Se me quedó floja y flácida… la inspiración, al finalizar el partido, el primero que disputaba Carlos Alcaraz en el Torneo de Montecarlo contra un yanqui larguirucho y arrubiado, con un poco de pinta de blando y demasiado delicado: el número 42 del mundo a quien EL CHAVAL DEL PALMAR había derrotado sin aparente gran esfuerzo la primera vez que se enfrentaron, en las NextGen donde lo machacó, se lo comió sin necesidad de patatas: jugaron 16 sets y Alcaraz ganó 15. Joder, ¡quince!
¿Y qué ha pasado hoy? La verdad es que no lo sé, la verdad es que sigo sin poder creérmelo, la verdad es que estoy cabreadísimo con el tío ese nacido a apenas diez kilómetros de Sangonera la Verde, pueblo que conozco casi al dedillo de la época que viví en MURCIATOWN
, pero esa es otra historia. Y estoy cabreadísimo con él y no le perdono aunque tenga 18 años, porque lo tenái ganado, porque ha estado dos juegos por delante en al menos dos set; lo tenía chupado, lo tenía hecho, ¡lo tenía narices!, porque no lo consiguió.
Esto del tenis es una cosa rara. Entiendo que los jugadores tienen días buenos y días malos, entiendo que el cansancio, el viento, el “lo que sea” puede hacer caer el triunfo de un lado o de otro.
Pero Alcaraz tenía que haber ganado en Montecarlo, escalar en la ATP, empezar a perfilarse como el mejor del mundo ahora que Nadal… bueno, a Nadal ni tocarlo, pero todos sabemos que no puede quedarle demasiado.
Quedaría el consuelo de que al MONSTRUO DE LAS RAQUETAS, el adusto señorito Djokovic lo ha ganado un tío que se supone que es español, aunque todos sus gentes sean más rusos que el vodka: Davidovich Fokina (¡qué tiempos cuando los españoles nos llamábamos Arturo y nos apellidábamos Briz o similares y ya!), pero la verdad es que no me consuela. Nos hacía mucha ilusión, a ti también ¿verdad lector? Ver a Alcaraz ganando partido tras partido en Montecarlo y llegar a la final.
Vale, así se escribe la historia. Nos aguantamos. Otra p… vez será.
Tigre tigre
