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Así es el timo de los lácteos milagro

Antonio González Aguayo
Antonio González Aguayo
Licenciado en Historia, Escenografía teatral y con estudios de periodismo. Escribo en diferentes medios digitales.
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análisis

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Hace ya años que los yogures tienen como estrategia de venta no presentarse como productos para saciar el hambre, sino como alimentos que curan. Lo cual está funcionando muy bien. Pese a que los nutricionistas advierten de que este mensaje publicitario dista mucho de ser real, ya que ningún yogur puede defendernos de la enfermedad o regalarnos más años de vida.

El ejemplo se encuentra en las leches fermentadas con L. casei. Según Miguel Ángel Lurueña, especialista en Tecnología de los Alimentos y divulgador científico, “no hay pruebas concluyentes que permitan afirmar que estas bacterias y, por extensión, los productos que las contienen, contribuyan a la mejora o la protección del sistema inmunitario”.

Y es que la ciencia asegura que el L. casei no ayuda a nuestras defensas. Pero la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) ha negado en diferentes momentos la posibilidad de que las compañías digan la verdad en sus spots publicitarios. Lo que es clave para que las empresas continúen realizando la estrategia del asterisco en su publicidad, como asegura José Manuel López Nicolás, profesor de Bioquímica y Biología Molecular de la Universidad de Murcia.

En esencia, esta estrategia consiste en realizar grandes declaraciones para después, en la letra minúscula del producto, matizar esta afirmación. En el caso de los lácteos enriquecidos, la clave no estaría en el L. casei, sino en la vitamina B6.

”Las alegaciones de salud se evalúan y aprueban para sustancias individuales, no para el conjunto del producto. Por ejemplo, la declaración contribuye al normal funcionamiento del sistema inmunitario está aprobada para la vitamina B6. Así, para poder incluir esta alegación en un determinado producto solamente tenemos que añadir una cantidad suficiente de vitamina B6. Es decir, podríamos añadir esta vitamina a una botella de agua mineral y promocionarla con esta alegación, algo que por cierto ya se está haciendo”, señala el profesor López.

”Hay que aclarar que esta alegación no significa que tomar este producto vaya a mejorar nuestro sistema inmunitario, ni que cuanto más tomemos mejor vaya a funcionar. Lo que quiere decir es que nuestro sistema inmunitario necesita vitamina B6 para funcionar con normalidad”, añade Lurueña.

Se da además el caso de que la vitamina B6 no es una sustancia poco frecuente ni deficitaria en nuestra dieta. Según el dietista-nutricionista y divulgador Carlos Ríos, está presente en pescados, frutos secos y algunas frutas. “Un plátano contiene 3,3 veces más vitamina B6 que una de esas leches fermentadas”, por lo que “es bastante evidente que no necesitamos estos productos, ya que obtenemos esa misma vitamina en cantidades suficientes a través de una alimentación variada”.

La evidencia más clara de que estos productos con L. casei no ‘ayudan’ a nuestras defensas, asegura J. M. Mulet, doctor en Bioquímica y Biología Molecular por la Universidad de Valencia y autor de la reciente obra ¿Qué es come sano?, Ed. Destino, es que si lo hicieran “su consumo debería estar prohibido en pacientes post-trasplantados o con determinadas enfermedades autoinmunes”, que tienen que ingerir fármacos inmunosupresores para rebajar la actividad de las ‘defensas’ del organismo.

Mientras tanto, fuentes de la industria láctea argumentan que “el L. casei es una bacteria cuyos beneficios han sido analizados y reconocidos por la comunidad científica internacional”, y que “merecen ser analizados más en profundidad de cara a su inclusión en las guías nutricionales y de salud”.

El caso del L. casei no es el único, también existen otros lácteos a los que se les otorgan propiedades casi milagrosas, como regular la hipertensión o prevenir la osteoporosis. Sin embargo, los expertos alegan que esos componentes (los fitoesteroles) están presentes de forma natural, aunque en pequeñas cantidades, en frutos secos, legumbres, verduras o aceites vegetales. También, que ese efecto sobre el colesterol apenas es significativo.

Además puede suceder que estos productos causen en los consumidores una falsa sensación de seguridad, descuidando los hábitos verdaderamente saludables para el organismo. “Lo que sabemos que funciona es un estilo de vida saludable, que no solo depende de la alimentación, sino de factores como el ejercicio físico o el descanso”, concluye Carlos Ríos.

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