Podría haber sido cualquier otro piloto, cualquier piloto podría haberse puesto en medio en la última curva del Red Bull Ring y arruinarle la vuelta a Fernando Alonso cuando estaba a punto de meterse entre los cinco o seis mejores.
Pero no, no ha sido cualquier piloto, ha sido el mismo de siempre, el grano en el culo, el que siempre está ahí para arruinarle los resultados. El más que maldito gafe de Sebastian Vettel.
¿Cuántos mundiales tendría Fernando Alonso ahora mismo si no hubiese existido Sebastian Vettel? Seis. Nada menos que seis.
Los alonsianos ya veíamos a Fernando Alonso en el podio, incluso, soñar es rápido y fácil, en el cajón más alto.
Había estado magnífico el viernes y seguía estando magnífico el sábado. Parecía que el sol por fin iba a volver a lucir.
Pero no. Ahí estaba la nube negra. Siempre esa nube negra. Siempre esa tocada de igualitos. Sebastian Vettel, cuya existencia es una suerte de maldición para el campeón español.
Mañana ya veremos, mantenemos la ilusión, pero hoy muchísimas personas si tuviesen una goma mágica en la mano borrarían al ínclito Sebastian Vettel de la historia del mundo.
Parecía que tras su fracaso en Ferrari, Seb se había vuelto humano y se había ganado la simpatía de quienes amamos a los románticos perdedores, pero sigue siendo un grano en el culo. Maldito sea. Mil veces maldito sea.
Tigre Tigre.
