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Apocalipsis now

Jesús Ausín
Jesús Ausín
Pasé tarde por la universidad. De niño, soñaba con ser escritor o periodista. Ahora, tal y como está la profesión periodística prefiero ser un cuentista y un alma libre. En mi juventud jugué a ser comunista en un partido encorsetado que me hizo huir demasiado pronto. Militante comprometido durante veinticinco años en CC.OO, acabé aborreciendo el servilismo, la incoherencia y los caprichos de los fondos de formación. Siempre he sido un militante de lo social, sin formación. Tengo el defecto de no casarme con nadie y de decir las cosas tal y como las siento. Y como nunca he tenido la tentación de creerme infalible, nunca doy información. Sólo opinión. Si me equivoco rectifico. Soy un autodidacta de la vida y un eterno aprendiz de casi todo.
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Desde hace unos meses, ya no hay luz por las calles al anochecer. El régimen autoritario, como era imposible controlar cada palmo, cada farola, cada arqueta subterránea dónde el pueblo, obligado por no poder pagar la luz, conectaba ilegalmente el suministro de sus casas, decidió aplicar el toque de queda a partir de las diez de la noche y dejar de suministrar electricidad al alumbrado público.

El país se ha convertido en una inmensa cárcel llena de guardianes. Guardias armados vigilan las centrales eléctricas que suministran electricidad a quién pueda pagarla. Guardias armados controlan las grandes explotaciones agrarias del sur. Sin ellos, las cosechas serían imposibles porque cientos de miles de personas que pasan hambre, están dispuestos incluso a dejar la vida, saltando vallas electrificadas para robar comida. Personal de seguridad patrulla a lo largo de los miles de kilómetros de canales que llevan el agua desde los Pirineos al sur peninsular. España es un gran desierto. El agua está controlada por empresas privadas que suministran, como la electricidad, a quién puede pagar su alto precio.

En lugares remotos de la civilización, perdidos de la mano de lo privado, porque no es negocio y es más caro la vigilancia que lo que pudieran sacar del agua, resisten, armados y vigilantes día y noche algunos humanos que han logrado tener un pozo propio que usan para beber, para criar algunos animales domésticos: un par de cerdos, veinte gallinas y unos cuantos conejos; sembrar una pequeña huerta dónde sacar verduras y una hectárea de trigo con la que hacer harina para cocer pan. Es una vida muy dura. A los trabajos propios de la agricultura que tienen que hacer con un caballo, un burro o un par de bueyes, porque es imposible encontrar gasolina con la que funcionen tractores que han quedado abandonados en las numerosas poblaciones de una España que hace años que nadie llama vaciada y que todo el mundo conoce ahora como abandonada, se añaden los de custodia continua. La vigilia es un estado natural que acaba con las personas por el estrés. Tienen que defender con uñas y dientes el huerto, el pozo, el sembrado y hasta los animales con los que tienen que hacer la labor. Tienen que defender su modo de vida porque siempre hay personas merodeando que estarían dispuestos a matar para ocupar su lugar.

Aquellos valores que tanta importancia tenían una década antes, como la nación, la patria o la bandera han dejado de tener sentido. Ya no hay nación que valga. Ni democracia. El gobierno es un conglomerado de mafiosos que se autodenominan padres protectores que deciden qué es legal y qué no lo es. Ya no existe el bien público. Todo lo que sea susceptible de venderse y comprarse está privatizado en manos de unos pocos. El ejército y las distintas policías desaparecieron para dar paso a empresas privadas de vigilancia que no preguntan y disparan a matar. No hay juicios ni veredictos de culpabilidad o inocencia. Si te pillan merodeando por un lugar con vigilancia (un canal de agua, una estación eléctrica, una urbanización de personas que aún pueden pagar comida, electricidad y agua con su trabajo, generalmente de vigilante o en uno de los conglomerados que se declararon propietarios del agua, de la tierra y de lo que se produce en ella), los guardianes dispararán a matar. Ni siquiera ya se retiran los cadáveres para enterrarlos. Los buitres se encargan de ello.

Miles de personas mueren todos los días de inanición. Personas que son enterradas por otras en las mismas circunstancias que ellas. Lograr beber medio litro de agua al día es toda una odisea. Se recicla la orina hasta de los animales. No hay resistencia como en aquellas películas que se hacían en el pasado en el que se contaban distopías futuras en las que un grupo de valientes armados se enfrentaban a la ralea mafiosa que dirigía el mundo y acababan devolviendo el estatus social a la humanidad. Y no la hay porque es imposible organizarse cuando no tienes ni comida ni agua al alcance y tienes que dedicar todas las horas del día en las que no duermes, a procurarte esas materias imprescindibles para la vida.

