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Almeida es un chollo

Vicente Mateos Sainz de Medrano
Vicente Mateos Sainz de Medrano
Periodista y Doctor en Teoría de la Comunicación de Masas.
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análisis

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Las informaciones de las últimas semanas sobre los contratos millonarios, presuntamente irregulares, que han sufragado los madrileños — por cuantificar en su totalidad, pues saldrán más con el mismo tufo—, confirman que el Alcalde de Madrid imanta a los comisionistas de seis cifras e incluso a personajes buscados por la policía, cuyo objetivo era llevárselo crudo, <<pa la saca>>, al calor de los contratos a dedo en el momento álgido de la pandemia. Timadores que viven de sus contactos VIP, para engañar a los incautos, entre los que Almeida es un auténtico chollo.

Si es de bobos dejarse timar, más grave es conocer el descontrol que rige en el departamento de las contrataciones municipales, dónde no parece existir ninguna exigencia de calidad de los productos que se ofrecen, y se entregan; si la oferta llega avalada por un rancio aristócrata o un comisionista internacional. Gravedad mayúscula cuando las declaraciones de los sobrinos del Tío Gilito ante el fiscal y el juez del caso, demuestran cómo los contactos familiares en primera o segunda línea, y las amistades del Alcalde, pueden facilitar la entrada de personajes turbios en los concursos municipales con único objetivo es llevárselo muerto.

Descubierto el desaguisado: ¿Qué hace Almeida? Esconderse bajo el mantra de <<yo estoy limpio>>, porque hasta el momento ningún juez le ha procesado, como si con eso se lavara las manos, como Pilatos, de todo lo que incorpora haberse dejado engañar (incluso avalando a los timadores con cartas de presentación de su puño y letra). O peor aún, por no haber denunciado a la justicia el timo, y dejar correr el tiempo a ver si el tufo de la operación se disipaba sin salpicarle, haciendo oídos sordos a las advertencias de la jefa de compras que se olió le estafa.

Se le procese o no, Almeida no está exento de la responsabilidad ética y moral ante sus administrados, por no velar para que los bienes públicos no sean una caja de caudales para timadores del <<import/export>>. Almeida no pude ni debe, por respeto a sí mismo y a los madrileños, hacer como si nada fuera con él, pues una de sus misiones es vigilar — <<in vigilando>> decía Esperanza Aguirre para exculparse de la corrupción que anidaba en su Gobierno—, en qué se gastan los recursos públicos, máxime cuando todos los getas revoloteaban alrededor de los contratos otorgados a dedo. Esa es su culpa que debe asumir, sin esconderse tras las faldas de su jefa de compras: <<si ella cae, yo también>>, órdago que, como en el mus, te puede llevar al destino que se merece: perder el cargo que con tanto desinterés y descontrol viene gestionando, salvo para su propio oropel banal.

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