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Ama nacer

Gonzalo Osés
Gonzalo Oséshttp://www.gonzalooses.es
Soy abre puertas, se me da bien conectar necesidades con soluciones. Me rijo por tres frases: la de mi madre “la vergüenza pasa y el provecho queda en casa”; la de mi padre, “la persona más feliz es la que menos necesidades tiene”; y la mía, “para crear valor hay que tener valor”. En plan profesional, soy FEO (Facilito Estrategias Operativas), cofundador de Xaudable, conecto innovación con el mercado, mentor y docente en @eoi y @SEK_lab. Emprendedor con mi startup de comida rápida saludable. Autor libro “abre puertas, cómo vender a empresas”. Miembro de @Covidwarriors. En otras décadas organicé en IFEMA la feria Casa Pasarela y fui gerente de un concesionario oficial en Madrid de motos Honda. Licenciado en Dirección y Administración de empresas por CEU San Pablo, diplomado en diseño industrial por IED (Instituto Europeo Di Design), master de comunicación aplicada en Instituto HUNE.
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análisis

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Durante un mes, desde el 21 de septiembre de 2019, cada mañana, al despertar, abrir los ojos y comprobar que seguía vivo, daba gracias por estarlo. Aunque estuviera en una cama, sin poder mover más que el brazo derecho y la pierna izquierda con dificultad.

Dos días antes, de camino hacia una mentoría en Toledo a emprendedores de la EOI (Escuela de Organización Industrial), el exceso de confianza de la rutina me hizo tomar una pésima decisión: relajarme y conducir en automático mi scooter mientras buscaba la fórmula para encontrar otros clientes que me reportaran cierta estabilidad laboral… Además de preparar la reunión con un inversor para mi startup de comida rápida saludable, ya que ese día habíamos dado con una masa vegana gracias a mi amiga Diana.

Acabé debajo de un guardarrail, hecho un guiñapo. Mi infinito agradecimiento al equipo de la UCI del hospital Virgen de la Salud de Toledo, por la sucesión de operaciones para salvarme la vida, aunque no recuerde nada de esos dos días. ¡Ah! Y a María José Cano por dar la voz de alarma al no llegar a mi mentoría.

Me pronosticaron ocho meses de baja para recuperarme, pero conseguí hacerlo en cinco, yendo de la cama a la silla de ruedas. Y en cuanto Daniel, mi médico de la Fraternidad (iba por accidente laboral), consiguió cerrar la herida de la fractura de tibia abierta, pasé directo a la fase de recuperación diaria con ese gran equipo de fisios de la misma mutua. Ellos me ayudaron a caminar con las muletas y luego a andar sin ellas adaptándome al clavo que llevo en la tibia y a los tornillos que lo sujetan. Recuerdo cuando le decía a Rubén, mi fisio: «si me duele, es bueno, porque así mi cerebro es consciente de que mi cuerpo está vivo».

Me dieron el alta en febrero, el 9 de marzo volví a dar clase con la EOI, esta vez en Cuenca, y el 12, por imprudente, me calcé el coronavirus. Del 17 al 26 de abril, cada día que despertaba bañado en mi propio sudor, de nuevo daba las gracias por estar vivo, aunque no tuviera fuerza ni para coger el termómetro. Sobre todo, el día 23, que fue épico, agradecía fervientemente cada vez que me despertaba tras cada síncope que sufrí. Tardé un mes en recuperarme y todavía me queda alguna leve secuela.

Por todo ello, cada 19 de cada mes me voy a Latxaska Etxea a celebrar la vida, el regalo que es en sí misma, el poder inspirar y exhalar.

Aprendí a simplificar mi vida, a no querer ser más, ni mejor, ni crecer en lo personal, a no adquirir más excusas materiales para intentar agradar a los demás y alejarme de mí. Simplemente, tenía que ser yo, aceptando mis benditos defectos y mis alegrías. Ahora estoy vivo y agradezco que pueda escribir estas letras, pero desconozco si mañana estaré muerto. En principio, parece que no, pero que levante la mano quien sepa cuándo va a morir.

Mi moraleja no es carpe diem, no. Solo he aprendido a no decirles a los otros lo que tienen que hacer con su vida, como mucho puedo sugerirles ideas. Cada alma es consciente (o no) de su camino, los demás tan solo vemos el personaje que utilizan para protegerse.

Ahora, cada mañana, amo nacer y decido que será un gran día, por mucho que la partida de Tetris diaria me obligue a ir despejando incógnitas en actividades que desconozco, por ejemplo, en el laberinto de montar una empresa a pulmón con mi socio Jaime, apostando todo a una sola carta: la de la vida.

Gracias por dejarme amar nacer.

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