No hay traidores entre los privilegiados que aún tienen agua, casa, comida y electricidad todos los días sin necesidad de buscarla. Y no los hay, porque aunque muchos consideran que el mundo es un infierno y que sus jefes son unos mafiosos, la otra opción es acabar al raso, deambulando todo el día de aquí para allá en busca de agua y comida esquivando las balas de sus excompañeros, la muerte por inanición y no llegar a los cuarenta en casi ningún caso.

*****

Apocalipsis now

Asqueado, cabreado, decepcionado, humillado, frustrado, reprimido, encabronado, triste y muy agobiado. Así es el estado de ánimo con el que paso últimamente los días. No entiendo como hay tan mala baba en el mundo. No entiendo como el ser humano se convierte tan fácilmente en un puñetero borrego sin ideas propias, ni capacidad de discernir y/o pensar, al que dirigen su vida desde una pantalla de televisión. Cientos de miles de muertes en el Yemen. Cientos de miles de muertes y refugiados en Siria. Millares de damnificados, algunos de ellos que conservan el antiguo Carnet de Identidad familiar como españoles, en el Sáhara de los que nadie se acuerda, ni acoge. Decenas de subsaharianos a los que todos los días se les reciben con palizas cuando saltan la valla o mueren en el intento de cruzar el mar en un bote. Y, sin embargo, algunos se dedican a traer autobuses desde Ucrania llenos de gente blanca, niños con ojos azules y madres rubias y cautivadoras. Todo porque lo dice la televisión. Algunos, que no han ido en su vida a una manifestación, ni siquiera para luchar por la justicia social de su país, ahora claman en las calles por Ucrania.

Hace poco más de una semana, comenzaron las grandes superficies a limitar la venta de aceite de girasol. Aprovechan una guerra provocada para justificar una supuesta escasez y con ello una subida estratosférica de los precios (hace tres semanas una botella costaba entre 0,75 y 1,5 euros el litro y ahora no baja de los tres euros). Luego vino la limitación del aceite de oliva, que ni viene de Ucrania, ni tiene nada que ver con esta mierda de conflicto en el que nos han metido el imperio con la connivencia de la mayor parte de los sinvergüenzas que dicen representar a los ciudadanos europeos, incluido el fraude socialista que dirige el gobierno más asquerosamente absolutista que hemos tenido en España en décadas. Mientras escribo, veo decenas de fotos en Twitter de estanterías vacías de grandes superficies. Algunas de ellas, tomadas por personas de seriedad y confianza demostrada a lo largo de una larga carrera periodística como Rosa Maria Artal. La verdad es que no entiendo esa locura por acarrear en casa decenas de rollos de papel higiénico y comida que se pudre a los cinco días si no tienes un arcón congelador de 370 litros. En caso de guerra mundial, será nuclear y de nada servirá.

Durante meses, con subidas desproporcionadas de la electricidad, desde el gobierno fraude, nos decían que no se podía hacer nada. Los burócratas de la UE en Bruselas, lo mismo. Ahora, cuando las eléctricas se embolsan hasta el 1.000.000 € de ganancia por hora, cuando los arrogantes sinvergüenzas como Borrell o Ana Botín aconsejan bajar a los 17 º la temperatura ideal para estar en casa (ignorando que muchos, hemos tenido que apagar directamente la calefacción por no poder asumir el recibo) cuando los buitres planean sobre el cadáver de Europa, dicen que van a cambiar el sistema de estafa consentida que pone al precio de generación más cara, toda la electricidad del mercado (aunque sólo se produzca un megavatio frente a un millón del resto). Y todo porque esos mercados que tanto defienden, se han convertido en una bestia insaciable (ha bastado una simple amenaza para que, de pronto en dos días, el precio se redujera a la mitad) que como siempre, aprovechan la desgracia de todos para su rentabilidad, desbocando el precio del kilovatio en nombre, como no, de una guerra y de un fulano, Putin, al que han convertido en el nuevo Bin Laden al que hay que asesinar cuanto antes y como sea. Los miles de muertos, se la traen al pairo mientras puedan alargar un conflicto que tape las vergüenzas de una humanidad cada vez más dócil a la que sin embargo, le aplican medidas cada vez más vergonzosamente fascistas.

