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Asia, el tablero donde está en juego la hegemonía global

La alianza entre Rusia y China, que tiene como telón de fondo servir como contrapeso a Occidente en el escenario global, muestra a las claras cómo el mundo ha entrado en una nueva era en las relaciones internacionales tras el ataque ruso a Ucrania. Euroasia emerge como un bloque frente a Occidente en un mundo multipolar y muy volátil, donde una chispa, como ocurrió en Taiwán con la visita de Nancy Pelosi, puede encender el polvorín. Pero también otros actores mueven ficha en la región, como Turquía, que oscila entre ambos bloques en un fino juego de equilibrismo y malabarismo, e India, cuya dependencia con respecto a Moscú por sus ingentes compras de armamento ruso es cada vez mayor y se mantiene distante de condenar abiertamente la agresión a Ucrania.

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análisis

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La guerra de Ucrania, y el consiguiente tsunami provocado por la misma en la escena global, ha hecho extraños compañeros de cama en las relaciones internacionales, pero casi todos los actores en Asia se mueven con tacto, precisión, equilibrio y mesura, es decir, sin apostar por enfrentarse directamente con el gigante ruso y manteniendo distancias con respecto a la rotunda posición occidental, que comienza a mostrar algunas fisuras debido a la larga duración de la guerra y a la negativa a endurecer más las sanciones contra Rusia, debido a su dependencia energética. En Europa, esas fisuras tienen nombre y apellidos: Hungría, cuyo máximo líder, Viktor Orbán, no oculta su cercanía con Vladimir Putin, y Grecia y Chipre, muy reacios a seguir adoptando más sanciones contra Rusia.

En lo que respecta a Asia, Rusia ha conseguido lograr sumar una suerte de alianza que apoya su causa en Ucrania, entre cuyos miembros se encuentran Irán, cuya soledad casi crónica le lleva a abrazar a los más disparatados aliados en la escena internacional; Turquía, que en un juego claramente ambivalente vende drones a los ucranianos mientras coquetea abiertamente con Moscú, permitiendo a los rusos eludir las sanciones internacionales accediendo a los mercados turcos al tiempo que condena los referendos celebrados por los rusos en el Donbás; India, que mantiene su cautela frente a la agresión rusa y se niega a condenarla; y los aliados rusos en Asia Central agrupados en la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OCS), entre los que destacan como Armenia, Kazajistán, Kirguistán y Tayikistán

Mientras Rusia suma numerosos aliados en Asia, su soledad en Europa es casi total y cuenta con pocos aliados si exceptuamos la dictadura de Bielorrusia, conducida por el sátrapa Aleksandr Lukashenko, gran amigo personal y aliado incondicional de Putin. Solamente Serbia, negociando su entrada en la Unión Europea (UE), se ha negado a adoptar sanciones contra Rusia, alegado que fue el único país que hizo lo mismo en la guerra de los Balcanes, y sus tradicionales lazos históricos con este país -ambos son ortodoxos- le han colocado en una delicada situación frente a Occidente, que le exigía un mayor compromiso con sus socios europeos  y norteamericanos.

Estados Unidos y China, frente a frente

Al tiempo que las bombas siguen cayendo sobre Ucrania, Rusia mueve su diplomacia política, económica y militar en Asia, aunque ya China e India le han mostrado a Putin su preocupación por el curso de una guerra larga y que no interesa a nadie. Paralelamente a estas acciones rusas, también los Estados Unidos realizan movimientos tácticos que buscan frenar la expansión de China en la región -su mayor rival en el nuevo orden multipolar- y apoyar a sus aliados regionales en Asia, vertebrando nuevas alianzas y cimentando las ya consolidadas.

Estados Unidos parece haber comprendido que estamos en una nueva era y que hay cambiar las viejas ideas que sustentaron la política exterior norteamericana en tiempos pretéritos, cuando el presidente Richard Nixon y su colaborador Henry Kissinger abrieron el terreno para una gran alianza con China frente a la difunta Unión Soviética. En el pasado reciente, todo giraba en torno al control territorial de Euroasia, pero ahora, según la ecuación  del clásico de la geopolítica Halford Mackinder (“quien controla el corazón territorial controla el mundo”), el eje del mundo global hipercomunicado es marítimo y se halla en los mares circundantes de China, plagados de conflictos territoriales y litigios entre las distintas potencias regionales aún no resueltos.

Fruto de ese cambio de orientación fue la reciente firma de un acuerdo (AUKUS) entre Australia, el Reino Unido y los Estados Unidos para dotar de submarinos de propulsión nuclear a la armada australiana, en un aviso muy significativo a China, por parte de estos tres países, en el sentido de que Washington no abandonaría a sus aliados en esta parte del mundo. Ya en el año 2007, Estados Unidos había impulsado una iniciativa denominada Quad, que reúne a Estados Unidos, India, Australia y Japón, y que nacía con el objetivo de contrarrestar la creciente influencia de China en la región Asia-Pacífico. Washington está enviando un mensaje nítido al presidente chino, Xi Jinping, y le advierte directamente acerca de sus pretensiones de convertirse en potencia hegemónica en esta parte del mundo, algo que puede colisionar con los intereses norteamericanos y los de sus aliados en Asia.

