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Apatía política

Antonio Guerrero
Antonio Guerrero
Antonio Guerrero colecciona miradas, entre otras cosas. Prefiere las miradas zurdas antes que las diestras. Nació en Huelva en 1971 y reside en Almería. Estudió relaciones laborales y la licenciatura de Filosofía.
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análisis

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Basta con mirar un poco los diarios para descubrir la amplia reiteración de la política española. No existen muchas novedades, solo acontecimientos que se reinterpretan y se repiten de forma permanente hasta casi constituir un bucle. Prácticamente solo de eso se ocupan los políticos. Todo lo demás es residual y sale a la luz de vez en cuando. Además los críticos en los medios no denuncian esta situación. Es más, entran en ella dejando ver el bando al que pertenecen. Por todo esto, la ciudadanía comienza a mostrar una gran apatía por la clase política.

A la desconfianza anterior por la hipervisible corrupción, y el injusto acceso a la función pública de los políticos, se suma la reincidencia y terquedad de los discursos políticos repetidos. ¿Cuándo van a hablar de lo que interesa? -Se pregunta el pueblo llano en las cafeterías y en lo profundo de sus reflexiones- ¿Cuándo van a discutir por los problemas reales y no por las ficciones creadas para mantener el estatus de clase y a las redes clientelares? – me pregunto yo-. Lo cierto es que hace mucho tiempo que en el congreso no se habla sobre el trabajo o la vivienda, sobre las pensiones y los impuestos.

A mí esto me parece un asunto de extrema gravedad. Por muy importantes que sean los enfrentamientos partidistas, la partidofilia, la partidocracia y etc, los políticos deben ser lo suficientemente responsables como para no abandonar lo más importante de su gestión: los problemas de los ciudadanos. Pero los clanes insisten en sus discursos, hasta los de los partidos alternativos que han entrado de lleno en el juego político de las acusaciones olvidando la confianza que depositaron en ellos los ciudadanos. Todos ellos, los de siempre y los de ahora, parecen estar dentro de dos obras literarias: «La hoguera de las vanidades y «La conjura de los necios». Mientras tanto los ciudadanos de a pie siguen lamentando su precariedad laboral y la imposibilidad de tener una vivienda digna con los sueldos miserables que tienen, muy por debajo de los de cualquier país europeo. Ningún político dedica su tiempo a ellos. Viven a merced de la suerte del día a día y de la depresión de ser ninguneados por todos.

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