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Ante pandemias futuras, ¿más inversión en corrupción?

Guillem Tusell
Guillem Tusell
Estudiante durante 4 años de arte y diseño en la escuela Eina de Barcelona. De 1992 a 1997 reside seis meses al año en Estambul, el primero publicando artículos en el semanario El Poble Andorrà, y los siguientes trabajando en turismo. Título de grado superior de Comercialización Turística, ha viajado por más de 50 países. Una novela publicada en el año 2000: La Lluna sobre el Mekong (Columna). Actualmente co-propietario de Speakerteam, agencia de viajes y conferenciantes para empresas. Mantiene dos blogs: uno de artículos políticos sobre el procés https://unaoportunidad2017.blogspot.com y otro de poesía https://malditospolimeros.blogspot.com."
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análisis

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Generalmente, los ciudadanos, no pagamos los impuestos con mucho agradado. El dinero trabajado, o sobre lo consumido, que se va a las arcas del Estado, no acabamos de verlo como una inversión propia. Tampoco nos da la sensación que este pago sea muy equitativo. Así, a muchos, no nos apetece en demasía trabajar, ir justitos, renunciar a tantas cosas que pretenderíamos y dedicar parte del esfuerzo a los impuestos. No obstante, y es curioso, una vez pagados solemos desatendernos de ello. La atención a esa cuantía inmensa de dinero, se la van a dedicar los políticos, a los cuáles se remunera con parte de esos impuestos para que se dediquen a ello. Estos políticos hacen el saltimbanqui en los medios para que los miremos, y sí, es cierto que reciben más nuestra atención cuando hay elecciones. Pero, por el camino, es difícil encontrar un ciudadano que, no dedicándose profesionalmente a ello, conozca qué se hace exactamente con el montante de los impuestos.

¿Alguno me sabría decir, sin consultarlo en internet, aproximadamente qué nos gastamos cada año en “defensa”, es decir, los militares? (Pues más de 8.500 millones de euros) ¿Alguno tiene idea (tenemos) de cuántos cazas o tanques se compran, qué vale cada uno, qué usos tienen y su longevidad efectiva? ¿Cuánto se dedica a ropa, uniformes, dónde se compra, si es a precio de mercado, si hay exclusividades? ¿Los sueldos de los militares de alto rango, prebendas, y en qué se basan? Es solamente un ejemplo, no piensen mal.

Es presumible que, una vez acotada la pandemia, incluso finiquitada si se encuentra la vacuna, los políticos nos bombardeen con propuestas de más inversión en sanidad, en investigación científica, etcétera. ¿Alguien lo duda? Frente a la pandemia, se habla mucho del número de infectados, pero esto está muy ligado al número de test realizados. Más concreto es el número de fallecidos, no total, sino por cada millón de habitantes y por país. Hay una lectura de lo ocurrido: hay países que han contrarrestado mejor la pandemia al tener o poder fabricar más respiradores, confeccionar mascarillas o disponer de más camas UCI por habitante (en Alemania, 29 camas por cada cien mil habitantes; en España, 9). España ni tenía la infraestructura ni la reserva ni la capacidad de compra. Se dan muchas explicaciones, gráficas, cifras, pero hay un punto que, a veces, se obvia: la responsabilidad de los ciudadanos votando partidos que han legislado (destinar y organizar ese dinero que comentábamos) de una manera u otra.

Parece, a veces, que los políticos electos sean una especie de entes microbiológicos que aparecen por arte de magia unidos al tronco de la sociedad. Pero no es así, se votan, se eligen. De hecho, hay un aspecto un poco anacrónico o demodé: lo que votamos, en teoría, son los programas, no al señor o señora tal o cual. Pero eso es la teoría: vivimos en un mundo de líderes donde una o un par de personas acaparan prácticamente todo el protagonismo. ¿Será por ello que rápidamente los políticos se escudaron con uniformados repletos de medallas a los que nadie ha votado? ¿Es, lo no democrático (ejército, monarquía), un parapeto de la ineficacia política?

Podemos enfocarlo de otra manera. Ahora todo es un rasgarse las vestiduras de las políticas neoliberales y recortes y privatizaciones que nos han llevado a la mediocridad (presupuestaria, no humana) de la sanidad pública. Pero, ¿acaso no se han llevado a cabo estas políticas con los votos de la gente? ¿No fueron, los partidos que llevaron a cabo estas políticas, los más votados? La sensación de que los ciudadanos nunca se ven responsables a sí mismos de las consecuencias de sus votos, es alarmante. Como si votar en general, como sociedad, diluyese la relevancia de votar cada uno, particularmente, una opción u otra.

Hoy se habla de la sanidad pública, ¿mañana se hablará de que un 15% del PIB depende del turismo? Si no hay temporada este verano, entonces, ¿nos rasgaremos las vestiduras de tal dependencia?

