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Aquí no hay quién viva

Jesús Ausín
Jesús Ausín
Pasé tarde por la universidad. De niño, soñaba con ser escritor o periodista. Ahora, tal y como está la profesión periodística prefiero ser un cuentista y un alma libre. En mi juventud jugué a ser comunista en un partido encorsetado que me hizo huir demasiado pronto. Militante comprometido durante veinticinco años en CC.OO, acabé aborreciendo el servilismo, la incoherencia y los caprichos de los fondos de formación. Siempre he sido un militante de lo social, sin formación. Tengo el defecto de no casarme con nadie y de decir las cosas tal y como las siento. Y como nunca he tenido la tentación de creerme infalible, nunca doy información. Sólo opinión. Si me equivoco rectifico. Soy un autodidacta de la vida y un eterno aprendiz de casi todo.
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análisis

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Babila vive en la portería del número 79 de la calle del Concordato. Entre sus funciones está la de barrer el portal y la escalera, limpiar los ventanales, distribuir el correo cuando llega el cartero en los apartados que hay en la estantería junto al mostrador, encender y apagar la calefacción en los meses del frío, sacar los contenedores para que los retire el camión de la basura, atender a visitantes que no saben muy bien dónde vive el vecino al que van a visitar y colocar avisos y notas informativas en el tablón que hay junto a los ascensores.

Babila es una mujer rechoncha, de ojos vivarachos, piernas cortas y media melena que recoge en un moño mientras trabaja. Hija de la antigua portera, una mujer soltera que nunca quiso casarse para no perder su vivienda y la portería, y nieta también de la primera portera que tuvo el edificio. Eberarda, la abuela, era, al parecer, una copia de Babila (o más bien la nieta una copia de la abuela) según cuenta Don Cástulo que se instaló a vivir en el edificio recién inaugurado allá por el año 56 con Doña Celina, su mujer. Según Don Cástulo, Eberarda era hija ilegítima de un general de nombre Eduardo que cree recordar que fue Ministro del Caudillo. Sea como fuere, la cosa es que en la comunidad de vecinos existe un contrato a perpetuidad en la que se dice que Eberarda Martínez López, y sus descendientes primogénitas mujeres, si las hubiera, tendrán derecho a residir en la vivienda que ocupa el Bajo C, y el cargo de Portera, mientras no tengan marido que las sostenga. La norma atenta contra toda la normativa actual, pero incomprensiblemente, cada una de las dos veces que la comunidad ha querido rescindir el contrato a Babila y echarla de la casa que ocupa, los tribunales han fallado a favor de la conserje.

Porque Babila es una mala empleada. Hay felpudos que no limpia porque los vecinos en cuya puerta están colocados, han presentado quejas contra ella. Ha establecido normas sin contar con el consentimiento de los vecinos, como negarse a encender la calefacción en el mes de noviembre si ella cree que no hace suficiente frío o dejarla encendida todo el mes de mayo si, por ejemplo se ha acatarrado. Babila no es, como dice el dicho popular, una cotilla en el sentido estricto, puesto que ella no cuenta los chismes de los que otros vecinos le informan, sino que directamente inventa historias de líos de faldas entre hombres y mujeres que residen en el edificio, sobre supuestas amantes que salen a horas intempestivas cuando la mujer del calumniado se ha ido, por ejemplo de viaje por el trabajo, o, al contrario, inventa visitas de jovencitos a casa de las pocas amas de casa que residen en el edificio, mientras sus maridos están trabajando. Esto ha provocado serios problemas a diferentes parejas de la comunidad.

Junto a Don Cástulo vive Don Froilán que llegó unos pocos años después y que, como guardia civil retirado es un tipo que añora tiempos pasados. Don Froilán, a sus setenta y seis años bien conservados, sigue visitando, todos los jueves, a su amante en el domicilio que esta tiene en el número 39 de la misma calle. Don Froilán es el testigo que lleva Babila a los juicios de desahucio porque es uno de los pocos defensores que tiene en la vecindad debido a que, casualmente, la amante de don Froilán es amiga de la infancia de la portera y esta, al tanto del secreto que el guardia civil retirado le oculta a su señora y a sus hijos, nunca lo ha revelado.

La comunidad del número 79 de la calle del Concordato está bastante harta de los infundios que levanta su portera, pero sobre todo del incumplimiento de sus obligaciones como trabajadora.

