrar en otros mercados laborales. Otra de sus grandes frases, digna de figurar entre las diez mejores fue cuando dijo esto: “Un día de estos os vais de vacaciones y cuando volváis Podemos le ha dado vuestra casa a sus amigos okupas”. Una frase que muestra su nulo respeto por sus adversarios políticos a los que acusa de todos los males, como si su partido fuera un modelo de rectitud y honradez. Aunque la frase donde despliega toda su mala baba, su necedad más agresiva, su más repugnante desvarío fue cuando habló de la exhumación de Franco como “necroshow” y afirmó: “¿Qué será lo siguiente? ¿la cruz del valle? ¿todo el valle? ¿las parroquias del barrio? ¿ arderán como en el 36?” . Ignacio Aguado, de Ciudadanos, su socio de gobierno y vicepresidente, como en esos dúos que se van pasando la voz de un cantante al otro hasta el apoteosis final dijo para rematar que “este gobierno (se refiere naturalmente al providencial gobierno del que forma parte) va a hacer todo lo posible para que en 2019 no vuelvan a arder ( las iglesias, se entiende) como consecuencia de que haya alguien que quiera imponer su ideología sobre otras”. Fin de la cita. 

No hace falta decir que esa insidiosa basura de que hay alguien dispuesto a quemar a iglesias solo está en sus cabezas, nadie, ni al más anticlerical se le ha pasado por la cabeza hacer semejante cosa. Pero da igual, para ellos todo vale con tal de denigrar, ultrajar, difamar y vilipendiar a sus adversarios políticos con los que debería, como es su obligación, estar dialogando, negociando, debatiendo de forma constructiva la mejor manera de servir a los ciudadanos, a todos los ciudadanos o ¿acaso no es la presidenta de todos  los madrileños?. También de los depravados pirómanos parroquiales en potencia, que no la han votado. Los políticos deberían cobrar por objetivos conseguidos, de esa manera se esforzarían, no digo se esforzarían más sino que simplemente se esforzarían, por alcanzar los acuerdos, pactos, convenios y alianzas que fueran menester para la buena gestión de lo público. Pero por desgracia cobran, y muy bien por cierto, hagan lo que hagan.

Ojalá que la Ayuso, simple como el palillo de un polo, con el mismo carisma que un trapo húmedo y el encanto de una espuerta de vendimiar,  fuera la excepción de los políticos de este país, pero tenemos la desgracia de contar con muchos y muchas como ella. Políticos que en vez de trabajar por el bien común como es su obligación, de dar lo  mejor de sí mismos sin regatear esfuerzos para lograr el bienestar de la gente, se dedican a pervertir los valores democráticos en vez de preservarlos y usarlos adecuadamente. Los sagrados valores del respeto, la tolerancia y el entendimiento, valores en los que está claro que no creen. En vez de luchar por apuntalar, consolidar, estabilizar y fortalecer esta achacosa y renqueante democracia, se dedican con todas sus fuerzas a dañar la convivencia, a envenenar la vida política, con el  consiguiente hartazgo de los contribuyentes que asistimos disgustados, indignados, cada vez más aburridos, a este vergonzoso espectáculo del insulto gratuito, de la descalificación, del rifirafe verdulero, de la puñalada trapera, del bulo y la mentira a cual más burda, mientras  la angustiosa realidad que vivimos a diario pide a gritos la unión de todos para salir de esta aterradora pesadilla.

Como dice el historiador Andrés Nadal en un estupendo vídeo que debería ser de obligado visionado: “en épocas de pandemias, que son épocas de irresponsabilidades y bulos, el emperador Marco Aurelio, que le tocó gobernar con una terrible peste, tenía una propuesta:  “no lo hagas si no es conveniente, no lo digas si no es verdad”. Marco Aurelio también decía  que “la destrucción de la inteligencia es una peste mucho mayor que cualquier infección”. Cuando la peste agotó el tesoro público, Marco Aurelio hizo lo que hacen los políticos que merecen serlo, una cosa así como nuestro  abominable campechano emérito, subastó todos sus bienes personales durante dos meses. “Hay políticos miserables, sigue diciendo el historiador, que en medio de las crisis más espantosas se suben el sueldo o, aún peor, reducen el presupuesto de sanidad que no solo es robar a los ciudadanos que la han pagado con sus impuestos sino que es condenarlos. Si alguna vez veis eso, por favor, votad a otros, a quien sea”.  Y termina preguntando el historiador ¿Tú cómo quieres que sea el mundo que amanecerá después de esta pandemia? Va a depender de cómo quieras ser tú. Y da una última y maravillosa cita de Marco Aurelio verdaderamente increíble tratándose de un gobernante de hace tantos siglos: “Amóldate a las cosas que te han tocado en suerte y a las personas con las que te ha tocado en suerte vivir y ámalas, pero de verdad”.