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Ayo Garvalena

Aviones Escuela

Francisco Silvera
Francisco Silverahttp://www.quenosenada.blogspot.com.es
Escritor y profesor, licenciado en Filosofía por la Universidad de Sevilla y Doctor por la Universidad de Valladolid. He sido gestor cultural, lógicamente frustrado, y soy profesor funcionario de Enseñanza Secundaria, de Filosofía, hasta donde lo permitan los gobiernos actuales.
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análisis

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El destino juega raro y hace estas cosas por las que un hecho que podría ser lejano de pronto se acerca. Un par de guitarras Gibson, fíjense qué tontería, me han hecho ver la muerte en Murcia del Comandante Eduardo Garvalena de la Patrulla Águila un poco desde su interior. Me asomo desde Huelva a la entereza de una niña que arrostra un drama, como la pérdida en accidente de un padre, yendo al colegio, su colegio de todos los días, porque cuando la tragedia irrumpe nada duele más que la rutina, lo fácil es la borrachera emocional: lo difícil, vivir, y esa niña que va su colegio nos da una lección mucho más seria que la de nuestra pretensión intelectual al escribir.

Una conversación con alguien del entorno de Ayo, así es como apelan al Comandante en casa, me hace presente a su pareja y a sus tres hijas o a su padre, también militar; intentar empatizar con el dolor que deben sentir ahora me hace pensar si valoramos justamente el sacrificio de quienes optan por formar parte del Ejército o los diversos Cuerpos de Seguridad. La entrega encarrilada a través de la disciplina en el fondo es una manera de Humanismo, y una parte de lo mejor humano está en esa solidaridad en la que uno, una, entrega su vida o vive contando que la vida de una pareja o una hija o un padre pueden ser perdidas por el bien de la convivencia.

Pero decía el sabio que la corrupción de lo mejor es lo peor. Hay que mimar muchísimo a estos Cuerpos porque hay que exigirles todo, ya cuentan con que se les exige todo literalmente. Una imagen desacertada destruye a toda una institución, recientemente hemos visto un caso de trato vergonzante con un politiquillo demagogo por medio que debería ser castigado contundentemente, porque esa estupidez destruye la filantropía pragmática que preside toda vocación de carrera militar verdadera.

Pero esta ruindad hoy no. Pienso en lo teatral de la política, en la permanente puesta en escena. Es muy chulo tener aviones para desfiles que pinten la bandera y esas cosas tan emotivas, pero ¿cuarenta años para un modelo de avión que además de desfilar y hacer acrobacias es un aparato escuela de vuelo para adiestramiento? ¿De verdad es acorde el presupuesto y la preocupación por la seguridad y la calidad con lo que el Estado español (o sus políticos) quieren mostrar a la ciudadanía y al resto del mundo?

No quiero frivolizar, pero Ayo Garvalena, Francisco Marín, Daniel Melero o Rosa Almirón sabían el riesgo que corrían entrenando sobre el mar de Murcia, por supuesto. Pero basta rascar un poco en la gente de la calle en torno al emplazamiento de la Patrulla Águila, acostumbrados a convivir con la base aérea (electricistas, mecánicos, controladores de vuelo, militares, alumnos, profesores, trabajadores civiles), para entrever un cierto malestar sobre si hay una correspondencia entre el lucimiento que proporcionan estos servidores del Estado y la preocupación que las instituciones han tenido y tienen por sus vidas y, perdonen mi frialdad, porque yo no creo y el fallecido ya no está, la preocupación por las vidas de las familias que les superviven tras los accidentes… pienso otra vez en esas tres hijas.

La discreción forma parte de la disciplina militar, no hablarán. Pero la observación es obligación de la vida digna, tres accidentes con cuatro muertes en unos meses son una responsabilidad, yo no hablo de “culpas” sino de ejercer como cargo responsable: alguien debería mandar parar circunstancialmente y hacer un balance, son muchos aspirantes a piloto, muchos instructores, muchas familias las que penden de decisiones que, al final, como casi siempre, tendrán que ver con la disponibilidad económica. Y si no se puede, quizá los lujos se deban replantear.

Tengo la impresión de que el Estado es una gigantesca balsa de riego que reparte a través de un sistema con tuberías obsoletas, cuando llega el dinero al final pretendido se ha perdido en un 90% por el camino. No creo que haya que suprimir nada, los recortes suelen mirar hacia arriba: se corta un poco en actualización y seguridad, me mantengo y pagan los contribuyentes… o los profesionales.

Se me hace raro intentar dejar aquí un recuerdo del Comandante Garvalena, no es personal, no le conocí. Pero haber tentado sus aledaños me recuerda lo ingratos e injustos que somos con quienes de verdad ponen sus vidas en peligro por los demás; es fácil ser antimilitarista, o pensar a la policía como enemiga, pero el mundo es ansí, las guerras son reales, la delincuencia existe, ya Platón se dio cuenta que los Guardianes del Estado tienen un materia especial, diferente y apasionada. Mientras envío esto, en una iglesia entre dos colegios de un pueblo donde todos se conocen, hay una misa de difuntos. Quede este texto como un modesto homenaje y una petición formal de atención a estas vocaciones donde la gente se la juega, la merecen.

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1 COMENTARIO

  1. Soy el suegro de Ayo, le doy las gracias por estas palabras.
    La persona de Ayo se puede describir además de buen padre y buen marido como responsable de su trabajo donde lo daba todo al igual que sus compañeros de la patrulla águila.
    Mi deseo es que estos accidentes no vuelvan a ocurrir.
    Ayo ha dejado un vacio tremendo en los corazones de todo aquel que lo conocía y siempre estará en nuestros corazones.

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