 

Hoy hay asamblea de vecinos. En la reunión se va a tratar el problema surgido tras la aprobación del cambio de ascensor obligado al no haber pasado el actual, la última revisión obligatoria. El cambio supone, entre otras cosas, sustituir las viejas puertas manuales de madera por unas automáticas de acero inoxidable. Para ello, necesitan entrar al hueco del ascensor por una puerta situada en un pequeño patio trasero al que solo se puede acceder desde el Bajo C. Como es costumbre en Babila, se ha negado a dar acceso a la empresa instaladora. Le ha comentado a Don Froilán que no le gusta el acero porque es muy sucio y hay que limpiarlo constantemente y que, mientras no cambien el modelo, no les deja entrar. Don Froilán está de acuerdo (por la cuenta que le trae). Pero el problema está en que integrar en el nuevo ascensor unas puertas automáticas de madera supone una derrama de casi mil euros por vecino.

Llegada la hora, apenas aparece un tercio de los propietarios del 79 de la Calle del Concordato en el local de la Asociación de Vecinos donde se celebra la asamblea. Babila no solo no ha puesto el aviso sino que ha arrancado el que había puesto el presidente.

Los asistentes coinciden en que ha llegado demasiado lejos y que esto no puede seguir así.

 


 

 

Aquí no hay quién viva

 

En esta milonga sin fin de la retirada del eunuco cobarde de su tumba, además del cuento chino que Pedro Sánchez estira sin fin por motivos claramente electoralistas, me llama poderosamente la atención la postura de los frailes dominicos que habitan en el monasterio que hay junto al mausoleo del fascismo español. La iglesia en España lleva siglos haciendo su voluntad. Las dos veces que se ha intentado someterla al ordenamiento jurídico (la primera con José Bonaparte y la otra en la Segunda República) acabamos como el rosario de la Aurora. En el primer caso, restableciendo al mostrenco màs inútil, incapaz y perturbado de todos los Borbones, Fernando VII, y en la segunda con un golpe de estado que, tras una guerra fratricida y un genocidio de todo aquel sospechoso de simpatizar con ideología contraria al régimen, nos ha traído hasta la actualidad en un país que lleva cuarenta y un años diciendo que es una democracia pero que cada día demuestra que en realidad solo es un sistema plutocrático con elecciones (dudosamente limpias, con incógnitas sobre la veracidad de los resultados) en el que una ristra de golfos envenenan las instituciones con su corporativismo, sus endemias familiares que copan todos los puestos de mando, sus amiguismos y su inquietante impunidad.

Como decía, llama la atención que en un supuesto sistema democrático en el que todos (según la Constitución hasta la casa real) debiéramos estar sometidos al imperio de la ley, unos monjes que ocupan un edifico de Patrimonio Nacional, es decir, de todos, tengan la “santa voluntad” de imponer su criterio al del gobierno o al de los jueces. Llama más la atención que ni siquiera sean capaces de seguir las directrices de su jefe supremo, el Papa. Y aún más que puedan imponer su criterio sin que el gobierno haga absolutamente nada para que la legalidad se imponga.

De igual forma, es tremendamente preocupante que ante la situación actual en la que se descubren los abusos cometidos por decenas de sus clérigos, la Conferencia Episcopal no asuma ninguna de las medidas solicitadas por las víctimas y que el gobierno de turno siga metiendo miles de millones de euros de nuestros impuestos en sostener a quienes actúan de forma oculta, se niegan a pagar impuestos y siempre justifican aberraciones como los abusos a menores o el maltrato a la mujer.

En España, estamos demasiado acostumbrados a observar como determinados miembros de la curia, de las instituciones, de bancos, de la política y del fútbol (o más bien de negocios poco claros que acaban blanqueándose en el fútbol) tienen patente de corso y hagan lo que hagan, parece que una pátina de Fairy les recubre haciendo que la ley les pase de largo. Nuestros representantes trabajaron para intereses espurios rescatando bancos que nos han costado el sostenimiento de las pensiones, el funcionamiento de la sanidad pública y de la educación de calidad y universal. Igualmente trabajaron para los mismos intereses hasta acabar con el trabajo tal y como lo habíamos conocido para convertirlo en una brida que nos ata de pies y manos que ha dinamitado la lucha obrera a base de una precariedad insufrible que impide hacer cualquier plan de futuro a más de tres meses, unos salarios de miseria que han convertido a los trabajadores en indigentes que acuden al trabajo como antes los mendigos acudían a la puerta de la iglesia. Los mismos intereses que llevaron a realizar faraónicas obras innecesarias como las autopistas radiales de Madrid, los aeropuertos sin aviones como el de Castellón o Ciudad Real o estaciones de AVE en pueblos de 26 habitantes como la de Sotero de Sanabria (Zamora) o en otros como Tardienta (Huesca) con apenas 985 habitantes situado a tan solo 21 km de la capital. Obras faraónicas que supusieron inmensos beneficios para esos de los negocios poco claros con ramificaciones en paraísos fiscales y que ha elevado la deuda pública hasta la quiebra técnica de las arcas españolas: más de 1.100 billones de euros. (1.100.000.000.000.000,00 €). Ahora viene el Banco de España, otra de las instituciones cuyos titulares no trabajan para los que pagamos sus estratosféricos salarios con nuestros impuestos, sino para la oligarquía que nos empobrece, a decirnos que las idioteces que siempre han recetado como la purga de Benito de la economía, no han funcionado. (El mensaje subliminal es “pero jodete que ahí están y no hay vuelta atrás”).