La corta, la muy corta democracia española, ha sido una alternancia de dos partidos en el gobierno, PP y PSOE. Ambos partidos son de los más corruptos de Europa (aquí, los casos son hechos), con el PP llevándose la palma. El inspector jefe de la Unidad de Delitos Económicos y Financieros (UDEF) de la Policía Nacional, aseguró que existían «indicios» de que la estructura del Partido Popular «respondía al perfil de una organización delictiva», y que el entonces presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, recibió «indiciariamente» dinero de la presunta caja B del PP (es decir, de la corrupción). También hay ejemplos para el PSOE, CiU, sobradamente conocidos. He elegido este porque señala, nada más y nada menos, que a la estructura de todo un partido y un presidente de gobierno. Esto pasaba el 2017, tapado mediáticamente por el pulso soberanista catalán al Estado. Debe ser que la unidad de la nación justifica pasar página.

Excepto algunos nombres puntuales en momentos concretos, esta corrupción generalizada no les pasa ningún coste, a ninguno de los dos partidos, que son los mayoritarios. Es cierto que, en las últimas elecciones generales del 2019, aun con la fragmentación, ambos partidos suman el 48,8% de los votos, y que, en 2011 sumaban el 73%, pero, sinceramente, ¿ustedes tienen la percepción que ha evolucionado la política del país? ¿Qué la corrupción es agua pasada, algo para la historia? ¿Cómo va a evolucionar, democráticamente, un país que no penaliza la corrupción? ¿Cómo va a reducir desigualdades, a repartir oportunidades, un país donde se vota a políticos que mienten y engañan a la población con absoluta gratuidad? ¿Si cuando aparecen alternativas (Vox, Ciudadanos), son capaces de mentir todavía más? ¿Cómo luchar o protegerse contra ello cuando prensa y medios mayoritarios son parte de ese apuntalamiento?

Tal vez muchos suspiren aliviados cuando los partidos les hablen, que lo harán, de invertir en sanidad e investigación. Algunos hasta se sentirán orgullosos sintiéndose partícipes por los aplausos diarios a las 20 horas. Pero, ¿se preocuparán de controlar cómo lo hacen? ¿Durante cuánto tiempo lo hacen y a costa de qué recursos? ¿O depositarán su confianza en la misma clase dirigente y corrupta que los engaña una vez tras otra?

No es asintomático, sino todo lo contrario, contemplar cómo esos partidos impiden, al unísono y una y otra vez, investigar y juzgar la corrupción de la Casa Real. Ya en el caso Urdangarin, la infanta, en la línea de sucesión de la jefatura del Estado (que no es poco), se expulsó toda responsabilidad arguyendo “yo no sé nada”. Vamos a ver, que una institución que comporta la jefatura del Estado sea presumiblemente corrupta y se bloquee su investigación, ¿no les solivianta? Que sea una institución que vive y se nutre de sus impuestos, que sus comisiones corruptas sean recursos que pierde el país, ¿les es indiferente? Es, simplemente, la consecuencia de tantos años sin penalizar la corrupción. Einstein decía algo así: que realizar siempre lo mismo y esperar un resultado diferente, es de imbéciles. ¿Es, España, un país de imbéciles gobernado por cuatro listillos?

En este momento, en que todos volvemos la cabeza hacia la ciencia, las humanidades, ya de por sí despreciadas, deben temblar de frío viendo venir el largo invierno que les depara el futuro. Pero, ¿es realmente una cuestión de ciencia? ¿Incluso de economía? Si hablamos de respiradores, de camas UCI, de vacunas o de mascarillas, sí, claro, en cierto modo sí. Pero, si hablamos de los votos de los ciudadanos que recaen sin rubor en partidos corruptos o mentirosos (simplemente porque son “el suyo”), entonces hablamos de otra cosa.

Hablamos de información, de una información veraz y el máximo objetiva posible, de educación y de pensamiento crítico. Hablamos de poder y saber discernir la mentira de la verdad, de la capacidad moral de penalizar el engaño, el robo, la estafa y la corrupción. Hablamos de la responsabilidad que conlleva no informarse (o exigir que los medios le informen) de qué se hace con el voto de uno. Esto va más allá de una inversión puntual en ciencia o sanidad. Esto va de darle la vuelta a este país. Y, para darle la vuelta, no hay mejor ejemplo que poner lo de arriba (la Casa Real) abajo (en el banquillo).

El no aceptar la corrupción en la jefatura del Estado, el no permitir que la monarquía se burle de los ciudadanos que le pagan el sueldo y los lujos, sería un aviso a navegantes. Aunque no se podría limitar a esto. Haría falta más, mucho más. Pero, si ni siquiera se exige esto, ¿cómo pretendemos que no nos tomen el pelo? ¿Cómo pretendemos que no nos engañen año tras año? Una de dos: o esperamos que, haciendo siempre lo mismo, por arte de magia, se produzca un resultado diferente… o es que a la mayoría de ciudadanos de este país ya le está bien. En ambos casos, se tiene lo que se merece.

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