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Ayuso a piñón ideológico fijo

Julián Arroyo Pomeda
Julián Arroyo Pomeda
Catedrático de Filosofía Instituto
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análisis

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Por fin, la presidenta de la Comunidad de Madrid ha alcanzado lo previsto. Desarticulada la oposición interna contra ella, ha cumplido los últimos objetivos militares. Han quedado muertos en el camino y el partido ha estado a punto de producir la mayor división de su historia política, pero ha valido la pena y ya se encuentra todo controlado. Ella ha sido encumbrada a mayores alturas políticas y sus devotos la adoran sin fisuras.

No se ha visto nunca esto y ha quedado de manifiesto que, si uno no es corrupto, tampoco tiene sitio en el partido del pueblo. Estar imputado es un delito para conseguir un buen puesto. Prueba manifiesta es que ha premiado a quien firmó a mano el contrato de la Comisión de su hermano. También la alcaldesa de Arroyomolinos, Ana Millán, imputada, ha conseguido uno de los mejores puestos en organización territorial. Puede que el triunfo a la búlgara, con el 99,12% de votos la haya vuelto loca. El caso del espionaje la llevó al ataque a muerte contra Pablo Casado, que ha quedado enterrado en la cuneta. La crisis se ha cerrado con una triunfadora única y absoluta.

El XVIII Congreso del PP madrileño ha cerrado la crisis, coronando a Ayuso como su única reina. No habrá que perderse la reacción de Marhuenda, que anteriormente la considerada como objeto digno de adoración. Qué cosas pasan en este país. De escribir los tuit de El Pecas, el perro de Aguirre, a empoderarse de todo Madrid. Esto empieza, no hay quien lo pare.

Analicemos también su ideología, que ha puesto de manifiesto en este Congreso. Su concepción de la mujer es sorprendente. Todas las que creen en la lucha por sus derechos, incluyendo el lenguaje inclusivo, merecen su desprecio. Son simples irresponsables y marginadas, malcriadas que llegan solas y borrachas a casa. No trabajan por su país, sino por sus propios intereses feministas y débiles.

El pasado no interesa, dado que lo que hay que hacer es construir el futuro. Y del Gobierno de Sánchez se mueve en el pasado, por eso tiene que salir de la Moncloa, que necesita aires e ideas nuevas. Hay que cultivar principios e identidades en lugar de apoyarse en comunistas, podemitas e independentistas. Semejante amalgama está obsoleta y lleva al país hacia atrás y hasta el abismo de las tiranías. En medio de todo esta mescolanza ideológica sorprende su rechazo a los populismos. ¿Qué otra cosa hay en sus propuestas más que esto?

No tiene ningún inconveniente en someter a humillación incluso los suyos, si han tenido algunas veleidades, aunque no hayan caído en la tentación. Aquí el ejemplo es el alcalde Almeida. Este monaguillo de la política se dejó querer para que Casado le presentara al Congreso. La dirección nacional intentó baronizar al partido, que solo tiene ahora una lideresa, que ha sabido convertir a Almeida en uno de los suyos de tal manera que ahora “somos dos mitades”. Le ha incluido en el Comité de Dirección con la seguridad de que nunca se atreverá ya a levantar ni el dedo meñique. Lo mejor del asunto es que los estatutos incluyen al alcalde de Madrid, pero ella los interpreta a su modo.

A Feijóo se le ha visto en varias ocasiones rendirla pleitesía y contemplarla con devoción. Le impone, pero disimula. No quiere líos, porque lo que importa es la unidad. Este hombre está obsesionado con la economía, pero no basta con reorganizar aquí lo que otros gobiernos han destrozado. Economía sí, pero cuidando no dejar a la izquierda las formaciones ideológicas. No nos obnubilemos con que se trata de la economía, tonto. Esto también, pero hay que hacer mucho más.

Somos una nación, proclama orgullosamente Ayuso y lo hace sin adjetivaciones. Nada de pluralista y con diversas culturas lingüísticas. Ella es contraria a las lenguas cooficiales, que consagra la Constitución en su artículo tres, resaltando su riqueza y su patrimonio cultural, que debe ser respetado y protegido. Aquí sus ideas rayan en lo inconstitucional y se acerca cada vez más a Vox. Madrid lo es todo, Madrid es España y España es unidad, grandeza y libertad. ¿Una, grande y libre? Podría haberlo dicho, porque es lo que está pensando esta admiradora del falangismo.

No soporta el feminismo, ni la transexualidad. Lo propio de la mujer es la maternidad, como la del hombre, la paternidad. No se puede confundir a los jóvenes, hay que apostar por la natalidad. Tampoco se puede enfrentar a hombres con mujeres, ya que son compañeros eternos. A ella solo le falta cumplir tales ideales, dado que no tiene un compañero eterno, ni es madre, ni puede permitirse odiar tanto a todos.

Madrid es el ejemplo y modelo a exhibir, aunque resulta decepcionante lo que piensa hacer aquí: centros de salud, hospitales y metro. Es decir, justo lo que no hay ahora. Los hospitales están mal atendidos y peor gestionados. Los centros de salud se cierran paulatinamente. En el metro se reducen unidades, porque no puede pagar la electricidad. Resulta demasiado sorprendente. Dime de qué presumes…, a no ser que en su imaginario esté pensando que Madrid ya lo tiene todo.

No podía faltar la defensa de su familia, a la que han quitado el anonimato. Sigue con su victimismo, pero de lo que se han llevado sus padres y su hermano calla, porque ha patrimonializado sus propios intereses.

Tampoco se olvida de ETA, ni de los porros. Ella tiene su bandera y su forma de vida. Caminamos hacia atrás como el cangrejo. Qué plomo es. Bendita sea.

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