Vivimos tiempos difíciles en los que estamos repitiendo la historia de la Europa de los años 30 del pasado siglo. Entonces las clases pudientes de media Europa confraternizaban con Hitler. A pesar de las advertencias sobre los excesos fascistas y su política de aniquilación de adversarios, todos hicieron la vista gorda, incluso aplaudieron la detención de los comunistas o la anexión de Austria. Hasta la revista Times le hizo hombre del año en 1938. Con la invasión de Polonia entendieron que sus propios intereses estaban en peligro. En España, el ABC siempre partidario de una monarquía absolutista que años antes loaba las actuaciones del General Primo de Rivera y su dictadura, igual que había enfatizado la guerra del Rif, manipulando los sucesos convirtiendo a los rifeños en monstruos y a los soldados españoles en héroes nacionales, sacaba portadas con la imagen de Hitler con titulares de admiración. A su vez, practicaba la manipulación informativa en contra de la república. Hoy, ya no solo es ABC el que blanquea el fascismo. Hoy el 95% de los medios se han convertido en propagadores de la mentira a través del sesgo y la manipulación de la información, optando por camuflar opinión y subjetividad interesada como si fuera información. Lo vemos diariamente en el juicio sobre el Procés, dónde se omiten las mentiras infragantis de los antiguos gobernantes del PP y se ofrecen pareces sobre las declaraciones de los presos políticos ignorando la realidad de lo que estos han contado.

Lo hemos visto este pasado sábado cuando centenares de autobuses, coches y caravanas que desde Cataluña se dirigían a Madrid, a la manifestación por el derecho a decidir, eran retenenidos por la guardia civil basándose en una identificación de los viajeros sin que sepamos que haya lógica alguna y cuando en otras ocasiones y en manifestaciones de personas poco o nada respetuosas con las libertades no ha sucedido lo mismo. Lo hemos vuelto a ver una vez finalizada la concentración en una guerra de cifras en la que la policía se empeña en dar una cifra absolutamente imposible (solo la suma de los 350 autocares aparcados ya daba más manifestantes que los ofrecidos por la delegación del Gobierno) y en el que los medios que viven no de vender periódicos sino de las subvenciones, sacaban imágenes además de sesgadas, de antes de empezar la manifestación.

Particularmente sigo sin entender como religiosos, políticos y funcionarios pueden extralimitarse, retorcer la legalidad, cuando no saltársela directamente, sin que esta comunidad de Vecinos que formamos y que llamamos España, haga nada por decir basta. Todos sabemos que lo de atado y bien atado no eran unas palabras ingeniosas. Pero de ahí a permitir que seamos el hazmerreír de Europa y del mundo civilizado dónde no se entiende este tipo de supuesta democracia que se “inventa” delitos, que actúa como Erdogán contra músicos, guionistas, escritores, artistas y catalanes en general, hay un tremendo trecho.

Yo tengo claro que cuando le roban a España, me están robando a mí. Que cuando impiden que un catalán porte un lazo amarillo (o una sudadera rosa o un traje de lagarterano) me lo están impidiendo a mí. Que cuando juzgan a unos señores por unos delitos que la mayor parte de los juristas dicen que no existen, me están juzgando a mí. Que cuando reciben una comisión por una obra pública me están timando a mí. Que cuando deterioran la sanidad pública incrementando el tiempo de las listas de espera hasta límites que pueden provocar la muerte, me están matando a mí. Que cuando hay un chaval que no puede estudiar porque sus padres no tienen 2500 euros para pagar la matrícula me están excluyendo a mí. Que cuando quieren hacer que el tráfico de niños sea legal o cuando intentan quedarse con los hijos de una mujer indefensa, me lo están haciendo a mí. Que cuando le sentencian a cinco años a Juana Rivas por intentar proteger a sus hijos y a ella misma del maltrato, me están quitando la libertad a mí.

¿Y tú, lo tienes claro?

 

Salud, feminismo, república y más escuelas públicas y laicas.

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