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Antígona, el debate sobre el poder

Juan-Carlos Arias
Juan-Carlos Arias
Agencia Andalucía Viva. Escritor
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análisis

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En teatro los clásicos no son dúctiles. Sobre el guión a la Antígona de Sófocles le caben pocas interpretaciones acerca del poder y lo que representa para quien no lo ejerce o lo padece. La 66ª edición del Festival de Teatro Clásico de Mérida (Extremadura) eligió ese puntal dramático, Antígona, para restrenar una edición que amenazaba aplazamiento por la pandemia. A última hora y sobre fechas inusuales el equipo del ubicuo y entregado Jesús Cimarro logró que el festival que dirige se iluminara del éxito y del nivel artístico que caracteriza este evento cultural estival. Entre el 22 y 26 de julio Antígona dejó la semilla del buen teatro sobre el incomparable marco emeritense.

Son nada menos que 13 veces, con la de esta edición, que Antígona ha recalado en la historia del Festival de Mérida. La obra, como sabemos, es un intenso y clamoroso debate que bascula sobre el poder absoluto y la arbitrariedad de quienes lo ejercen (la simboliza el inefable Creonte). También, se incorpora a ese foro la obligación cívica del deber de impartir justicia y la deontología de la protagonista, Antígona.

La renovación mexicana

El estreno que aplaudió Mérida venía de una actualización de los textos de Antígona por David Gaitán desde México. La tragedia griega se incorpora al siglo XXI. Gaitán ya advirtió que ‘… hace algunos años que monté esta obra en México, la temperatura social estaba determinada en buena medida por un hecho oscuro de la historia reciente mexicana: la desaparición forzada de 43 estudiantes (que se sumó a la de cientos de miles de personas más) por parte -presumiblemente- del Gobierno mexicano de entonces. Las salidas en masa que muchas familias hicieron con el fin de encontrar el cuerpo de sus seres queridos para hallarlos con vida o darles la sepultura que merecían hacían que el proyecto Antígona tomara una relevancia particular desde el ángulo político y un sutil peligro desde el artístico, al correr el riesgo de ser catalogada como una apuesta oportunista frente al dolor de la sociedad…’.

La sustancial aportación de Fernando Cayo en papel de Creonte, el tóxico Rey de la obra, desprende activos en ese mensaje que vehicula Gaitán: la vida, y no digamos el poder político, no se reduce a los esquemas simples de ‘contigo, sinmigo o contra tí. La crisis y mentiras del populismo, influencia de redes sociales, irrupción digital y la cuestionada monarquía en la misma España están muy presentes en ese hilo argumental de la obra.

Gaitán vindica, más que nunca, que nuestras formas de convivencia se desnuden sobre los pros y los contras del poder y sobre todo si éste es ejercido desde fuera de las urnas. Clara Sanchís, la actriz que encarna el papel de la fiscal Sabiduría, recalca lo sustantivo de la libertad de expresión y lo que la relativiza en tan turbios tiempos de pandemias, postverdad, fake news, etc….Ser mujer aprovecha para reflejar el poderío femenino antaño algo epidérmico en cuanto a influencia social.

Fernando Cayo (Creonte) centra en sus recursos dramáticos un juicio personal pero con apéndices populares a Antígona. No le importa humillar, mofarse, reducir a la nada y remirarse el ombligo de su ego. Quien le ve deambular por el escenario se asombra porque a la vez es humano y nos hace pensar en un papel que al cabo acaba asesinado por el pueblo al que cree servir e interpretar.

Irene Arcos es poderosa, rotunda, locuaz…. Su expresividad atrapa al personaje Antígona que encarna al 100%. Debuta con aplauso en Mérida. El futuro en las tablas lo tiene fácil. Clara Sanchís, Isabel Moreno (Isemen, hermana de Antígona), Jorge Mayor (Hemón) y Elías González (Guardia) y un nutrido coro que corretea y arropa al reparto representan la insumisión pacífica del pueblo de Tebas. En total, los 54 figurantes rematan el desenlace de la obra para evitar una sentencia de muerte por la terquedad democrática y personal de Antígona. La heroína de la obra evita el apedreamiento donde sale victoriosa su dignidad y la de los suyos. Es, al cabo, una portavoz de los súbditos del Rey malo, de ese Creonte que se cree enviado de los dioses e infalible. Esta tragedia clásica tiene una factura en Mérida inenarrable. A ello ayuda un montaje escénico notable, el incomparable Teatro Romano de Mérida. Y un público entregado que cumplía a rajatabla las medidas de seguridad impuestas por la pandemia.

Fotos: ANDALUCÍA VIVA.

Lo reyes reales

Una de las sorpresas del estreno en Mérida de Antígona la protagonizaron la Familia Real española al completo, aunque antaño no cabía en fotos. Felipe VI, Letizia e hijas, junto a un séquito policial notable. Ensalzaron la labor del Festival de Mérida apoyando con su presencia la cultura y un evento que parecía que este año no celebrarse. El milagro no es casualidad. Jesús Cimarro no descansó hasta que recibió el definitivo aprobado para consumar una edición que será inolvidable por los obstáculos superados.  

Mérida nunca tuvo como espectadores a los Reyes de España y sus dos hijas, tampoco esperaban una mezcla de aplausos y abucheos a su paso por las calles emeritenses y su sonora entrada al anfiteatro emeritense. El debate sobre la monarquía, las golferías del cuñado y los lances de su progenitor ‘emérito’ no desolan a un Rey que se gana el trono constitucional día a día. Fue valiente, y sensato, dejarse caer cerca del teatro en una obra donde además se cuestiona el trono. La Reina y consorte, la Princesa de Asturias y la Infanta así aprenderán mejorarán sus papeles y no cometerán tantos errores previos.   

Antígona, esa tragedia griega, es un maridaje que aporta ingredientes a la institución monárquica del siglo XXI. Hace balance del pueblo sobre la tiranía y debate entre leyes terrenales y las divinas que aplica el Rey. La libertad y el absolutismo son otros activos de Antígona. Dicen algunas crónicas que Felipe VI escuchó en Mérida y muy de cerca:  «Ser rey es rechazar ser humano«. Don Felipe de Borbón parece demostrar que poco tiene ver con su padre, abuelo y bisabuelo, con o sin corona, reinando o exiliados. Esperemos que contribuya a que su papel sea más respetado que abucheado por los españoles, ciudadanos de pleno derecho, no súbditos de un Creonte que sólo encontramos ya en los escenarios teatrales. Mérida, una vez más, no defraudó al más exigente espectador de la mejor dramaturgia.  


Ficha Técnica:

REPARTO: Irene Arcos, Fernando Cayo, Clara Sanchís, Isabel Moreno, Elías González y Jorge Mayor

CUADRO ARTÍSTICO

Voz de Eteocles: Diego Ramos

Voz de Polinices: Domingo Cruz

Diseño de espacio escénico y vestuario: Diego Ramos Martín

Composición musical: Álvaro Rodríguez Barroso

Diseño de Iluminación: Fran Cordero

Ayudante de dirección: Pilar Contreras

Distribución: Concha Busto

Diseño de producción: Domingo Cruz

Dirección: David Gaitán

La obra es una coproducción del Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida, El Desván Producciones y Teatro Español, con la colaboración de la Embajada de México

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