La crisis de Taiwán

La colisión entre Estados Unidos y China llegó al clímax cuando la presidenta de la Cámara de Representantes de los Estados Unidos, Nancy Pelosi, visitó Taiwán. Para la diplomacia china, la visita de Pelosi alimentó y alentó lo que considera las veleidades secesionistas del ejecutivo de Taipei. China, entonces, al considerarse agraviada, organizó unas grandes maniobras para amedrentar a Taiwán y mandarle un mensaje claro a los Estados Unidos. El ejército chino utilizó fuego real e incluso lanzó varios misiles balísticos cerca de las islas de Matsu, en aguas taiwanesas, generando el temor en la población de esta pequeña isla de apenas veintitrés millones de habitantes. Taiwán puso en estado de alerta a sus fuerzas y dijo estar preparada para responder a una supuesta agresión militar china.

Taiwán, como el Berlín dividido de los tiempos soviéticos, es el nuevo epicentro de la tensión y lucha entre dos de las grandes superpotencias, China y Estados Unidos. Estados Unidos asegura estar comprometido con la seguridad y defensa de esta isla, a pesar que desde 1979 no mantiene relaciones diplomáticas y reconoció a la República Popular China, es decir, a la comunista. Pero, a pesar de que Taiwán y Estados Unidos no están ligados por ningún acuerdo de defensa la Taiwan Relations Act, firmada en 1979, compromete a los Estados Unidos a garantizar a la isla la posibilidad de defenderse y los medios necesarios para hacerlo.

China considera a Taiwán una isla o provincia rebelde, mientras que el gobierno isleño, cada vez más próximo a los Estados Unidos por razones obvias, rechaza las tesis de “una sola China” y vaticina desde hace meses la segura invasión del país por los chinos. Las posiciones entre ambas partes son extremas y han dinamitado, en apenas días, las aproximaciones e incluso el diálogo lento, casi clandestino a veces, entre chinos y norteamericanos. 

Perspectivas de evolución en la región

Fruto de todo este estado de cosas y las turbulencias regionales, Japón ha comenzado a rearmarse tras décadas de un activo pacifismo. Japón presentó recientemente un presupuesto en Defensa para el próximo año con un nivel de gasto récord en respuesta a los desarrollos armamentísticos de China y Corea del Norte y a la guerra de Ucrania. El presupuesto solicitado por el Ministerio de Defensa para el ejercicio 2023 asciende a 5,59 billones de yenes (39.710 millones de euros), un 7,5 % más que el año anterior, e incluye una partida indefinida para desarrollar las capacidades militares en los próximos cinco años que elevará la cifra final a una cantidad mayor. El cambio que significa este rearme japonés es histórico, toda vez que se abandona  más de medio siglo de tradicional neutralidad nipona y pone a Japón en el mapa geoestratégico regional, alineándose claramente con sus aliados occidentales.

Estados Unidos, cuyos principales aliados en Asia son Corea del Sur, Japón, Australia y Taiwán, compite ya abiertamente con China, siguiendo el actual presidente, Joe Biden, la estela de abierta confrontación de su antecesor en la Casa Blanca, Donald Trump. Pese a todo, Biden ha cuidado mucho más las formas y ha mantenido siempre abierto un canal de comunicación política y diplomático con Pekín. 

Por ahora, a pesar de los muchos contenciosos territoriales entre los distintos actores, el epicentro de la tensión se sitúa en Taiwán, donde China busca una salida política no negociada que podría llevarle a la opción militar. China siempre ha considerado que la anexión de Taiwán, con Macao y Hong Kong ya en sus manos, es el final del ciclo colonial que comenzó en el siglo XIX con las intervenciones occidentales y que debe concluir utilizando todos los medios a su alcance, incluidos los militares. 

Taiwán, en este contexto de nueva Guerra Fría entre los Estados Unidos y China, tiene una importancia capital que no debe ser minusvalorada. “De atender a la escalada verbal e incluso militar entre Washington y Pekín, Taiwán, de superficie algo mayor que Cataluña y 23 millones de habitantes, es la llave maestra de la hegemonía asiática e incluso global. No es una novedad, puesto que observadores de primer nivel vienen señalándolo desde hace años. Paul Wolfowitz, que formó parte de los equipos de George Bush, adjudicó a la isla un papel similar al del Berlín dividido durante la Guerra Fría. Robert Kaplan, el redescubridor de la geopolítica, aseguraba hace más de siete años que “si la independencia de facto de Taiwán se viera comprometida, aliados como Japón y Australia, incluyendo todos los países ribereños del Mar de China Meridional, reformularían sus preferencias de seguridad y se acomodarían perfectamente al ascenso de China”, aseguraba con mucho tino el analista Lluis Bassets. Por ahora, tras una bajada de la tensión entre ambas partes, las espadas siguen en alto pero la crisis, lejos de haber concluido, apenas comienza aunque todavía no hayan sonado las armas. 

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