Algunos, los que hemos apagado la puta televisión, empezamos a ver el porqué de la censura a RT, Sputnick y de las amenazas del arrogante psicópata que dicen que dirige la política internacional de la Unión Europea contra lo que ellos llaman desinformación y en realidad es información que no se amolda a los intereses de quienes han provocado el conflicto y de los que están haciendo el agosto a consecuencia del mismo. Probablemente, querido lector, desconozcas esta información. O peor. Conozcas la versión oficial que habla de las mentiras de Putin y la acusación por parte del viejo depravado que dirige el imperio, de que son los rusos los que quieren usar armas químicas en Ucrania. Pero los únicos que han aportado pruebas de una preocupante utilización de laboratorios sitos en Ucrania, financiados por la administración estadounidense, para investigar con armas biológicas son los rusos. Hasta convocaron una reunión del Consejo de Seguridad de la ONU. La agencia Reuters remitía la noticia de que la OMS había aconsejado a Ucrania destruir virus de sus laboratorios para evitar que se propaguen en la guerra. Pronto todos los medios lameculos desviaron la atención hacia las armas químicas que Rusia estaría dispuesta a usar en Ucrania, perolo que contó con pelos y señales el embajador ruso en la ONU, pone los pelos de punta y describe al imperio como psicópatas peligrosos dispuestos a todo para seguir controlando el mundo.

Como decía el otro día la jefa de opinión de este medio, Beatriz Talegón, ya sólo los tontos se creen lo del pangolín. Al principio de la pandemia, allá por el 2020 se hablaba de militares americanos que habían participado en los Juegos mundiales militares de Wuhan y que supuestamente habían padecido extrañas neumonías anteriores a los juegos. El portavoz del Ministerio de Relaciones exteriores de China Zhao Lijian, ponía un twit  el 12 de marzo de 2020 en el que compartía un vídeo en el que Robert Redfield, entonces director de Control y Prevención sanitaria en EE.UU, comparecía en el Congreso de Estados Unidos el 11 de marzo para declarar que algunas muertes por gripe acontecidas en USA allá por septiembre de 2019 realmente habían sido provocadas por coronavirus.

Sea como fuere, lo que está claro es que los laboratorios se han hinchado a vender vacunas de las que no conocemos los efectos secundarios. Muchos de los que nos hemos vacunado, permanecemos con un cansancio latente que nunca se acaba. Mujeres a las que la regla se les descompensa. Otras cuya sangre desprende un olor nauseabundo y son de color negruzco. Posiblemente los antídotos, que no vacunas, hayan evitado que muchos murieran de coronavirus, pero no evitaron que pasáramos la enfermedad. Ni tampoco sabemos con qué consecuencias futuras. La prohibición y el no reconocimiento de las vacunas rusas o cubanas, dejaron claro que el negocio no sólo era de los laboratorios norteamericanos sino de los burócratas de la Unión.

Soy poco dado a teorías conspiratorias, pero todo lo que nos está sucediendo, con nuestro consentimiento, tiene como fin limitar nuestra vida, haciéndola lo más incómoda posible. El barril Brent estaba en 2011 a 111 dólares, la gasolina 95 a 1,32 €. Hoy el barril está 117 dólares (un 5 % más caro) y sin embargo, la gasolina esta a 1,89 (un 30 % más cara). Es imposible vivir cómodamente con la gasolina a 2 euros el litro que provoca constantes subidas de precios de los bienes de consumo, llevando la inflación a niveles de los años 70. Puede que como denunciaba allá por el 2019 en todos mis artículos, sólo sean un efecto perverso de una globalización que únicamente sirvió, como se ha demostrado, para traer las lamentables condiciones de vida del tercer mundo a Europa. Pero, ante un futuro incierto, en el que el petróleo ya es un problema porque hace tiempo que dejó de ser un recurso ilimitado, el cambio climático imparable con una sociedad consumista que, como los yonquis necesita su dosis diaria de consumo para calmar la ansiedad, las sequías cada vez más habituales y extensas, los desastres provocados por lluvias torrenciales que hacen que la tierra no empape y que el agua se vaya al mar igual de rápido que vino de las nubes, es muy posible que esta economía de guerra en la que nos han metido, tenga como fin reducir drásticamente la población humana. No parece casualidad que, sembraran el odio a china y a los chinos, acusándoles de ser los causantes del coronavirus con sus tradiciones ancestrales. No es casualidad que sean los rusos ahora los que sufren la fobia inducida diariamente desde los medios de comunicación.

Se pretende arruinar económicamente a quienes pueden suponer una sólida muralla contra la espiral fascista del imperio. Una vez consigan lo que quieren, nada les impedirá ser dueños y señores de los escasos recursos naturales que nos quedan. Nada les impedirá sobrevivir mientras los pobres acaban pereciendo por inanición.

Solo espero, como siempre, estar equivocado. Pero barrunto un futuro negro para la mayoría.

Salud, feminismo, ecología, república y más escuelas públicas y laicas.

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1 COMENTARIO

  1. Lamento leerte porque estoy totalmente de acuerdo contigo. No entiendo por qué mi razón va con el paso cambiado pero me aguanto a duras penas sin caerme al ver que no camino sola.
    Gracias Jesús.

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